'Balarrasa' , un gazpacho ideol¨®gico
Jos¨¦ Antonio Nieves Conde pertenece a la segunda generaci¨®n de directores de cine espa?oles posteriores a la guerra civil. La primera, la de los Saenz de Heredia, hizo un cine muy directamente ligado a los acontecimientos pol¨ªticos, cercano a la militancia ideol¨®gica y el propagandismo, un cine b¨¦lico que dio lugar a Raza, A mi la legi¨®n, y tantas otras muestras de una euforia que, en realidad, encubr¨ªa un pesimismo latente.Este pesimismo latente quedaba en evidencia por el precipitado de esas pel¨ªculas heroicas con el otro polo de la oferta, depositado en filmes diametralmente distintos en apariencia, pero inquietantemente coincidentes en otros aspectos. Son las llamadas pel¨ªculas de evasi¨®n, especie de visi¨®n beat¨ªfica de la vida espa?ola de la posguerra.
La segunda generaci¨®n de cineastas, a la que pertenece Nieves Conde, usumi¨® esta escisi¨®n, la introdujo en cada filme y a?adi¨® a ¨¦ste algunos, indirectos pero poderosos, signos de pesimismo ya expl¨ªcito, no encubierto. Es el caso de Surcos y, sobre todo, de Balarrasa, que situaron en 1950 y 1951, a Nieves Conde en la c¨²spide del cine espa?ol En Balarrasa ya no exist¨ªa una visi¨®n triunfal de la posguerra espa?ola por un lado y otra beat¨ªfica por otro, sino que ambas im¨¢ genes coexist¨ªan en el mismo filme, en el que aparec¨ªan, como anunci¨® Surcos, las primeras gotas de cr¨ªtica social.
Balarrasa es un modelo puro de este extra?o gazpacho ideol¨®gico: un legionario calavera -la creaci¨®n de Fern¨¢n G¨®mez en este personaje fue de calidad excepcional y una de las causas primordiales del ¨¦xito del filme- vende su guardia a un compa?ero de armas. Esa noche, una bala perdida acaba con la vida de ¨¦ste. Al enterarse, el calavera es presa de una crisis m¨ªstica de arrepentimiento, ya que la bala iba destinada a ¨¦l. El calavera se hace sacerdote. Antes de dedicar su vida a las misiones, decide venir a Madrid, para arreglar la vida disoluta de su familia, una familia de la alta burgues¨ªa que gan¨® la guerra, que ha perdido su norte moral y vive en la poltrona del relajo. El misionero cumple su objetivo: la hermana buena encarrilar¨¢ su vida en los valores tradicionales, y la hermana mala morir¨¢ arrepentida, en la famosa escena de "las manos vac¨ªas", una de las m¨¢s inefables del cine espa?ol. Cumplida su misi¨®n familiar, el sacerdote sale a cumplir su misi¨®n universal. Morir¨¢ congelado entre las nieves de Alaska. El cine espa?ol ya ten¨ªa demandas realistas y parec¨ªa demasiado descabellado que el santo Balarrasa acabara con sus huesos en Siberia redimiendo comunistas. Era m¨¢s veros¨ªmil que redimiese esquimales.
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