Buster Keaton
Ahora que Tierno Galv¨¢n, con sensibilidad que alg¨²n d¨ªa le agradeceremos los madrile?os (cuando sea tarde, claro), inicia la restauraci¨®n del Cine Dor¨¦, que es el magdaleniense pompier del cine en Madrid, ahora, digo, se inicia en el Alphaville un ciclo completo de Buster Keaton, el hombre que nutri¨® su cine tempranamente de surrealismo, expresionismo y hasta pop/art (ni?o vivo incorporado a un cartel mediante brochazo en la culera del pantal¨®n).El cine, en su nacimiento lozano y silvano, lo dice todo, y luego no ha hecho sino repetir cr¨ªmenes y alcobas. El cine, de golpe, da tres tipos universales: Chaplin o la sentimentalidad, Groucho o la verbosidad, Keaton o la tenacidad. Tres tipos que son tres cabezas de serie en una caracterolog¨ªa mucho m¨¢s amplia que la de Buffon. Por traer las cosas aqu¨ª y ahora, dir¨ªamos que Chaplin puede ser UCD, la sentimentalidad, la gestualidad, la eterna apelaci¨®n de la derecha a los buenos sentimientos, a los malos sentimientos, a los sentimientos propiamente dichos. (Y no juzgo para nada, es claro, la personalidad individual del gran c¨®mico). Groucho Marx pudiera ser la verbosidad pol¨ªtica de Fraga o tantos otros, la reducci¨®n de la realidad al absurdo por exceso de palabras, como cuando Fraga dice, desde el liberalismo que le forraba por dentro el bomb¨ªn de ex/embalador:
-La calle es m¨ªa.
Todo pol¨ªtico que habla mucho, demasiado, est¨¢ queriendo ganarnos por la verbosidad, est¨¢ haciendo soluble la realidad en el lenguaje, y eso es un poco lo que pasa en todo juicio, por el involuntario engranaje procesal. En el juicio campamental se han usado ya muchas m¨¢s palabras de las que usaron los presuntos conspiradores.
Buster Keaton o la tenacidad, la sobriedad, la lucha del hombre contra las instituciones (Marx/Balzac). En El colegial, el estudiante solitario contra el prefascismo juvenil de toda una Universidad yanqui. En La General (aqu¨ª conocida por. El maquinista de la General), la tenacidad de un ferroviario que se propone seguir una ruta pasando por sobre guerras y ciudades. En Siete oportunidades (quiz¨¢ su mejor filme), el hombre que corre y corre huyendo de la sociedad sacramental burguesa: miles de novias vestidas de novia que le persiguen a trav¨¦s de las ciudades y los campos, hasta que las novias se transforman en piedras rodantes con trayectoria m¨¢s psicol¨®gica que gravitante o newtoniana, y siguen persigui¨¦ndole: una de las secuencias m¨¢s geniales del cine surrealista universal. Buster Keaton o la izquierda: tenacidad, hermetismo, trabajo en la clandestinidad de su cara de monolito, con ojos que son los ojos que se enteran de todo y todo lo expresan fijamente. Firm¨® por la Metro y se hundi¨® para siempre. As¨ª lo reconocer¨ªa. Era un gran solitario, una multitud revolucionaria de uno solo, pero el capitalismo cinematogr¨¢fico le lamin¨®, en sus trenes de laminaci¨®n de oro, como lamin¨® todo aquel milagro germinal y plural del cine mudo, que es el ¨²nico y verdadero cine, libre, cooperativo, colectivo, inventivo, y que enmudece a gritos -deja de expresarse- cuando Wall Street lo compra, le pone voz y le quita voto. Buster Keaton no pudo sobrevivir art¨ªsticamente ni humanamente (alcoholismo) porque era el m¨¢s puro y ven¨ªa del circo, que es de donde tienen que venir el cine y, el teatro. Keaton, s¨ª, como Chaplin y Groucho, responde a unos arquetipos humanos o constantes de la humanidad que son eternos. Todo el celuloide rancio es un Shakespeare mudo.
De Mark Sennet al western, del circo al surrealismo, todo est¨¢ en Keaton. Ni la sentimentalidad de Chaplin ni la verbosidad de Groucho. Keaton, vidente, renuncia en seguida a su sonrisa. A mal siglo, mala cara.
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