El divorcio, ?ha llegado tare?
Resulta un tanto descorazonador ver c¨®mo hechos que se produjeron tiempo atr¨¢s, al repetirse en ¨¦pocas actuales, suscitan en diversos grupos sociales e instituciones las mismas reacciones que se produjeron entonces. La experiencia, por lo visto, cuenta poco cuando de ciertos temas se trata. Ten¨ªa mucha raz¨®n Hegel cuando dec¨ªa que "lo ¨²nico que la historia nos ense?a es que no nos ense?a nada".Asistimos en estos ¨²ltimos tiempos a la pol¨¦mica en torno al divorcio, y la Iglesia y los estamentos conservadores de nuestro pa¨ªs han utilizado los mismos argumentos apocal¨ªpticos que esgrimieron con motivo del divorcio de 1932, si bien es verdad que el aceite del Concilio Vaticano II y la notable moderaci¨®n ideol¨®gica de los grandes partidos pol¨ªticos han aplacado el revuelto mar de esta controversia Ideol¨®gica. Hoy no se dice, por ejemplo, que la aprobaci¨®n del divorcio fuera producto de "un servilismo a los dictados de la masoner¨ªa, enemiga y corruptora de toda sociedad", como trompeteaba El Correo Catal¨¢n del 14 de noviembre de 1932, ni que fuera "Una ofensiva contra la familia", seg¨²n dram¨¢tico titular de otro art¨ªculo de Manuel Bueno en el Abc del 23 de enero del mismo a?o. En lo que s¨ª estuvieron de acuerdo los antidivorcistas de ayer y de hoy es en estimar que el divorcio acarrear¨ªa ineluctablemente la destrucci¨®n de la instituci¨®n matrimonial.
Los augurios fallidos
Si en tiempos de la Segunda Rep¨²blica, cuando no exist¨ªa informaci¨®n alguna sobre el divorcio, y muy escasa sobre el matrimonio o la familia, era disculpable entrar en futurolog¨ªas arriesgadas y predicciones sin base, hoy, a la vista de las experiencias obtenidas a trav¨¦s de aquella ef¨ªmera, aunque muy avanzada ley, estos temores debieran haber sido superados. Porque entonces afirmaba Jos¨¦ Mar¨ªa Salaverr¨ªa, en el Abc del 27 de febrero de 1932, que "el matrimonio indisoluble fue creado para beneficio y protecci¨®n de las mujeres", y Francisco de Coss¨ªo, en El Sol, estimaba que s¨®lo se iban a divorciar las estrellas de cine, diplom¨¢ticos, pr¨ªncipes, bailarinas, etc¨¦tera, y que dicha ley de poco iba a servir a proletarios o empleados. Pues bien, "la demagogia de los hechos", como dec¨ªa Lenin, bien pronto nos impuso la evidencia de que en aquellos dos primeros a?os de aplicaci¨®n del divorcio las esposas parecieron apreciar muy poco los privilegios del matrimonio indisoluble, pues, por raro que parezca, la iniciativa en la petici¨®n de divorcio parti¨® de la mujer en un 56,08%, y en las separaciones, ?en un 81,38%! En cuanto a aqu¨¦l se redujera a ciertas clases snobs o de vivir agitado, obreros y empleados cubrieron el 42,80% de los divorcios solicitados.
Pero donde se plantea con mayor contundencia la separaci¨®n entre augurios catastr¨®ficos y realidad es, tanto en 1932 como actualmente, en relaci¨®n con el impacto del divorcio en la instituci¨®n matrimonial. Ni conspiraci¨®n contra la familia ni hundimiento del matrimonio.
Esto nos lleva de la mano a su identidad posible con el actual divorcio. Aunque no se conoce exactamente el n¨²mero de peticiones presentadas en Madrid en los cuatro ¨²ltimos meses de 1981, los informes recabados de abogados especializados en cuestiones matrimoniales coinciden en destacar su reducido n¨²mero. Posiblemente, ni lleguen a sobrepasar los producidos en Madrid y su provincia en 1932 y 1933. V¨¦ase, como curiosidad estad¨ªstica, cu¨¢les fueron aquellos:
Posiblemente, el n¨²mero de divorcios vaya aumentando en Espa?a en los pr¨®ximos a?os, pero es poco probable que produzcan un serio deterioro del matrimonio.
'Pasan' de divorcio
Pero el fen¨®meno m¨¢s llamativo en la actualidad, en relaci¨®n con este tema del divorcio, es el hecho de que, seg¨²n comentan los abogados especialistas, la mayor parte de las personas que acuden a los bufetes solicitando asesoramiento jur¨ªdico para separaci¨®n suelen limitarse a los aspectos econ¨®micos de la misma. Las iniciativas que plasman en un divorcio ulterior son las menos. Esto quiere decir que muchas parejas, o bien han organizado su vida a espaldas de las regulaciones legales y religiosas del matrimonio, o bien, que estando casadas, piensan en una futura uni¨®n libre saltando sobre el divorcio.
Podr¨ªa pensarse si no habr¨ªa llegado el divorcio a nuestro pa¨ªs con tanto retraso que su campo de incidencia se viera muy mermado por la acelerada evoluci¨®n de las costumbres. La expresi¨®n, tantas veces o¨ªda, de que los espa?oles de hoy pasan de divorcio porque pasan de matrimonio no est¨¢ muy lejos de la realidad. A este efecto, ruego me perdonen los lectores si traigo a colaci¨®n una experiencia personal. Al presentar yo en la librer¨ªa Machado, a finales de 1979, mi libro El divorcio en la Segunda Rep¨²blica, cosa que hac¨ªa con la satisfacci¨®n del que est¨¢ propiciando algo moderno y avanzado, me interpelaron unos j¨®venes universitarios con la siguiente pregunta: "?Y no cree usted que el divorcio, cuando ha sido auspiciado por UCD, es porque no es una medida liberal, sino m¨¢s bien reaccionaria, ya que servir¨ªa para apuntalar una instituci¨®n como la del matrimonio, que se est¨¢ desmoronando?". Confieso que, aunque de entrada este ins¨®lito planteamiento de la cuesti¨®n me dej¨® un tanto perplejo, no lo he echado en saco roto.
Digamos, para terminar, que esta moderaci¨®n divorcista actual comprende una doble vertiente. No se produce s¨®lo por la abundancia actual de uniones que renuncian al divorcio para cambiar de pareja, sino tambi¨¦n porque en los pa¨ªses cat¨®licos, por m¨¢s que en ellos vaya cundiendo una cierta indiferencia religiosa, existe todav¨ªa un claro rechazo, en amplias capas sociales, a una instituci¨®n que, como la del divorcio, significa dar la espalda a la Iglesia y a todo lo que ella representa. Y ello es f¨¢cilmente comprobable si observamos que en las estad¨ªsticas mundiales sobre incidencia del divorcio los pa¨ªses que siempre dan menores porcentajes son los de fuerte implantaci¨®n religiosa. Tal es caso de Grecia, Portugal, Italia e incluso Francia. Tanto por una causa como por otra, nuestro pa¨ªs est¨¢ muy lejos de renunciar a su alto porcentaje de matrimonios y su subsiguiente y vigorosa natalidad.
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