Interrumpida en Yugoslavia la publicaci¨®n de una biograf¨ªa de Tito que ha conmocionado a la clase pol¨ªtica
El tercer y cuarto tomos de la obra del historiador yugoslavo Vladimir Dedijer sobre la biograf¨ªa de Josip Broz, Tito, no se publicar¨¢n, al menos en Yugoslavia, seg¨²n decisi¨®n de la casa editora, para la cual el segundo tomo de la obra de Dedijer, "por una serie de circunstancias inexplicables", no cumpli¨® las exigencias de nivel cient¨ªfico que era de esperar. Dedijer, por su parte, ha declarado que tampoco se siente ¨¦l satisfecho de su obra, pero que junto a las cr¨ªticas fundadas de ciertos historiadores, ha sido objeto de un sinfin de ataques falsos.
Con Vladimir Dedijer y su obra Contribuci¨®n a una biograf¨ªa de Josip Broz Tito lleg¨® el esc¨¢ndalo a la puritana historiograf¨ªa yugoslava que, hasta el momento, ven¨ªa tratando la guerra partisana de liberaci¨®n y la revoluci¨®n socialista autogestionaria con gran recato ¨¦pico. P¨¢rrafos como el que narra que el primer comunista croata, Vladimir Bakarich, habr¨ªa opinado ante Dedijer que la controvertida esposa de Tito, Yovanka Budisavllevich, anduvo hace decenio y medio colocando micr¨®fonos en las casas de dirigentes yugoslavos en colaboraci¨®n con el duro del r¨¦gimen, Rankovich, y hurtando documentos importantes que ocultaba en la lavaidora, han provocado la indignaci¨®n oficial y no han dejado indiferente a nadie.Vladimir Bakarich se apresur¨® a declarar en la revista Start (el Play-Boy yugoslavo) que eso era una "cerdada" de Dedijer. El resultado de este esc¨¢ndalo fue que el d¨ªa 12 de marzo la editorial Liburnia decidi¨® interrumpir la edici¨®n de este ¨¦xito de venta.
La obra de Dedijer, tanto en opini¨®n del Gobierno como de corrientes intelectuales de oposici¨®n no es una obra cient¨ªfica, que lance esa s¨ªntesis objetiva que la Yugoslavia de hoy sigue necesitando. Los miembros del Gobierno a?aden que Dedijer es un charlat¨¢n. De lo que no hay duda es de que tiene un gran valor de cr¨®nica que pone sobre la mesa la verificaci¨®n de temas hasta ahora desconocidos. Las bibliotecas de todos los cuarteles y academias militares tienen proh¨ªbida su adquisici¨®n.
En marzo de 1943, Koca Popovich, el general m¨¢s osado de Tito, capit¨¢n del Ej¨¦rcito republicano espa?ol dentro de las Brigadas Internacionales; Milovan Djilas, decano de la disidencia europea, antes brazo derecho de Tito, y Vladimir Velebit, el general y diplom¨¢tico partisano m¨¢s ufano, acusado por Stalin de ser agente brit¨¢nico, estampan sus firmas bajo un documento en el que el Ej¨¦rcito partisano ofrece una tregua t¨¢ctica y un pacto temporal de no agresi¨®n a los alemanes. S¨®lo Djilas hab¨ªa tocado ese tema hasta la fecha.
Cuando Milovan Djilas cae en desgrac¨ªa el a?o 1954, es Dedijer, el conocido enfant terrible del Comit¨¦ Central, el ¨²nico que sale en su defensa, no por afinidad ideol¨®gica, sino por disconformidad con el m¨¦todo de exclusi¨®n. De ah¨ª nacer¨ªa una amistad simbi¨®tica de compa?eros de viaje ca¨ªdos en desgracia. Ahora, Dedijer publica en su obra documentos que aseguran que "Djilas fue un man¨ªaco en el asesinato de personas durante la guerra". Un joven partisano, Paternoster de nombre, lleg¨® a la desesperaci¨®n y al suicido porque el puritano Djilas le amonest¨® por amar a dos mujeres a la vez. Mientras tanto, asegura Dedijer, que Djilas "ten¨ªa varios amores que ¨¦l llamaba higi¨¦nicos".
El croata Tito emerge durante todo el segundo tomo de la obra de Dedijer como el revolucionario bueno y moderador del odio in¨²til, pero duro. No faltan en ¨¦l capacidad de argucia y picaresca, t¨ªpicas en los campesinos de su Zagoria natal.
Hay en la obra las pinceladas de nostalgias humanas del mariscal comunista Tito hacia el ni?o croata cat¨®lico y monaguillo que hab¨ªa sido. La madre de Tito, Mar¨ªa, era muy piadosa, y en la pared de su alcoba ten¨ªa una sagrada familia mec¨¢nica que, cuando se le daba cuerda, cantaba un Cristus vincit. "Cuando despu¨¦s de la guerra volvi¨® Tito por primera vez a su hogar natal, ya convertido en museo, se encontr¨® con que el lugar que siempre hab¨ªa ocupado la cajita mec¨¢nica de su madre estaba ahora tomado por los altivos retratos de Lenin y Stalin. Tito exigi¨® inmediatamente volver a colocar en su lugar el juguete.
En la guerra espa?ola
Asegura Dedijer que los partisanos practicaban al principio de su alzamiento contra el eje (1941) una ¨¦tica apost¨®lica de igualdad a ultranza. Primero se serv¨ªa el esca so rancho a los heridos, luego a los soldados rasos y, si quedaba, a los oficiales. Con los combatientes de las Brigadas Internacionales de Espa?a, los mejores cuadros de Tito, lleg¨® la jerarqu¨ªa r¨ªgida y el Ej¨¦rcito partisano perdi¨® en romanticismo para ganar en disciplina de corte sovi¨¦tico.Preguntado en una ocasi¨®n Dedijer acerca de si la leyenda de la presencia de Tito en la guerra civil espa?ola habr¨ªa tenido su parte de verdad, respondi¨®: "Hay que dejarles a las leyendas sobrevivir; veces creo que son las fuentes m¨¢s preciosas de la historia".
Vladimir Dedijer, periodista e su tiempo, fue enviado a Espa?a por el diario independiente Politika, de Belgrado, el a?o 1937, y ase gura que perdi¨® el puesto de redactor por sus escritos pro republicanos. En su segundo tomo sale a relucir una de las personalidades m¨¢s curiosas de la revoluci¨®n yugoslava, soterrada por motivos pol¨ªticos: Josip Kopinich que fue doble agente yugoslavo-sovi¨¦tico durante a?os. En la guerra de Espa?a fue el yugoslavo que mayor rango militar consigui¨® en el Ej¨¦rcito republicano, tras "haber roto con sus submarinos el bloqueo franquista de Gibraltar", y lleg¨® a trabajar en la agregadur¨ªa militar de la Embajada de Espa?a en Par¨ªs durante parte de la guerra. Fue Kopinich, m¨¢s tarde, el hombre que desde su puesto de agregado comercial yugoslavo en Estambul previno a Tito (1947), meses antes de la condena de Stalin contra el titismo (1948), de que algo as¨ª se estaba guisando en Mosc¨².
Encargo de Tito
Ahora, Dedijer est¨¢ muy irritado a ra¨ªz de la campa?a que Prensa, radio y televisi¨®n han desencadenado en Yugoslavia contra la obra que, insiste, le mand¨® escribir Tito. Por ello ha dirigido una carta a los corresponsales extranjeros acreditados en Belgrado. "Quieren arrancarme los archivos de Tito, se me amenaza de muerte y hasta me impiden hablar por tel¨¦fono", dice."Considero que se est¨¢ violando lo que Tito me hizo prometer: escribir la verdad sobre la revoluci¨®n", a?ade en la misma carta, en la que amenaza con sacar muchos m¨¢s trapos sucios.
Las tertulias intelectuales de Belgrado tienen a Dedijer por un literato mediano, brillantemente infiltrado entre los historiadores. No hay duda de que en su obra hay una faceta de venganza refinada contra quienes le condenaron en 1954 por apoyar a Djilas.
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