Una autobiografia marroqu¨ª
Como se?ala con raz¨®n su compatriota Tahar Ben Jelloun en la introducci¨®n a la edici¨®n francesa de El pan desnudo, el relato autobiogr¨¢fico de Mohamed Chukri ocupa un lugar aparte en las letras ¨¢rabes contempor¨¢neas. En las relaciones y semblanzas tradicionales m¨¢s o menos emparentadas con el g¨¦nero testimonial de la rihla, el autor suele eludir cuantos sucesos o pormenores ata?en de cerca o de lejos a su vida privada: ¨¦sta queda envuelta siempre en un halo de misterio, celosamente preservada de la curiosidad del lector. La defensa cultural de la intimidad personal o familiar impregna en verdad tanto la concepci¨®n arquitect¨®nica del h¨¢bitat musulm¨¢n como la morada vital de su literatura. En abrupto contraste con la franqueza y licencia de los grandes poetas de la ¨¦poca cl¨¢sica, los autores posteriores han evitado, por lo general, la exposici¨®n directa de sus traumas y experiencias m¨¢s rec¨®nditos y profundos. Aun despu¨¦s del renacimiento literario ¨¢rabe del pasado siglo, la osad¨ªa y sinceridad autobiogr¨¢ficas han sido patrimonio de los poetas abiertos, como el gran Adonis, al influjo innovador de la poes¨ªa europea. La historia vivida por millones y millones de hombres y Mujeres ¨¢rabes, con sus tab¨²s y opresiones, violencia y pobreza, forma parte de lo indecible y que, por tanto, no se dice: cuantos testimonios hallamos sobr¨¦ el tema, obra de autores ¨¢rabes ser¨¢n escritos, casi siempre muy significativamente, en franc¨¦s o en ingl¨¦s.Pues la dificultad de una empresa denunciadora como la de Chukri no es s¨®lo de ¨ªndole cultural y moral, sino igualmente ling¨¹¨ªstica. A diferencia de lo ocurrido en la Europa del Medievo, los distintos dialectos hablados en el mundo, ¨¢rabe no han alcanzado una dignidad literaria que les permita convertirse en lenguas: ni estadistas ni escritores, ni gram¨¢ticos llevaron a cabo la audaz labor de ruptura con la lengua madre de sus colegas del otro lado del Mediterr¨¢neo. El ¨¢rabe cl¨¢sico ha seguido siendo la lengua normativa y culta de la Umma, pero si, de un lado, ello ha procurado a ¨¦sta la enorme ventaja de una unidad cultural por encima de la tendencia centr¨ªfuga y rivalidades nacionales internas, ha encauzado, del otro, la expresi¨®n literaria a terrenos tradicionalmente conocidos y explorados por carecer de esa experiencia concreta de la vida diaria vehiculada, en cambio, por los dialectos no escritos: la novela realista, el teatro de costumbres y otros g¨¦neros obligatoriamente pr¨®ximos a la lengua hablada se hallan sometidos al influjo de exigencias contrapuestas y se abren paso a bandazos, en el brete de escoger entre vida y cultura, subjetividad y tradici¨®n.
Plasmar por escrito la realidad excluida por la codificaci¨®n literaria implica, en consecuencia, una aventura liberadora, tanto en el campo de la moral como en el del lenguaje, y Chukri muestra ser plenamente consciente de
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Una autobiograf¨ªa marroqu¨ª
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ello al recurrir a un estilo coloquial' y directo, investido de la autenticidad y carga comunicativa del marroqu¨ª dialectal. Rescatando sus experiencias ¨ªntimas de lo cultural y rutinariamente silenciado, su autobiograf¨ªa ha acercado el lenguaje escrito a la cultura popular y oral. Como dec¨ªa recientemente el narrador argelino Rachid Boudjedra, "cuando introducimos en la novela el idioma del pueblo y los dialectos que expresan lo que la lengua literaria no piensa siquiera en nombrar, minamos los tab¨²s religiosos y sexuales"; esto es, la subversi¨®n ling¨¹¨ªstica, inherente al progreso hist¨®rico de la literatura, se acompa?a de una subversi¨®n en el campo de la percepci¨®n de la vida y nuestra experiencia concreta de ella.
El hecho de que la autobiograf¨ªa de Chukri no haya encontrado todav¨ªa editor en ning¨²n pa¨ªs ¨¢rabe es un ¨ªndice de su vitalidad y eficiencia: de la hostilidad y oposici¨®n sordas a la conquista de la realidad cotidiana y verdad subjetiva por parte de quienes prefieren cerrar los ojos al espect¨¢culo de los abusos, dramas e injusticias que abruman a los estratos inferiores y m¨¢s numerosos de su sociedad.
El relato de Mohamed Chukri condensa y simboliza el destino de todo ni?o o mozo cuyas coordenadas individuales y sociales le veden de entrada los beneficios morales y f¨ªsicos reservados a una minor¨ªa de poderosos. La historia de su infancia humillada en tiempos del protectorado no es exclusivamente marroqu¨ª, ni necesariamente remota: podr¨ªa darse hoy asimismo en Argelia o Tunicia, Egipto o Sud¨¢n. La accesi¨®n de los pa¨ªses ¨¢rabes a la independencia pol¨ªtica no ha eliminado las condiciones de iniquidad y penuria tradicionales ni ha descolonizado material ni espiritualmente a sus v¨ªctimas. El joven Mohamed podr¨ªa ser, y es, uno de los muchachos pobres y harapientos que, huyendo de la miseria y frecuentes cat¨¢strofes del medio rural, vagan a¨²n, descalzos y hu¨¦rfanos, por los zocos de cualquier medina norteafricana: el ni?o agazapado y dormido con quien el turista tropieza sin querer en la calle, el mozalbete que postula sus servicios dudosos de gu¨ªa, el jovenc¨ªsimo vendedor de hach¨ªs con aptitudes de alcahuete, el amigo ocasional que os ofrece su indigencia casera con la misma naturalidad y sencillez con que una dama burguesa o un comerciante rico muestran sus fincas y propiedades. Aproximarse a su vida es calar en el dolor y rebeld¨ªa insertos en las entra?as de una admirable civilizaci¨®n milenaria, la otra cara de esos sentimientos de emoci¨®n y belleza que embargan al forastero, inmerso en un mundo extra?o y fascinador: trago cruel y amargo, como la p¨®cima que obliga a cerrar los ojos en el momento de apurarla de golpe hasta la hez.
El aprendizaje de Mohamed no ser¨¢ ni podr¨¢ ser la educaci¨®n sentimental del escritor europeo: es un curso de educaci¨®n f¨ªsica para encallecerse y sobrevivir. Las condiciones inhumanas de su vida no consienten el lujo de la reflexi¨®n y el matiz: le enfrentan sin remedio a la satisfacci¨®n de necesidades e impulsos elementales. El deseo de mujer, su temor a ser violado le hostigar¨¢n de modo incesante. Cuando al final descubra y gane a pulso la escritura, ¨¦sta le abrir¨¢ de golpe la puerta de su redenci¨®n: la posibilidad de transmutar el desorden de su vida en un orden a la vez moral y literario.
Una ¨²ltima observaci¨®n: para el lector espa?ol, el libro de Chukri tiene un inter¨¦s inmediato y particular. La ni?ez andrajosa del protagonista en los aduares del Rif, Tetu¨¢n y T¨¢nger,, su trato diario con nuestros compatriotas, su afici¨®n e ingenuo cari?o a nuestra lengua, revelan, en efecto, la historia real, sufrida, de uno de nuestros supuestos protegidos bajo el manto de una falaz misi¨®n civilizadora y la algazara estridente de la mentira oficial.
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