La diversi¨®n la puso el p¨²blico
Plaza de Las Ventas. 21 de marzo.Novilos de Arturo Gallego, correctos de presencia, flojos, salvo, el quinto.
Juan Mora: cuatro pinchazos delanteros dos descabellos (silencio). Bajonazo (silencio). Ferm¨ªn Vioque: media (pa?mas). Cogido por el quinto. Vicente Yesteras: estocada atravesada que asoma y dos descabellos (silencio). Estocada delantera y descabello (palmas).
Parte facultativo: Vioque sufre puntazo y contusi¨®n en cresta iliaca.
Erosiones m¨²ltiples. Epstasis traum¨¢tica. Pron¨®stico reservado.
La novillada del domingo en Las Ventas transcurri¨® tristona, por los novillos flojos y los toreros aburridos. La animaci¨®n y la diversi¨®n las hab¨ªa puesto el p¨²blico, hasta que se cans¨®. Y lo que era una masa ilusionada, alegre, plet¨®rica de afici¨®n, acab¨® convertida en hura?o foro.
La gente hizo largas colas para sacar su boleto, en las taquillas de la plaza. La hora luc¨ªa espl¨¦ndida de sol y el cartel sab¨ªa a bueno, para lo que hay. Y adem¨¢s, como parece que caminamos hacia una fiesta aut¨¦ntica con la erradicaci¨®n del afeitado, que empieza a ir en serio, el talante era de entusiasmo y expectaci¨®n en quienes ocuparon los tendidos de la Monumental, turistas incluidos.
La monoton¨ªa pudo m¨¢s, sin embargo. Y no es culpa estricta de los toreros, sean los del domingo y muchos otros con aspiraciones que existen en el escalal¨®n, sino del toreo mismo, el que se lleva, el que la machaconer¨ªa de las figuras ha impuesto durante los ¨²ltimos a?os.
Juan Mora es representativo de la nueva ola surgida en el proceloso mar del unipase. Conviene fijarse en ¨¦l, pues se trata de un torerillo con gusto, con ganas de hacer el toreo bueno (aquel que cree que es bueno, por lo menos), y aporta una pinturer¨ªa que no le va nada, mal al espect¨¢culo. Si se hubiera. podido mirar en el espejo de los, lidiadores y de los artistas que hubo en otras ¨¦pocas, seguramente ser¨ªa lidiador y artista ¨¦l tambi¨¦n. Pero en su tiempo mandan los artesanos mediocres, y, como en ellos se mira, lleva su estigma. Fue este novillero con posibilidades el que empez¨® a enfriar al p¨²blico, mediante sus faenas premiosas y deslabazadas, con reiterado abuso del pico, y el temperamento apagado de las reses, unido a su poca fuerza, puso de mal humor a la auidiencia. El aburrimiento se reflejaba en todos los rostros, salvo en el de los japoneses, que est¨¢n hechos a no reflejar nada. No obstante, hubo alg¨²n incidente ameno. Por ejemplo, cuando el tercero de la tarde salt¨® al callej¨®n. Y hubo emoci¨®n en el quinto, que ten¨ªa cuajo, tom¨® tres varas coil poder y desarroll¨® sentido. Vio,jue lo recibi¨® con dos largas cai-nbiadas de rodillas. El novillo no era traidor, pues avis¨® de sus intenciones en los estatuario : al tomar uno de ellos arroll¨® al torero. Vioque, muy maltrecho por el percance, no pudo reponerse, a pesar de que sus compa?eros, el mozo de espadas y las asistencias le hurgaban dentro de la taleguilla, por donde el testirazo, y le retiraron en brazos a 'la enfermer¨ªa. Juan Mora libr¨® las tarascadas de este novillo dif'icil y lo despen¨® bien despenado.
El peor lote hab¨ªa sido para Vioque. Su anterior enemigo, reserv¨®n, que le desarm¨® en una seria colada, calamocheaba durante sus cortos recorridos (cuando ten¨ªa a bien recorrerlos), y, en definitiva, presentaba muy serias dificultades para un novillero de limitada experiencia. Vioque porfi¨®, se arrim¨®, y ya que no le sal¨ªa el toreo de pie, lo intent¨® de rodillas.
En sus primeros novillos, Vioque y Yesteras se cedieron los palos y banderillearon con facilidad, pero sin arte. Vioque repiti¨® sin mayor relieve en el quinto. A Yesteras no le dejaron parear al sexto pues la invalidez del animal hab¨ªa desatado las protestas furibundas del p¨²blico. Este fue otro momento estelar del festejo: la bronca cerrada, sabrosa y directa contra la presidencia, ante el estupor del turismo, que no acertaba a adivinar los motivos de tanto disgusto y alboroto. El toreo de Yesteras es amanoletado, y a veces, como en Valencia, le sale perfecto. Todo depende de que el toro est¨¦ amanoletado tambi¨¦n. Cuando no lo est¨¢ se lo echa encima, y as¨ª ocurri¨® ayer. "No se me amanolete usted tanto", le suger¨ªan doctos aficionados del tendido, esos que vieron a Belmonte en su segunda ¨¦poca. Pero el torero no lo o¨ªa, o no quer¨ªa hacer caso, y se amanoletaba. Cuando uno se empena en amanoletarse, ya le puedes decir, que se amanoleta, ?vaya si se amanoleta! Los m¨¢s impulsivos arrojaron almohadillas durante la lidia del ¨²ltimo inv¨¢lido y el presidente, que se llama el se?or Gonz¨¢lez, soport¨® en posici¨®n de firmes, con temple serrano, un coro de gruesos improperios. La diversi¨®n la puso el p¨²blico.
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