Objetividad manipulada
Una tentaci¨®n que el cine ha tenido desde su origen es la de observar fr¨ªamente el entorno, filmando acontecimientos, conductas, an¨¦cdotas que testimonien una parte de nuestra realidad. Gracias al cine, conocemos hoy detalles exactos que cualquier otro medio de expresi¨®n hubiera descansado en la visi¨®n personal de un narrador. Incluso cualquier pel¨ªcula dram¨¢tica refleja elementos que ni los que la filmaron en su d¨ªa supieron apreciar. La realidad se cuela por el objetivo por encima de las manipulaciones.No es nueva, pues, la idea de filmar con c¨¢mara oculta. Numerosos largometrajes y populares programas de televisi¨®n han experimentado con anterioridad el morbo de colocar a unos inocentes ciudadanos ante situaciones ins¨®litas, provoc¨¢ndoles el absurdo, film¨¢ndolos sin su conocimiento. El inter¨¦s general de estos trabajos se limita a reir con lo grotesco, es decir, no a informar. Voyerismo en lugar de antropolog¨ªa.
To er mundo e g¨¹eno
(Esa Espa?a tan divertida).Director: Mauel Summers. Gui¨®n: Manuel y Guillermo Summers. Fotograf¨ªa: Antonio Cuevas Jr. Documental. Espa?ola. 1981 Local de estreno: Rialto
Manuel Summers no ha superado la norma del g¨¦nero. En To er mundo e g¨¹eno vuelve a los t¨®picos (los urinarios tan altos que se hacen imposibles; el ciego al que hay que cruzar de acera continuamente) aunque tambi¨¦n extrapole de tal forma la situaci¨®n hasta que se haga inveros¨ªmil. (El oficial de Marina que da ¨®rdenes locas a un petrolero; los f¨²tbolistas que marcan a cualquier transe¨²nte). Sorprendentemente, no ha aportado Summers, como en otras pel¨ªculas suyas, una visi¨®n concreta de la vida espa?ola, no ha provocado en sus v¨ªctimas situaciones realmente significativas.
Hay, s¨ª, momentos sorprendentes aunque se hayan conducido por el camino del astrac¨¢n, como el de la irrupci¨®n de soldados en un parque p¨²blico obligando a los paseantes a tirarse todos al suelo sin que nadie pregunte y s¨®lo obedezcan con expresi¨®n de miedo. O el disparatado examen de alcoholismo que supuestos guardias municipales practican con los conductores sin que ¨¦stos se atrevan a sorprenderse. Detr¨¢s de la aventura filmica sobresalen siempre adjetivos que localizan el momento hist¨®rico, aunque no parece que Summers lo haya buscado as¨ª expresamente: el conjunto de la pel¨ªcula viene marcado s¨®lo por el intento de la comicidad.
Pero ni siquiera puede hablarse de reacciones sorprendentes, porque cuanto hacen los sufridos pacientes de las tomas se parece l¨®gicameiite a lo que har¨ªamos cualquier otro. No es gracioso, por ejemplo, que alguien ayude a un enano a hablar por tel¨¦fono, ni que el personal se detenga en su camino para ver c¨®mo se pegan dos curas o que se inquiete porque alguien le siga durante mucho tiempo.
Es un par¨¦ntesis f¨¢cil en la carrera de Summers. Cuando rodaba Juguetes rotos, s¨ª ofrec¨ªa un documento imprescindible; cuando filma sus comedias, desarrolla una inventiva que aqu¨ª ha sustituido por lo com¨²n.
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