'El hombre tranquilo', una de las grandes obras de Ford, se repone hoy
Hace treinta a?os se estren¨® El hombre tranquilo. Fue un gran ¨¦xito de taquilla, obtuvo el ¨®scar de 1952 a?o a la mejor a la mejor direcci¨®n -el cuarto que obtuvo Ford a lo largo de su carrera-, y pas¨® al olvido como una historia divertida, simp¨¢tica, amable y de las que se recuerdan toda la vida, pero sin volver a verla. Pocos, sin embargo, se atrevieron a decir entonces que se trataba de una obra de arte. Hoy se repone en Madrid, pero en otros pa¨ªses van ya por la cuarta o quinta reposici¨®n. Rompe, en parte, lo que generalmente se entiende por cine de Ford, pero es que circulan imposturas sobre este gran cineasta. Una revisi¨®n cuidadosa de El hombre tranquilo ayudar¨¢ a clarificar el significado de su aportaci¨®n a la historia del cine.
Naci¨® Ford en 1895, en un pueblo marinero del norte de la costa este de Estados Unidos, en el Estado de Maine. Nadie dir¨ªa, viendo sus pel¨ªculas, tan de tierra a dentro, tan llenas del polvo y los grandes horizontes de Monument Valley, que creci¨® entre el mar y la nieve, en medio de una familia de emigrantes irlandeses, que inculcaron en ¨¦l la nostalgia de otra tierra a¨²n m¨¢s ¨ªntima y verde que la de Cape Elizabeth: Irlanda. Y sin embargo fue as¨ª.John O'Fearna, un sedentario muchacho empleado en una f¨¢brica de zapatos, ni siquiera sab¨ªa qu¨¦ era el cine cuando su hermano mayor, Francis, el trotamundos de la familia, le escribi¨® una carta desde un arrabal de Los Angeles llamado Hollywood, en la que le dec¨ªa que ten¨ªa para ¨¦l un trabajo mejor pagado. Era el a?o 1913, la primera vez que, con el nombre de Jack Ford, se puso frente a una c¨¢mara. Y frente a ella, como actorcillo telonero, y en ocasiones como ayudante de su hermano, sigui¨® hasta 1917, en que conoci¨® a un m¨ªtico actor de westerns llamado Harry Carey, le cont¨® sus ideas y se lo llev¨® de guionista.
La lista de pel¨ªculas del Oeste rodadas por Ford es enorme. De una manera o de otra, siempre se las arregl¨® para meter en muchas de ellas algo de aquella verde y desconocida Irlanda, que aprendi¨® a venerar de sus padres: un chiste, un personaje, un vocablo, un comportamiento. Pero hasta 1952 no pudo Ford dedicar una pel¨ªcula a la exposici¨®n de ese mito familiar. Esta pel¨ªcula es El hombre tranquilo. Y es, por supuesto, mucho m¨¢s que un juego divertido. Fue un rito ¨ªntimo, profundo, en el que el cineasta expuls¨®, bajo aires de una comedia ins¨®lita y disparatada, su visi¨®n legendaria de sus propios or¨ªgenes.
Un canto l¨ªrico y nost¨¢lgico
La Irlanda de El hombre tranquilo es irreal. Toda la pel¨ªcula destila irrealidad. Casi parece so?ada, como la Gales de Qu¨¦ verde era mi valle. Esa es una de las fuentes de su gracia, de su humor, porque, lo que menos importaba a Ford era hacer un documento veraz sobre la isla m¨¢s occidental del archipi¨¦lago brit¨¢nico. Buscaba e hizo otra cosa: un canto l¨ªrico y nost¨¢lgico -la nostalgia celta, la morri?a- a sus padres, te?ido aposta de irrealidad y de humor de emigrante. Cre¨® de la nada a su propia Irlanda y le sali¨® un peque?o y maravillado idilio entre un hombre y sus sue?os. Esta es tal vez la pel¨ªcula de Ford que m¨¢s le identifica como narrador b¨ªblico: un canto al para¨ªso perdido, que es un subentendido de todo su cine, y que aqu¨ª adquiere mayor explicaci¨®n que la habitual en ¨¦l.John Wayne, Maureen O'Hara, Victor MacLaglen y Barry Fitzgerald, rodeados de una veintena de secundarios que bordan sus actuaciones, hacen de esta pel¨ªcula coral una especie de convocatoria de Ford a todos sus m¨¢s queridos fantasmas.
Y vemos en ellos multitud de peque?os gestos, datos, ocurrencias, similitudes, ecos y recuerdos de otros personajes dispersos en su enorme filmograf¨ªa: una larga, gracios¨ªsima y conmovedora galer¨ªa de irlandeses escapados de los sue?os y de los recuerdos de un ni?o emigrante, a caballo entre dos siglos.
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