La crisis de Berlinguer y los errores de 'L'Unit¨¢'
Cuando una persona no actua de acuerdo con su naturaleza e inclinaciones reales, es muy probable que su comportamiento resulte equivocado y a menudo cometa errores sorprendentes. Enrico Berlinguer, secretario general del Partido Comunista Italiano (PCI), mediador y conciliador nato, que ha dado a su gran proyecto pol¨ªtico el caracter¨ªstico nombre de "compromiso hist¨®rico", ha intentado recientemente d emostrar que tambi¨¦n puede ser el l¨ªder de un partido en crisis y empe?ado en una dura lucha contra toda clase de enemigos: la Uni¨®n Sovi¨¦tica, los democristianos y el l¨ªder socialista Bettino Craxi.En su nuevo papel, sin embargo, Berlinguer est¨¢ totalmente fuera de lugar, comete en la actualidad serios errores y no solamente se arriesga a perder su autoridad en el partido, sino incluso su puesto.
Su ¨²ltimo error fue permitir que el director de L'Unit¨¢, un hombre joven e inteligente, pero inexperto, lanzara un furioso ataque contra dos democristianos, uno de ellos ministro, a los que acus¨® de haberse puesto en contacto con un dirigente de la Camorra, actualmente en la c¨¢rcel, para conseguir, mediante el pago de un enorme rescate, que las Brigadas Rojas liberaran a su compa?ero de partido Ciro Cirillo, que hab¨ªa sido secuestrado y posteriormente puesto en libertad.
Desafortunadamente para L'Unit¨¢, el documento publicado, que presuntamente demostraba la culpabilidad de los dos acusados, pronto se vio que no era m¨¢s que una burda impostura, que podr¨ªa haber sido descubierta f¨¢cilmente si el director no hubiera obrado en el mayor secreto y sin consultar a sus colegas m¨¢s experimentados.
Y lo que es peor, su acci¨®n hab¨ªa sido autorizada por uno o dos l¨ªderes del partido y, muy probablemente, por el propio Enrico Berlinguer, con el desconocimiento de la mayor¨ªa de los miembros de la ejecutiva y la secretar¨ªa del partido. El partido tuvo que reconocer que se hab¨ªa cometido un "error de juicio y f¨®rma", pero las cr¨ªticas arreciaron en contra del l¨ªder del partido por la ligereza demostrada tanto en el presente caso como en otras ocasiones de los ¨²ltimos tiempos.
Ruptura con Mosc¨²
Estos hechos demuestran lo inc¨®modo que puede resultar para el Partido Comunista Italiano el cortar sus tradicionales relaciones con la Uni¨®n Sovi¨¦tica -como ha intentado hacer, sin dudarlo, el partido de Berlinguer, como reacci¨®n a los tr¨¢gicos sucesos de Polonia-. Parad¨®jicamente, hubiera sido m¨¢s sencillo para el PCI haber actuado con moderaci¨®n, y cooperar con los democristianos, antes de declarar la guerra a Mosc¨².
Berlinguer debe convencer a sus seguidores (una cuarta o una quinta parte de los cuales son todav¨ªa prosovi¨¦ticos) de que no es un traidor al comunismo. Para fortalecer su posici¨®n no puede dejar lugar a su izquierda para la creaci¨®n de otro partido comunista prosovi¨¦tico: lo cual podr¨ªa suceder si no se arregla su disputa con Mosc¨².
Pero Berlinguer no tiene posibilidad alguna de hacer esto. As¨ª pues, para demostrar que sigue siendo el l¨ªder de un partido revolucionario, tiene que enzarzarse en una continua guerra con los democristianos.
Por eso se ve obligado a tomar iniciativas agresivas que no son propias de ¨¦l y que le llevan a cometer serios errores.
Esta situaci¨®n es seguida con inmensa satisfacci¨®n por el resto de los partidos italianos: el "esc¨¢ndalo Cirillo" es visto, m¨¢s que como un accidente, como una clara indicaci¨®n de lo graves que son las tensiones en el interior del PCI y de lo alterados que est¨¢n los nervios de sus dirigentes.
El alborozo general en torno a las dificultades del PCI se ve aumentado por la actitud "m¨¢s puro que t¨²" que siempre hab¨ªa adoptado el PCI con respecto a los otros partidos.
Las consecuencias pol¨ªticas del "esc¨¢ndalo Cir¨ªllo" pueden ser muy graves para el PCI. Empieza a parecer muy improbable que la actual directiva pueda sobrevivir intacta a la dificil experiencia de cortar el cord¨®n umbilical del partido con la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
Lo que hab¨ªa sido considerado por el grupo de Enrico Berlinguer como un paso inevitable, despu¨¦s de lo de Polonia, si quer¨ªan seguir participando en la pol¨ªtica italiana.
Pero el afrontar este momento de la verdad puede resultar decisivo para el mantenimiento de la unidad del partido.
Estamos siendo testigos del desarrollo de un verdadero drama pol¨ªtico que se inici¨® con un hecho insignificante y accidental, pero que puede llegar a tener unas consecuencias tremendas para la historia pol¨ªtica de Italia.
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