Un gran hombre de cine
Budd Boetticher, director de esta pel¨ªcula, es uno de los tipos m¨¢s extraordinarios que ha dado el cine norteamericano. Nacido en Chicago, Illinois, en 1916, fue reportero, vagabundo, novelista, futbolista y torero, antes que cineasta. Llev¨® al cine una intensa vivencia personal de la busca, del camino, de la soledad y del esfuerzo. Vivi¨® en los alrededores de la generaci¨®n beat, y a su manera se sumergi¨® con ellos en la imagen de la ca¨ªda de Am¨¦rica, que escindi¨® la conciencia de estos hombres y les convirti¨® en singulares, casi energum¨¦nicos, reflejos de un pa¨ªs que comenz¨® a experimentar su ocaso en plena aurora. De ah¨ª el encuentro natural, casi inevitable, de Boetticher con el western.
El western naci¨® como un g¨¦nero de relatos folkl¨®ricos que sirvi¨® de cobertura colorista a la usurpaci¨®n a los indios y a los mexicanos de los territorios situados al oeste del r¨ªo Mississippi. El optimismo folk inicial de esta empresa, sin embargo, fue poco a poco ofreciendo algunas grietas por las que se iban colando leyendas, situaciones y tipos que perturbaban el optimismo ¨¦pico y daban al g¨¦nero un inesperado sesgo tr¨¢gico. El gran tema del nacimiento de una naci¨®n dejaba escapar im¨¢genes abruptas de un mal parto, de una naci¨®n mal nacida. Y un g¨¦nero que brot¨® de la exaltaci¨®n nacionalista de los Estados Unidos, gir¨® sobre s¨ª mismo y se convirti¨® en una encrucijada, en la que los aspectos negros, violentos y cr¨ªticos comenzaron poco a poco a dominar sobre los otros. Uno de los hombres que contribuyeron m¨¢s. decisivamente a dar este giro fue Budd Boetticher.
Hizo este director, entre 1950 y 1960, una decena de filmes del Oeste, cuatro de ellos con gui¨®n de Burt Kenneddy. El acuerdo entre director y guionista fue absoluto, y se cerr¨® con una tercera confluencia. que reforz¨® esa unidad: la del actor Randolph Scott. El triunvirato fue una de esas inspiradas coincidencias que raras veces se producen en el cine, y Siete hombres, The Tall T, Comanche Station y Ride Lonesome son cuatro obras perfectas, cuatro pel¨ªculas incomparables, de ritmo sencillo y matem¨¢tico, cerradas sobre s¨ª mismas, sin fisuras, sin respiro, duras, amargas y de una belleza tr¨¢gica tan violenta que volvi¨® del rev¨¦s los or¨ªgenes complacientes del western.
En Ride Lonesome o Cabalgar en solitario, como en las otras pel¨ªculas de la serie, Scott interpreta a un individuo tallado en piedra, una especie de centauro que cabalga en silencio de territorio en territorio, en busca de una imprecisa venganza, de una oscura rehabilitaci¨®n. El filme es su itinerario y este es, m¨¢s que un itinerario f¨ªsico, otro interior, o si se quiere moral. Un mundo lunar rodea a uno de los m¨¢s sobrios ejemplos de relato existencial encubierto que ha dado el cine. Bajo la aparente simplicidad hay un subsuelo rugoso, que es la materia profunda de que se alimenta el western adulto. Y ¨¦ste lo es.
Cabalgar en solitario se emitir¨¢ a las 16.00 de esta tarde por la primera cadena.
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