Guinea Ecuatorial: ser o no ser / y 2
No nos importa arrostrar incomprensiones; sabemos que al guineano le gusta preguntar "y ¨¦ste, qui¨¦n es", pero nunca "y yo, qui¨¦n soy". Creemos que decir a Espa?a y al mundo que las cosas no van bien en Guinea; preguntar por el destino que se le ha dado a los dineros llegados de fuera; pedir un cambio pol¨ªtico profundo en Guinea es nuestra obligaci¨®n. Es un derecho inalienable para el Frelige.
?Qu¨¦ nos puede pasar con Rusia? Para Rusia, Africa es un objetivo de pura estrategia log¨ªstica en defensa de sus intereses nacionales allende mares, cosa muy leg¨ªtima. Por eso, Rusia no crea sus hombres, servidores m¨¢s o menos encubiertos, como hacen los otros: Rusia s¨®lo busca los puntos estrat¨¦gicos, y, en funci¨®n del valor log¨ªstico de ¨¦stos, apoya o sostiene los reg¨ªmenes amigos.Esto, al menos en lo referente al llamado Tercer Mundo, creemos que tiene su explicaci¨®n: el comunismo, tal como lo practica y lo predica hoy la Rusia oficial, no encuentra campo abonado en unas sociedades tan miserablemente igualitarias como las africanas.
Guinea Ecuatorial es un buen ejemplo de lo que decimos: en once a?os, Rusia no pudo convertir a Mac¨ªas en un hombre v¨¢lido para los intereses del Kremlin. Por eso, cuando Mac¨ªas le puso en evidencia y creyeron tener la pieza de recambio, confiando en la quinta columna formada por los muchos guineanos que se han deformado en Rusia y que hoy copan con su insolente inoperancia los puestos clave de la Administraci¨®n guineana, le abandon¨® .
La opci¨®n rusa, pues, sin dejar de reconocer y agradecer todo lo que la URSS ha hecho de bueno para con nuestra Guinea y sigue haciendo, y cuestiones ideol¨®gicas y de modelo de sociedad aparte, supone para nuestro pueblo empezar de nuevo bajo cero.
?Qu¨¦ nos puede pasar con Francia? Cuesti¨®n Incidental: todo lo que hemos dicho de Rusia es aplicable a China. Si cay¨¦ramos en la ¨®rbita francesa, Francia es una potencia con una. gran proyecci¨®n, mejor dicho, implantaci¨®n en Africa. El mundo africano se mueve hoy al ritmo que marcan los pa¨ªses franc¨®fonos, con una acusada personalidad en nuestro continente.
Guinea Ecuatorial es, como se sabe, un caso ins¨®lito en nuestro continente: peque?a en extensi¨®nintegrada por unos pueblos de notoria personalidad, dentro del contexto de los pueblos africanos, y que, como en el caso de los fang, est¨¢n fuertemente entroncados con otros pueblos, con los fangntumu de Gab¨®n y Camer¨²n e, incluso, con los bulu y beti, tambi¨¦n de Camer¨²n; y es tambi¨¦n el ¨²nico Estado, la ¨²nica naci¨®n de habla hispana en Africa.
Y, para rematar el cuadro, decir que Guinea est¨¢ aislada entre dos pa¨ªses -Camer¨²n y Gab¨®n-, pero sobre todo este ¨²ltimo, en los que la presencia francesa sigue siendo esencial.
Si Francia -¨²nico pa¨ªs occidental que nunca rompi¨® sus relaciones con Mac¨ªas, y que goza de las especial¨ªsimas simpat¨ªas de la oligarqu¨ªa mongomatia en el poder , a la que tanto le gusta ejercer de fronterizos- entrara en Guinea, lo que nos distingue y nos califica a nivel internacional, nuestra ascendencia cultural hispana, desaparecer¨ªa.
Nos queda, pues, la tercera opci¨®n: Espa?a. En el Frelige hemos apostado por Espa?a -si bien tememos no encontrar la respuesta que espera nuestro pueblo-, siguiendo los criterios racionales que impone la necesidad hist¨®rica del reencuentro de dos pueblos -espa?ol y guineano- unidos por tantos e irrenunciables lazos.
Y no es que queramos ser m¨¢s papistas que el Papa, no; hasta alguien podr¨ªa pensar, ?caray', c¨®mo les va a ¨¦stos con Espa?a. Y la verdad es que, con Espa?a, no le va al Frelige ni mal ni bien, sino todo lo contrario. Lo que ocurre es que la exigida altura de miras nos permite ver m¨¢s all¨¢ de las circunstancias actuales. Estar¨ªamos plenamente satisfechos si, con Espa?a, le fuera bien a Guinea.
La Espa?a de hoy ya no es aquella Espa?a contra la que tanto advirti¨® Mac¨ªas a nuestro pueblo. Nos encontramos ante una Espa?a que sabe apreciar el valor de la libertad de los pueblos, lo que la hace enemiga de aventuras liberticidas; es una Espa?a que reconoce que Guinea Ecuatorial es su obra inacabada y quiere completarla sin afanes imperialistas.
Nos encontramos ante una Espa?a consciente de su deber moral para con Gu¨ªnea Ecuatorial, aunque est¨¦ aquejada de injustificados miedos hist¨®ricos que le impiden apostar fuerte y bien por Guinea, temerosa de que se le acuse de neocolonialismo. Lo que no se mantiene en pie, cuando lo quieren sostener los que no han hecho m¨¢s que neocolonizarnos desde que dimos el salto mortal de la colonizaci¨®n a la esclavitud.
La opci¨®n espa?ola -que no implica renuncia de nada, podremos mantener con todos los Estados del mundo, sin excepci¨®n, las normales relaciones entre naciones soberanas- es la ¨²nica que puede transformar en realidad la esperanza actual de nuestro pueblo: constituirse en un Estado normal. Significa poder poner en pr¨¢ctica aquella declaraci¨®n de intenciones que qued¨® en suspenso cuando la sinraz¨®n se adue?o del poder en Guinea. Es la ¨²nica garant¨ªa de formar una naci¨®n guineana.
El Frelige nunca esper¨® que el llamado golpe de libertad -tal como se gest¨® y se puso en pr¨¢ctica- fuera de por s¨ª la soluci¨®n de los problemas que la herencia crim¨ªnal de Mac¨ªas le planteaba a nuestro pueblo; pero s¨ª confiaba que los hechos del 3 de agosto de 1979 se?alasen la salida que nos condujera hacia soluciones m¨¢s s¨®lidas y estables.
Esper¨¢bamos que Teodoro empezara a entender a Guinea Ecuatorial como un bien com¨²n de todos los guincanos, porque tod.os la hemos heredado de nuestros padres; y no como una simple prolongaci¨®n del distrito de Mongomo.
En este sentido, el Frelige -que es un frente pac¨ªfico, aunque no pacifista, porque a los pueblos hay que respetarles siempre el derecho a defenderse de sus tiranos- quiere insistir ante Espa?a para que la ayuda espa?ola sea plena, eficaz y contundente. Ser¨ªa ]Inhumano que los que ayer torturaron y asesinaron a nuestro pueblo, y que a¨²n pasean impunemente por las calles de Guinea Ecuatorial, vayan, gracias a una mala canalizaci¨®n de la ayuda espa?ola, a lucrarse a costa del mismo.
Que la ayuda de Espa?ei sea para el pueblo guineano y no para los miembros de la Junta Militar. La ayuda espa?ola debe estar dirigida a cultivar personas -cosa que, desgraciadamente, no se hizo durante la colonizaci¨®n- para que el d¨ªa de ma?ana podamos cosechar cuadros y, sobre todo, un pueblo capaz de ser consecuente y responsablemente libre. Pedir esto, creemos honradamente, que no es pedir cosa de otro mundo.
Y es que, con Espa?a, no tenemos que empezar de nuevo ni cambiar o aprender nada, s¨®lo tenemos que continuar una cooperaci¨®n bruscamente interrumpida por Mac¨ªas, el que cre¨ªa que el nacionalismo y el independentisino guineanos aut¨¦nticos ten¨ªan que pasar, necesariamente, por un antiespa?olismo enfermizo.
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