Jackson y Alexander, batalla de gigantes
Grandes m¨²sicos, gran m¨²sica, bellos momentos. El colegio mayor San Juan Evangelista, de Madrid, volvi¨® a acertar cuando trajo el pasado lunes al cuarteto de Milt Jackson (vibr¨¢fono) y Ray Brown (bajo). Aunque finalmente, y por lo escuchado, habr¨ªa que hacer extensible el liderazgo a los otros dos miembros del grupo, el jamaicano Monty Alexander (piano) y al estupendo Mickey Roker (bater¨ªa).Lleno hasta los topes en las dos sesiones y una m¨²sica en la que primaba lo mel¨®dico sin por ello abandonar en ning¨²n momento el swing que los protagonista llevan corriendo en sus venas. El concierto en s¨ª ten¨ªa sus antecedentes. A primeros de los setenta, Jackson y Brown buscaron la compa?¨ªa de Alexander, por entonces un joven prometedor (ahora tiene 37 a?os) para formar un grupo que nunca llegar¨ªa a la fama del Modern Jazz Quartet en que militaba Jackson. Sin embargo este parecia encontrar en esa formaci¨®n la libertad que el academicismo del MJQ (maravilloso por otra parte) hac¨ªa imposible. Luego cada cual segu¨ªr¨ªa por su lado y mientras la val¨ªa de Jackson y Brown se mantendr¨ªa en las cotas ya alcanzadas, la cotizaci¨®n de Alexander como acompa?ante no har¨ªa sino crecer.
En estas estamos cuando llegamos al San Juan. Pod¨ªa esperarse una gran exhibici¨®n de un Jackson encendido, mostrando c¨®mo el vibr¨¢fono puede ser un instrumento adecuado al jazz, con esas l¨ªneas mel¨®dicas perfectamente claras y en las que cada final de frase est¨¢ marcado por un intens¨ªsimo vibrato que, como se ha dicho muchas veces, recuerda m¨¢s a un viento que a un instrumento percusivo. Jackson hizo lo que se esperaba de ¨¦l, es cierto, pero se encontr¨® con la respuesta de un Monty Alexander esplendoroso que tanto en el acompa?amiento como en los solos mostr¨® una versatilidad que le llevaba desde utilizar el piano con la mayor de las econom¨ªas hasta verdaderas avalanchas orquestales que despertaban alar¨ªdos en el p¨²blico.
A todo esto Ray Brown, que ocasionalmente ech¨® mano del arco, mostraba una vez mas porqu¨¦ est¨¢ considerado como uno de los grandes bajistas de la historia del jazz. Sus armon¨ªas, su just¨ªsimo sentido del swing, el sonido generalmente pleno y profundo, pero tambi¨¦n percusivo o seco que logra arrancar a su instrumento, merecer¨ªan por si solos un recital. Asist¨ªa impasible a la batalla librada entre las dos figuras de la noche, como un disciplinado sideman que sabe reconocer el momento en que su misi¨®n y su grandeza consisten en potenciar la grandeza de otros.
Un poco lo que suced¨ªa con Mickey Roker, el menos conocido de todos, pero que result¨® ser un bater¨ªa tremendamente en¨¦rgico e inteligente. Acompa?aba de forma parecida a la de Art Blakey, atento a los climax o a los desfallecimientos que ¨¦l acent¨²a con golpes de una terrible contundencia que saltaban de los tambores a los platos creando momentos de excitaci¨®n sobre los cuales pod¨ªa construirse cualquier cosa.
El grupo aparec¨ªa como un todo balanceado y en tensi¨®n. La finura mel¨®dica fue lo m¨¢s bello. La competehcia entre Jackson y Alexander fue lo m¨¢s emocionante. Con solos medidos, con trabajo de conjunto, debiera ser siempre.
Babelia
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