El Estatuto Valenciano
EL PLENO del Congreso, al aprobar ayer una nueva versi¨®n del Estatuto de la Comunidad. Valenciana, con los votos en contra el PCE y la abstenci¨®n de la minor¨ªa catalana, ha enmendado el descalabro que signific¨® para la puesta en marcha de las instituciones de autogobierno en ese territorio el rechazo del anterior proyecto por la C¨¢mara Baja el pasado 9 de marzo. Las tres cuestiones litigiosas de orden fundamentalmente simb¨®lico, a las que el Gobierno trat¨® previamente de dar una respuesta unilateral y que provocaron su derrota parlamentaria, han sido resueltas mediante f¨®rmulas de compromiso que no contentan del todo a nadie pero que tampoco disgustan por completo a los discrepantes. Tanto la denominaci¨®n "Reino de Valencia", defendida por UCD y Alianza Popular, como la expresi¨®n "Pa¨ªs Valenciano", propugnada por los socialdern¨®cratas de Fern¨¢ndez-Ordo?ez, los socialistas y los comunistas, son recogidas en el texto del Estatuto de Benicasim. Sin embargo, s¨®lo la neutra f¨®rmula transaccional de Comunidad Valenciana adquiere caracter oficial a efectos pol¨ªticos y administrativos. La bandera cuatribarrada de la nueva comunidad se distinguir¨¢ de la ense?a propia de Catalu?a mediante elementos diferenciadores que molestan a un amplio sector de la izquierda pero que tampoco son los postulados por la derecha. En cuanto a la denominaci¨®n del idioma efectivamente hablado -junto al catellano- en la mayor¨ªa del nuevo territorio aut¨®nomo, la incorrecta definici¨®n de lengua valenciana, pretendidamente independiente de la lengua catalana, es sustituida por otra formulaci¨®n susceptible de ser interpretada, con buena voluntad, de manera menos ofensiva para los linguistas. La menci¨®n al valenciano, en efecto, deja las puertas abiertas para defender que ese t¨¦rmino designa simplemente una variante de la lengua com¨²n que se habla en las tres provincias valencianas, en Catalu?a, en las Baleares y en el Rosell¨®n franc¨¦s. En cualquier caso, las aberraciones que la pol¨ªtica y la ideolog¨ªa pueden engendrar a la hora de describir sesgadamente la realidad tendr¨¢n en adelante uno de sus mejores ejemplos en esta insensata pol¨¦mica sobre las lenguas, que ha pretendido romper en dos o en tres un ¨²nico idioma por necesidades exclusivamente electoralistas y en abierta pugna con los dict¨¢menes y las opiniones de cient¨ªficos y linguistas.Resultaba evidente que s¨®lo la rectificaci¨®n por parte de UCD de sus posiciones iniciales permitir¨ªa alcanzar una soluci¨®n negocida que, pese a la indefinici¨®n caracter¨ªstica de tales f¨®rmulas, sirviera para dar una salida honorable al envenenado conflicto. Tras la escisi¨®n de los parlamentarios socialdem¨®cratas, y dadas las reticencias de las minor¨ªas catalana y vasca ante el anteproyecto de UCD, no hubiera sido f¨¢cil que el Congreso hubiera aprobado, por la mayor¨ªa absoluta que el art¨ªculo 81 de la Constituci¨®n exige, la versi¨®n de marzo del Estatuto valenciano. Pero el problema no se reduc¨ªa s¨®lo y ni siquiera fundamentalmente al juego de las mayor¨ªas absolutas en la C¨¢mara Baja. Porque, de a?adidura, las elecciones generales de 1979 dieron la victoria, en el futuro territorio aut¨®nomo, a los adversarios del primitivo proyecto de Estatuto y no a sus promotores. En las provincias de Valencia y de Alicante, el PSOE fue el partido mas votado (36,72% y 39,46% respectivamente), seguido de UCD (33,87% y 37,55%), PCE (13,50% y 11,22%) y Alianza Popular (4,37% y 5,23%). S¨®lo en Castell¨®n, cuya poblaci¨®n representa aproximadamente la octava parte del censo global de las tres provincias, los centristas superaron a los socialistas. A mayor abundamiento, Alianza Popular, mucho mas inflexible que UCD en la defensa de los tres pol¨¦micos s¨ªmbolos de la denominaci¨®n, la bandera y el idioma, no logr¨® ni un solo esca?o en el Congreso en los comicios de 1979. As¨ª pues, resultaba incongruente con la voluntad popular expresada en los sufragios la pretensi¨®n combinada de UCD y el grupo de Fraga de imponer en un territorio de mayor¨ªa electoral de izquierda el texto de un Estatuto que no s¨®lo contrariaba las aspiraciones de los socialistas sino que adem¨¢s tomaba prestadas, en aspectos litigiosos de caracter simb¨®lico, las posiciones de un partido extraparlamentario dentro de la comunidad valenciana.
Afortunadamente, la inicial obcecaci¨®n de los centristas, probablemente animada por motivaciones t¨¢cticas y electoralistas ha dejado paso a una postura mas flexible, inteligente y realista que ha permitido, finalmente, llegar a un acuerdo sensato con la oposici¨®n parlamentaria. El fantasma de los Pa¨ªses Catalanes, intimidatoria e irracionalmente esgrimido por la derecha valenciana para apoyar su programa y combatir a sus adversarios, ha sido de nuevo encerrado en el arc¨®n de los demonios familiares, al que la abstenci¨®n de la minor¨ªa catalana en la votaci¨®n de ayer puede conceder absurdamente, sin embargo, una superficial plausibilidad. De esta forma, la vajilla inutilmente destrozada en la discusi¨®n de comienzos de marzo en el Congreso sobre el Estatuto de Valencia se incorpora al inutil inventario de las numerosas tormentas en vasos de agua y de las abundantes ri?as entre centristas y socialistas que animaron innecesariamente el per¨ªodo de la transici¨®n. Sin embargo, lo importante es que el acuerdo sobre el Estatuto valenciano ha sido finalmente suscrito. Una vez resueltos esos problemas, y tras el posterior paso por el Senado, la Comunidad Valenciana tendr¨¢ que enfrentarse con la tarea de poner en funcionamiento sus instituciones de autogobierno. Aplazadas las elecciones al Parlamento valenciano hasta 1983, al igual que en el resto de las comunidades establecidas seg¨²n el procedimiento del art¨ªculo 143 de la Constituci¨®n, el equilibrio de fuerzas dentro del nuevo territorio aut¨®nomo podr¨ªa hacer surgir, aqu¨ª tambi¨¦n, las tensiones anteriormente aparecidas en Cantabria y Asturias. A las fuerzas democr¨¢ticas corresponde demostrar, sin embargo, que las autonom¨ªas no son, fuera de Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco, un tinglado al servicio de los intereses de la clase pol¨ªtica o un escenario regional en el que los grandes partidos nacionales se limitan a realizar ensayos generales o confrontaciones electorales parciales con la vista puesta exclusivamente en la conservaci¨®n o la conquista de la mayor¨ªa parlamentaria y del Poder Ejecutivo del Estado sino plataformas que poseen un valor intr¨ªnseco y que se justifican por las mejores prestaciones que la Administraci¨®n puede dar a los ciudadanos.
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