Cocina y democracia
Luis Ir¨ªzar me invita al "Primer encuentro nacional de la cocina de mujeres". Yo hab¨ªa cre¨ªdo siempre (y sigo creyendo) que la cocina la hacen las mujeres, de modo que no entiendo muy bien la tautolog¨ªa. Lo que pasa es que no. Pasa que media democracia se ha puesto a cocinar, con la libert¨¦, cuando cre¨ªamos que, m¨¢s que a los placeres de la mesa, el personal se iba a dar a otros placeres con mueble. Que eso es lo que ten¨ªa en un grito a la reserva espiritual.V¨¢zquez Montalb¨¢n, Xavier Domingo, N¨¦stor Luj¨¢n (el difunto Cunqueiro), el citado Ir¨ªzar. Aqu¨ª nuestros "cr¨¢neos privilegiados", que dec¨ªa Valle-Incl¨¢n, aprovechando la libertad de expresi¨®n, se han puesto todos a hacer besugo al horno. A m¨ª en principio no me parece mal, pues que, como dec¨ªa Ortega, la democracia consiste en que unos pocos, elegidos por el pueblo, se dediquen al gobierno de la cosa, mientras los electores pueden "vacar" a sus placeres o asuntos personales. La democracia empez¨®, todav¨ªa en el franquismo, con los almuerzos pol¨ªticos de Gavilanes y, pasando por los desayunos del Ritz, puede morir en la "nueva cocina francesa", que a m¨ª me han ofrecido en todas partes, menos en Francia. La Iglesia, la gran derecha, la mayor¨ªa natural/ sobrenatural y la ultranza se han equivocado siempre de pecado. Cre¨ªan que el mal de los espa?oles era el sexo, pero es la gula. La gran derecha se equivoca por iletrada. Frente a una sola y magna historia de sexo, La Celestina, nuestros siglos ¨¢ureos est¨¢n llenos de novelas picarescas cuyo monotema es el hambre. Dice un cl¨¢sico a quien todos hemos hecho una equivocada lectura er¨®tica: "Ya me come, ya me come, por do m¨¢s pecado hab¨ªa". D¨¢bamos por supuesto de d¨®nde com¨ªa la muerte. Pero la muerte espa?ola de Vald¨¦s Leal come siempre de otro espa?ol (guerracivilismo) o a costa de otro espa?ol (explotaci¨®n).
Me dice Luis Lezama, del Alabardero:
-Los yanquis me han ofrecido cuarenta millones por poner aqu¨ª una hamburgueser¨ªa, pero yo prefiero seguir d¨¢ndoos bien de comer a los amigos.
Es la lucha contra la hamburguesa. La gran novela latinoch¨¦ nace, como creo haber apuntado aqu¨ª, de una respuesta idiom¨¢tica violenta al ingl¨¦s de USA. La nueva cocina espa?ola, francesa o catalana, es una respuesta a la invasi¨®n tambi¨¦n yanqui de la hamburguesa, que es el imperialismo de la mostaza. No es Cior¨¢n, con toda su grandeza de estilo, el primero en equiparar el Imperio USA con el Imperio Romano. S¨®lo que los romanos quer¨ªan ir de griegos por la vida, pero com¨ªan demasiado para eso (y descom¨ªan para volver a comer, seg¨²n el t¨®pico), y todo el secreto inmortal y gr¨¢cil de los griegos est¨¢ en que com¨ªan poco. S¨®crates aprende un aire nuevo de flauta la noche de su condena a muerte. Pienso que los imperios, las culturas, las sociedades, las democracias, las dictaduras, se pudren por el duodeno antes que por -la pr¨®stata o la bolsa copulatriz de la mujer. Inglaterra es Inglaterra porque tiene una comida desastrosa. Los generales argentinos de las Malvinas est¨¢n demasiado gordos para reivindicar nada. Cuando Franco mat¨® el hambre al personal (prosperity/60), el personal empez¨® a dar en filosof¨ªas, pol¨ªticas y libertades. El personal empez¨® a barrenar que el frigor¨ªfico a plazos era una televisi¨®n muy aburrida, y muchos se metieron en la Resistencia, que siempre es un toque. Uno, entre los duques de Alba, Sisita Pastega (ne¨¦ Milans del Bosch), Pitita Ridruejo y cuatro familias m¨¢s, podr¨ªa comer de barriga todo el a?o.
El saber esto es lo que le da a uno m¨¢s independencia para insultar a los anfitriones (no a ¨¦stos, sino a otros). En lo que m¨¢s he notado yo la democracia es en que los que antes me mentaban Carabanchel, por un art¨ªculo, ahora me invitan a Balthazar y Zalaca¨ªn por una alusi¨®n inocente.
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