'Paraos'..., pero no 'quietos'
Temma Kaplan, profesora de la Universidad de California, ha dedicado un libro (Or¨ªgenes del anarquismo en Andaluc¨ªa) a buscar las ra¨ªces y los porqu¨¦s, las causas del anarquismo andaluz y su desarrollo como movimiento de masas de campesinos y obreros de esta regi¨®n. Frente a interpretaciones que han querido reducir el anarquismo andaluz a un movimiento irracional y espont¨¢neo, Temma Kaplan sostiene que el anarquismo andaluz fue una respuesta racional y organizada, ¨²nica respuesta ante una situaci¨®n social y econ¨®mica espec¨ªfica: de reparto de tierras, de paro end¨¦mico, de obligada emigraci¨®n, etc¨¦tera. Y demuestra c¨®mo los jornaleros andaluces expresaron con toda claridad y coherencia -mediante sus acciones y organizaciones- qu¨¦ clase de nuevas relaciones sociales deseaban y persegu¨ªan.Vimos en el cap¨ªtulo de ayer c¨®mo la posesi¨®n concentrada en unas pocas manos de la tierra era la ra¨ªz y el tronco de todos los dem¨¢s problemas que aquejan desde hace siglos a la econom¨ªa y a la sociedad andaluzas. La gran propiedad de la tierra no cumple una funci¨®n econ¨®mica -debido tanto a su desaprovechamiento como a su, en ocasiones, insuficiente o deficiente explotaci¨®n, as¨ª como tambi¨¦n a la irracionalidad de ser utilizada tantas veces para cultivos extensivos -por ejemplo, trigo en regad¨ªo o girasol- que dejan gran rentabilidad al due?o, pero que agr¨ªcolamente son irracionales al no ser los cultivos id¨®neos para esa tierra y que apenas, emplean mano de obra.
Esa gran propiedad y el sistema en que es explotada trae aparejado el segundo de los grandes problemas andaluces: el paro, el empleo temporal y, como secuela de ambos (hasta hace poco), una enorme sangr¨ªa emigratoria, que hoy se ha constre?ido notablemente (a partir de 1975), pero que, pese a todo, sigue.
Se ha dicho que no es posible hacer comparaciones con ¨¦pocas pret¨¦ritas, porque en nuestros d¨ªas es mucho menor el n¨²mero de jornaleros. Esto, seg¨²n los estudiosos, no es tan verdad. Y en segundo lugar, ese campesinado proletarizado forma hoy la legi¨®n de los parados de la construcci¨®n, sin espita ni salida, con lo que vuelve a plantearse el tema de la tierra como ¨²nica v¨ªa de salida al paro masivo.
El problema de la mano de obra campesina: las innegables mejoras introducidas en la agricultura no han supuesto, como era previsible en todo proceso de modernizaci¨®n parcial, una mejora de su mercado de trabajo. Seg¨²n el profesor Bernal, las tasas de la poblaci¨®n activa dedicada a la agricultura no han cesado pr¨¢cticamente de bajar en lo que va de siglo, pero, en cambio, el volumen total de jornaleros vinculados y dependientes del campo ha disminuido en cantidades no tan significativas como consecuencia de las tasas de crecimiento vegetativo de la poblaci¨®n.
Nunca se arbitraron soluciones
El incremento de la poblaci¨®n urbana (resultado del trasvase emigratorio campo-ciudad), la reconversi¨®n intersectorial (en especial el auge de la construcci¨®n ante el boom tur¨ªstico, etc¨¦tera) no ha sido suficiente. A partir de 1973-1974, el paro agr¨ªcola vuelve a ser realidad, y en cinco a?os remota de nuevo cotas insostenibles.
Aunque resulte un tanto inconcebible, para el paro agr¨ªcola en Andaluc¨ªa nunca se arbitraron soluciones de largo alcance pese a la continuada presencia del problema. Siempre se trat¨® el paro como si de emergencias coyunturales se tratase. Esta perspectiva, dice Bernal, supone que el paro ser¨ªa de tipo t¨¦cnico, impuesto por las circunstancias clim¨¢ticas y tipos de cultivo, y se pretenden ignorar los otros paros: los provocados y mantenidos conscientemente por los que tienen la capacidad de poder de decisi¨®n, bien a nivel individual -los grandes propietarios-, bien por los Gobiernos, seg¨²n la pol¨ªtica agr¨ªcola mantenida; seg¨²n que se decida sembrar un tipo u otro de cultivo, se hagan o no huelgas de tierras vac¨ªas, se contraiga el gasto agr¨ªcola, todo ello puede provocar un paro de efectos m¨¢s catastr¨®ficos que el tecnol¨®gico; el absurdo mantenimiento de las regularizaciones salariales por campa?as, considerando como marco a una creaci¨®n artificial como es la provincia, sin ning¨²n significado agron¨®mico, genera desigualdades e injusticias que los propietarios de tierras, seg¨²n las distintas comarcas, no pueden soportar.
El empleo comunitario
Desde finales del siglo XVIII y hasta finales de la II Rep¨²blica -¨²nico per¨ªodo en que se intent¨® abordar con cierta coherencia y racionalidad el tema del paro tanto por las fuerzas pol¨ªticas de izquierda como por el Gobierno-, tres soluciones alternativas, seg¨²n ,circuristancias, se aplicaron sistem¨¢ticamente: a) los repartos de jornaleros entre propietarios; b) el establecimiento de derramas, a niveles municipales, seg¨²n la riqueza r¨²stica del contribuyente o por unidad de superficie pose¨ªda; c) la caridad, organizada o espont¨¢nea, seg¨²n el grado de aflicci¨®n proletaria. Ninguna de las f¨®rmulas arbitradas era deseada ni satisfizo nunca a jornaleros y propietarios, acept¨¢ndose como soluciones muy provisionales de compromiso -lo m¨¢ximo era una semana-, a las que, sin embargo, se volv¨ªa una y otra vez.
Tras la guerra civil, la soluci¨®n a) desapareci¨® por completo, y el recurso de la soluci¨®n b) era asumido muy precariamente, ?m¨¢s a¨²n!, por el Gobierno; s¨®lo qued¨® la opci¨®n c), suficiente para comprender lo que la posguerra ha significado, no ya por simples cuestiones de supervivencia, sino por dignidad moral para los campesinos andaluces. Excluidos de la Seguridad Social y de los logros que la nueva etapa pol¨ªtica ofrec¨ªa a los trabajadores de la industria y servicios, el jornalero conoc¨ªa una situaci¨®n de inmovilismo social que si no es milerania, como hiperb¨®licamente se ha dicho, s¨ª que es doblemente centenaxia.
Dejo para el final la. que se considera f¨®rmula de compromiso y soluci¨®n m¨¢s as¨¦ptica: la del empleo comunitario, f¨®rmula que no reconoce expl¨ªcitamente la responsabilidad que el r¨¦gimen de explotaci¨®n y propiedad de la tierra tiene en el tema del paro agr¨ªcola andaluz; que trata de salvar la dignidad del jornalero, al no someterlo a f¨®rmulas asistenciales vejatorias, y que pretende presentarse como f¨®rmula eficaz por lo que respecta al dinero invertido, y justifica de ese modo el precio pol¨ªtico que un Gobierno paga por la tranquilidad social.
Esta f¨®rmula, sin embargo, es la m¨¢s antigua de todas las empleadas en la regi¨®n andaluza como tratamiento del tema del paro, si bien nunca alcanz¨® el grado de sofisticaci¨®n actual -como la participaci¨®n y connivencia de las propias organizaciones obreras-; antes se aplicaba a nivel municipal: si hab¨ªa parados, se procuraba que fueran los fondos municipales los que hiciesen frente al problema, y si no los hab¨ªa, se proced¨ªa a la enajenaci¨®n de algunas de las fincas de propios del municipio, y con su importe atender coyunturalmente el paro producido, de tal manera que el paro, usado como pretexto, fue una de las v¨ªas por las que los ayuntamientos se fueron descapitalizando y sobre todo fueron perdiendo el patrimonio municipal -las tierras concejiles-, que, por iron¨ªa, iban a parar a las manos de quienes, siendo grandes propietarios, eran los corresponsables m¨¢s directos de la localidad.
Desde mediados del siglo XIX, el tratamiento se hac¨ªa a nivel comarcal o provincial, seg¨²n la etiolog¨ªa del paro agr¨ªcola, y entonces eran los organismos de gobierno provincial, diputaciones y gobiernos civiles, los que proced¨ªan a las reglamentaciones oportunas, casi siempre derramas de impuestos generales o autorizaci¨®n de arbitrios especiales, y como tal, imposici¨®n indirecta, con lo que se pretend¨ªa que entre todos, los parados incluidos, se financiase la erradicaci¨®n del paro. Con los fondos reunidos, ya a escala municipal o provincial, se practicaba la pol¨ªtica de "desempedrar calles para volverlas a empedrar nuevamente", pues hab¨ªa que demostrar por todos los medios lo absurdo de la operaci¨®n para recurrir a ella en casos l¨ªmites.
Hasta hace escasas semanas, las responsabilidades se encontraban en manos de las m¨¢s altas instancias nacionales, con iguales resultados de coyunturalidad, de ineficacia y de descr¨¦dito. ?Acaso porque nada, en lo esencial, dice Bernal, ha cambiado y se tratan de eludir los problemas o de no afrontarlos serena pero firmemente?
Por ¨²ltimo, ya en v¨ªsperas de las elecciones para el Parlamento andaluz, UCD se ha sacado de la manga un nuevo decreto sobre desempleo agrario, que ha sido repudiado absolutamente por todas las organizaciones sindicales, y que seg¨²n Paco Casero, l¨ªder del Sidicato de Obreros del Campo (SOC), "da la sensaci¨®n de cambiar todo para dejarlo todo igual"; en definitiva, dice Casero, se aplica la misma filosof¨ªa de siempre: "pan para hoy y hambre para ma?ana. ?Qu¨¦ pena que no estemos siempre en elecciones", ironiza el l¨ªder del SOC, "visitas de ministros, de pol¨ªticos, etc¨¦tera. Ahora, Andaluc¨ªa es lo m¨¢s importante, despu¨¦s... Es obligado posponer la aplicaci¨®n de la nueva normativa sobre el empleo comunitario hasta despu¨¦s de las elecciones y que del futuro Parlamento andaluz salga la petici¨®n al Gobierno central de negociar un futuro proyecto que tenga en cuenta nuestra realidad como instituci¨®n auton¨®mica".
La UGT ha calificado el nuevo decreto como "desafortunado y regresivo", y el rondo del 10% para el fomento del empleo agrario como inadmisible. La CNT no quiere entrar en la cr¨ªtica puntual, pues dice que "hay que afrontar el problema de ra¨ªz en base a dos aspectos: la soluci¨®n de problema inmediato de subsistencia y la orientaci¨®n de las movilizaciones de jornaleros hacia la destrucci¨®n del sistema de propiedad de la tierra. En fin, los sindicatos no s¨®lo han protestado, sino que todos tambi¨¦n (CC OO, UGT, SOC, Sindicato Andaluz y CNT) han dado a conocer estudios proponiendo alternativas puntuales y concretas para acabar de una vez por todas con esa lacra del empleo comunitario que "no ten¨ªa otro objeto", dice Risquez al comentar el nuevo decreto, "que acallar las justas quejas de los jornaleros y los peque?os campesinos por un sistema que les manten¨ªa sin empleo ocho, nueve o diez meses al a?o. Con la limosna del empleo comunitario -seg¨²n Risquez- se ha comprado una relativa tranquilidad en los camp6s andaluces durante la ¨²ltima d¨¦cada".
Los 'paraos'
Sabida es la eterna pol¨¦mica existente sobre el n¨²mero real de parados a nivel nacional. Pues bien, aunque las cifras oficiales (que tambi¨¦n presentan grandes diferencias) tiendan a mitigar la realidad, hoy el paro es la principal fuente de preocupaci¨®n en toda Espa?a. Pero hay una diferencia b¨¢sica. Para Andaluc¨ªa el paro no es ninguna sorpresa, su situaci¨®n actual es una simple (aunque muy grave) agudizaci¨®n de su paro end¨¦mico. "Andaluc¨ªa y paro van unidos" constantemente a la cabeza del paro nacional. Hoy, seis de sus ocho provincias est¨¢n entre las ocho primeras provincias paradas de Espa?a, acompa?adas en ese triste ranking por Badajoz y Las Palmas. Pero el problema es de siempre.
Hasta los primeros a?os de la d¨¦cada de los sesenta, Andaluc¨ªa (seg¨²n datos del Bolet¨ªn Estad¨ªstico del Banco de Espa?a) ten¨ªa el 50%. por t¨¦rmino medio de los parados de toda Espa?a. Luego, con el des pegue econ¨®mico, polarizado en Europa m¨¢s en Catalu?a, Euskadi y Madrid, el paro disminuye gracias a la emigraci¨®n, no por una mejora en las estructuras econ¨®micas y sociales andaluzas. Pero sigue siendo alto, del 29% al 37%, seg¨²n a?os del total nacional. Desde los a?os 1973-1974 (inicio de la actual crisis), el paro aumenta, y ello por tres causas:
1. Aumento de poblaci¨®n en edad de trabajar.
2. Crecimiento de la poblaci¨®n total por menor emigraci¨®n.
3. Disminuci¨®n de los puestos de trabajo. En los ¨²ltimos a?os, por ejemplo, Andaluc¨ªa creci¨® en 150.000 personas. Los puestos de trabajo deber¨ªan haber aumentado, m¨¢s o menos, en la misma proporci¨®n. Pero no ha sido as¨ª. Por el contra r¨ªo, disminuyeron en 175.000 los puestos de trabajo. Consecuencia: un paro atroz; m¨¢s del 20% sobre su poblaci¨®n activa en C¨¢diz y Sevilla, del 17% en M¨¢laga, etc¨¦tera. Lo dicho, seis de las ocho provincias andaluzas est¨¢n a la cabeza del paro a nivel nacional, y Almer¨ªa por encima de la media nacional. En Ja¨¦n depende la fecha en que se haga la encuesta. Si es en ¨¦poca de recolecci¨®n de la aceituna, baja; si no, aumenta sensiblemente.
Seg¨²n pone de manifiesto F¨¦lix Plaza, uno de los m¨¢s graves problemas de la falta de una reforma agraria en Andaluc¨ªa la constituyen las condiciones de vida de los jornaleros. El 51% de trabajo exigido por la rotaci¨®n de los cultivos de cereales y legumbres se hace durante los meses de junio, julio y agosto. Si a esto a?adimos que otro 12% del trabajo oficial exigido se realiza en la siembra durante el mes de octubre, tendremos que en los restantes ocho meses del a?o s¨®lo se hace el 37% del resto del trabajo. En resumen, el latifundio agr¨ªcola andaluz -en sus diversas modalidades y variantes impuestas por los distintos tipos de cultivos- no suele emplear a los jornaleros eventuales m¨¢s de doscientos d¨ªas al a?o. ?Qu¨¦ hacer los 165 restantes?
Emigraci¨®n encubridora
En t¨¦rminos absolutos, Andaluc¨ªa es la primera regi¨®n emigrante de Espa?a. Considerados los a?os 1900 a 1975, su saldo migratorio neto arroja una p¨¦rdida de 1.833.260 personas. En t¨¦rminos relativos (porcentaje de poblaci¨®n perdida con respecto a su poblaci¨®n total), Andaluc¨ªa es s¨®lo la cuarta regi¨®n emigrante (tras Extremadura, la Mancha, Castilla la Vieja y Le¨®n). Pese a ello, Andaluc¨ªa sigue siendo la regi¨®n espa?ola con mayor n¨²mero de habitantes: 6.441.755, seguida de Catalu?a y Madrid.
Y esta es la mayor esperanza y la m¨¢s clara que tiene Andaluc¨ªa: su poblaci¨®n, su potencial humano, su fuerza de trabajo... y de presi¨®n social. Porque lo m¨¢s grave y a veces irreversible es cuando una regi¨®n se despuebla y desertiza. Sin poblaci¨®n nada se puede decir. Entonces, la esperanza es mera quimera, como, por desgracia, ya les ocurre a varias regiones espa?olas.
Mas, por otra parte, un interlocutor andaluz me dec¨ªa: "Las oleadas de emigrantes que han tenido que irse lustro tras lustro a otras tierras para ganarse poco m¨¢s que el pan y ser considerados ciudadanos de segunda, lo ¨²nico que han conseguido es perpetuar el sistema social y econ¨®mico imperante en Andaluc¨ªa (sistema que es la causa precisamente de su condici¨®n emigrante). Ha servido para perpetuar las estructuras vigentes". Y el catedr¨¢tico de Derecho Pol¨ªtico de la Universidad de Granada Jos¨¦ Cazorla denuncia: "Dicho de otro modo, es inadmisible y objetivamente injusto que para apoyar el conjunto de la econom¨ªa nacional se haya sacrificado deliberadamente a una capa social, la menos pudiente de las regiones menos desarrolladas. Ninguna raz¨®n de Estado lo puede justificar. Porque el Estado no es algo que se sit¨²e por encima de las clases, por encima de la sociedad. Y menos si el sacrificio de una parte de ¨¦sta se hace para sostener una estructura desigual, no para acabar con ella. La disminuci¨®n de la emigraci¨®n y el retorno de muchos emigrantes plantean de nuevo, ante una estructura socioecon¨®mica andaluza no muy diferente a la de hace cincuenta a?os o m¨¢s, el problema del trabajo como bien escaso en nuestra regi¨®n. Y las repercusiones pol¨ªticas de esa escasez pueden alcanzar las m¨¢s graves consecuencias en cualquier momento."
El pasodoble ha terminado
Parece claro que el pasodoble ha terminado. Como dicen los profesores Murillo y Beltr¨¢n, "de ahora adelante, la emigraci¨®n va a tener muy poca capacidad encubridora, con lo que podr¨¢ apreciarse lo que de enga?osa y brutal ten¨ªa la soluci¨®n emigratoria. Adem¨¢s m¨¢s de que la emigraci¨®n ha funcionado no como un factor de transformaci¨®n, sino precisamente al contrario, como consolidaci¨®n del estado actual. Pero ahora el proceso vuelve a comenzar. La presi¨®n aumenta, y la descarga tendr¨¢ que buscar otros nuevos derroteros. Y si no los busca ser¨¢ buscada".
La presi¨®n aumenta. Sin la p¨¦rdida de fuerza que facilita la emigraci¨®n, con las altas tasas de natalidad andaluzas, con el vertiginoso aumento del paro... Esa riada no es posible, no ser¨¢ posible constre?irla poni¨¦ndole diques. Los pantanos precisan de aliviaderos para no ser derribados por las avenidas de agua.
Ahorrar para los otros
Otro aspecto de la emigraci¨®n es lo que se ha hecho durante todos estos a?os con el ahorro generado por los trabajadores en el extranjero. Se calcula que los emigrantes andaluces al extranjero han aportado al Estado m¨¢s de 300.000 millones de pesetas en divisas. Pero ese dinero ha sido canalizado para potenciar la industrializaci¨®n de otras regiones m¨¢s ricas.
Cada a?o se van de Andaluc¨ªa unos 80.000 millones de pesetas. Bien claro lo dijo hace alg¨²n tiempo el economista cordob¨¦s y diputado de UCD Jos¨¦ Javier Rodr¨ªguez Alcaide: "El paro andaluz desaparecer¨ªa con tan s¨®lo invertir el ahorro generado en la regi¨®n".
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