Landelinismo
Estofado de silencios, taraceado de cl¨¢usulas, sacralizado de oro de altar, incienso parlamentario y mirra teleol¨®gica, procesional y escueto, paseado e inm¨®vil, ¨¢guila que nunca estuvo en Hipona, presidente de presidentes, Landelino Lavilla asiste a la ¨²ltima movida, centrista, el landelinismo, como un santo a sus novenas y trisagios: imp¨¢vido.Porque a la uced¨¦ le pueden pasar dos cosas: que gane las elecciones generales o que las pierda. Lo m¨¢s grave para uced¨¦ ser¨ªa ganarlas. Porque no tienen un hombre, el hombre, un Duque/ Su¨¢rez/recambio. O tienen a Su¨¢rez como recambio de s¨ª mismo. Ya se ha visto que Calvo Sotelo es un r¨ªo sin afluentes. O un afluente que no va a dar a ning¨²n r¨ªo. A Su¨¢rez hay que volver, claro, pero no ahora. Ser¨ªa una humillaci¨®n para los que casi le echaron hasta del partido, y ser¨ªa una desestabilizaci¨®n, por que el populismo balzaciano de Su¨¢rez es una cosa que molesta. Entonces, el hombre es Landelino Lavilla Alsina. Landelino Lavilla, que no se comer¨ªa un rosquillo electoral, cosa que los analistas pol¨ªticos anotan en su contra, pero que viene a su favor, porque las derechas naturales/sobrenaturales no creen en la democracia (un suponer, el se?or Segurado, patache segundo de los empresarios), y el inc¨®gnito/anonimato de Lavilla le prestigia como elite, como hombre de unos pocos, como elegido por quienes saben elegir, y no por taxistas y criadas. La impopularidad es un carisma para los carism¨¢ticos. De modo que, fileteado por su solriza natural, due?o de c¨®digos, de c¨®dices, el hombre que le ha dado al Parlamento un ritual de ejercicios espirituales, Landelino Lavilla es, respecto de Calvo Sotelo, un internarse de la derecha en s¨ª misma, un ensimismamiento, porque ¨¦l es un ensimismado. Y el landelinismo viene a ser ese espacio vivaqueante e impaciente donde la terrenalidad democr¨¢tica de la uced¨¦ viene a confundirse con la sobreterrenalidad teocr¨¢tica del nacionalcatolicismo.
As¨ª, el acceso de Landelino Lavilla a la presidencia del Gobierno, si se diere, no supone s¨®lo la continuidad de la derecha centrista en el poder, sino la ruptura de esa continuidad, ya que Lavilla advendr¨ªa a t¨ªtulo de cuerpo incorrupto, de hombre sacramental de estatua yacente de pie. M¨¢s que una continuidad democr¨¢tica o una maniobra pol¨ªtica, la entronizaci¨®n de Landelino Lavilla (se est¨¢ barrenando mucho sobre el tema, y eso ya justifica esta columna) significar¨ªa la respuesta del elitismo cr¨ªptico al electoralismo num¨¦rico. Ganada la batalla de los grandes n¨²meros, los ganadores deciden entronizar/canonizar, no a un inter pares, sino al m¨¢s silencioso y sigiloso, imponiendo as¨ª su fe carism¨¢tica en el centro de la circunferencia democr¨¢tica. Los m¨¢s voluntariamente optimistas dicen que Landelino Lavilla ser¨ªa un hombre/recurso para dar paso a pol¨ªticos m¨¢s esquineros y populares, como Su¨¢rez, pero uno piensa que, instalado el santo en su peana, por la peana se adora al santo, y eso ya no hay quien lo mueva.
El landelinismo, en todo caso, es hoy un sue?o de incienso y poder querecorre el cuerpo barroco y jesuita de nuestra derecha/derecha. Dice Salvador P¨¢niker, en su nutritivo libro Aproximaci¨®n al origen, que ya he sacado en esta columna, que la democracia es el menos malo de los sistemas, "porque es el que soporta, al mismo tiempo, mayor cantidad de orden y de desorden". Yo, que soy de pocas luces, no veo a Landelino Lavilla soportando ni una bronca de borrachos en s¨¢bado. El landelinismo no es s¨®lo el sue?o de resituar a un hombre de indudables m¨¦ritos. Es, mucho m¨¢s que eso, el deseo subconsciente e irracional de volver a los carism¨¢ticos, a los providenciales, de romper con la reci¨¦n iniciada tradici¨®n democr¨¢tica (ya rompieron dimitiendo a Su¨¢rez). Lo de menos, as¨ª, ser¨ªa la pol¨ªtica que hiciese L/L. Lo importante es el golpismo espiritual latente, la fascinaci¨®n por lo impopular. Lo sacerdotal.
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