Manifiesto contra la guerra en el Atl¨¢ntico sur
Ante la aventura militar de la dictadura argentina y la responsabilidad consiguiente del conservadurismo ingl¨¦s, exiliados pol¨ªticos argentinos residentes en Madrid denunciamos:1. Las razones de la guerra. Tras seis a?os de brutal dictadura, de cr¨ªmenes y asesinatos, de destrucci¨®n de la econom¨ªa argentina, mediante la enajenaci¨®n abierta del pa¨ªs al capital internacional, de resignaci¨®n de todo atisbo de soberan¨ªa mediante el sometimiento directo al imperialismo norteamericano, la dictadura de las Fuerzas Armadas argentinas decidi¨® el desembarco en las Malvinas.
Represi¨®n popular
Puesta en jaque por la crisis econ¨®mica, presionada por el cada vez m¨¢s,evidente descontento popular, sumida en la lucha sectorial de las fracciones del gran capital, la dictadura utiliza esta aspiraci¨®n leg¨ªtima del pueblo argentino, apoy¨¢ndose en una intoxicaci¨®n publicitaria sin precedentes, para tratar de detener su creciente deteriono, aglutinando tras s¨ª al conjunto de las direcciones de los partidos pol¨ªticos y buscando ganar con este recurso tan demag¨®gico, como irresponsable a los mismos obreros que un par de d¨ªas antes hab¨ªa disparado y apaleado en las calles del pa¨ªs. Al mismo tiempo, las Fuerzas Armadas, conscientes de su responsabilidad como autores de la m¨¢s cruel represi¨®n popular de nuestra existencia como naci¨®n y de la destrucci¨®n de Argentina, buscan c¨ªnicamente con esta maniobra su redenci¨®n hist¨®rica frente al inapelable juicio futuro de nuestro pueblo, que saben que es irremisiblemente condenatorio. Estas Fuerzas Armadas pretorianas, envanecidas por el ejercicio del terrorismo de Estado, confiadas en la pol¨ªtica de hechos consumados y en el poder que les da el rol de gendarmes del imperialismo yanqui en Am¨¦rica Central, chocaron, sin embargo, con los intereses del mismo gran capital, pero bajo otra bandera: los defendidos por el conservadurismo brit¨¢nico de Margaret Thatcher. Por su parte, el Gobierno de Regan y Haig, obligado a optar, tras su fracaso en lograr un arreglo negociado, no vacil¨® en colocarse a favor de su aliado estrat¨¦gico de la OTAN, mientras sus servidores latinoamericanos se desgarraban las vestiduras por su inconsecuencia. Precisamente este conflicto estalla entre dos Gobiernos apoyados y sostenidos por la Casa Blanca, beneficiario ¨²ltimo de esta tr¨¢gica guerra.
El Gobierno ingl¨¦s, mientras tanto, corresponsable de esta aventura belicista, no ha dudado en igualar en el ejercicio de la violencia a la dictadura de Buenos Aires, para conservar tras los sue?os trasnochados de sus glorias imperiales- sus ileg¨ªtimas posesiones australes.
2. El costo de la guerra. El hundimiento de un.crucero argentino y un destructor ingl¨¦s, as¨ª como de otros barcos y aviones con las p¨¦rdidas hu¨ªnanas en estos y otros combates de un millar de vidas ha producido en la comunidad internacional una reacci¨®n de espanto general justificada. Nadie puede sorprenderse. Al contrario del rey Midas, todo lo que esta dictadura toca est¨¢ condenado a convertirse en sangre y miseria. Estos militares, a los que determinados dirigentes pol¨ªticos, sindicales, exiliados y sectores de la Iglesia, confieren autoridad para accionar en nombre de la soberan¨ªa, han asesinado a 10.000 compatriotas y han pasado a la categor¨ªa de desaparecidos a otros 30.000. Si las vidas en juego de esta guerra nos estremecen y nos hacen pensar enraz¨®n, en un mar de sangre; las m¨¢s de 40.000 v¨ªctimas imputables a la cuenta de esta dictadura siniestra dan la magnitud del genocidio, de su responsabilidad hist¨®rica y de su absoluta ilegitimidad para realizar ning¨²n tipo de acci¨®n en nombre del pueblo argentino. Pero el costo de esta guerra no s¨®lo se mide en la sangre derramada. En un pa¨ªs en quiebra, sumido en la miseria (que ha llevado a instituciones ben¨¦ficas a instalar ollas populares colectivas para atenuar el hambre de los ni?os), donde se congelan los salarios a punta de pistola, -mientras se bate a?o a a?o el r¨¦cord mundial de inflaci¨®n, se dilapidan setecientos millones de d¨®lares en diez d¨ªas de esta guerra particular. Y ahora se somete al pueblo a una econom¨ªa de guerra que, por supuesto, no comprende ning¨²n riesgo para las inversiones del gran capital ingl¨¦s en Argentina. Y m¨¢s a¨²n. Esta demencial maniobra de la Junta Militar argentina pone en serio peligro los s¨®lidos argumentos jur¨ªdicos e hist¨®ricos que la naci¨®n argentina tuvo y tiene para ejercer su soberan¨ªa sobre las islas Malvinas, con el riesgo ahora de concesiones y menoscabos en el marco de la negociaci¨®n del conflicto. Pero no por ser la dictadura de Argentina nuestro enemigo fundamental podemos suponer que es bueno su oponente b¨¦lico. ?Qu¨¦ decir de Margaret Thatcher, que parece emocionarse hasta las l¨¢grimas por las bajas del destructor hundido (o por los cincuenta millones de d¨®lares que cuesta), revelando una sensibilidad que no mostr¨® frente a la lenta agon¨ªa de diez irlandeses que reclamaban mejores condiciones carcelarias o ante el drama de dos millones de desocupados brit¨¢nicos!
3. Las perspectivas. M¨¢s all¨¢ de los avatares de esta guerra y de su soluci¨®n negociada, la carta de triunfo del pueblo argentino no pasa hoy por la recuperaci¨®n cueste lo que cueste" de la soberan¨ªa sobre las islas Malvinas, sino por la recuperaci¨®n de su soberan¨ªa total, comenzando por su soberan¨ªa interna, que, entre otras cosas, significa decidir libremente cu¨¢ndo, c¨®mo y por qu¨¦ reclama las islas australes.
Una guerra esp¨²rea
La ¨²nica soberan¨ªa posible pasa por la ca¨ªda de la dictadura militar argentina. Porque con la Junta Militar no hay soberan¨ªa. Porque tras los falsos dilemas que plantea no hay lucha antidictatorial, sino sumisi¨®n a sus planes de legitimaci¨®n y supervivencia. Por ello decimos no a la guerra. Contra la aventura belicista de la dictadura argentina y del Gobierno conservador ingl¨¦s. Su guerra esp¨²rea no es la guerra de nuestros pueblos, por m¨¢s que la propaganda dictatorial intente apelar a las fibras m¨¢s sensibles de los sentimientos antiimperialistas y anticoloniales del pueblo argentino.
Por la paz. Contra la guerra en el Atl¨¢ntico sun Es nuestra consigna, y tras ella invitamos a nuclearnos a argentinos, latinoamericanos y espa?oles.
Por el alto el fuego. Para que ni una sola gota m¨¢s de sangre de soldados argentinos y brit¨¢nicos se derrame en las islas Malvinas y adyacentes.
Por el derrocamiento de la dictadura, argentina. Porque s¨®lo un pueblo libre puede ejercer la soberan¨ªa.
Por la aparici¨®n con vida de los desaparecidos. Junto a la lucha inclaudicable de las madres de plaza de Mayo. Apoyo a la lucha antidictatorial del pueblo argentino.
Por la libertad de todos los presos pol¨ªticos y sociales. Contra los pactos c¨ªvico-militares, las amnist¨ªas para favorecer a los terroristas de Estado y contra toda forma de concordancia. Contra el imperialismo norteamericano y por el ejercicio de la soberan¨ªa popular. La ¨²nica soberan¨ªa popular pasa por el derrocamiento de la dictadura.
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