All¨ª fue Troya
"Hasta aqu¨ª pod¨ªamos llegar" han gritado las gentes de Alba de Tormes, si la agencia no miente, "por aqu¨ª no pasan obispos del Palmar de Troya, ni di¨¢conos, ni monjas". Con un papa, una santa y una casa ducal ya tenemos bastante.Como postre por remate de este a?o centenario y teresiano al obispo Clemente, no se le ha ocurrido otra cosa que aportar su granito de arena a los graneros celestiales reproduciendo a lo vivo y en un convento de fama una de aquellas algaradas espectaculares que en tiempos de la Madre sol¨ªan tener como protagonistas a priores, visitadores, monjes y monjas m¨¢s o menos descalzas, hasta llegar en ocasiones a las manos. Basta con echar un vistazo a la vida de Santa Teresa o San Juan de la Cruz para entender como tales envites eran capaces de traspasar rejas y muros hasta ganar la calle y resonar a veces en cartas dirigidas nada menos que a Felipe II. Y para que en este cuadro a?ejo y crepuscular no falte nada incluso el tal papa y su s¨¦quito se salvaron gracias al sentido com¨²n de un grupo de juiciosos catalanes.
Al papa en cuesti¨®n, por si ya hubiera poca confusi¨®n all¨¢ en sus predios del sur cara a las pr¨®ximas elecciones, s¨®lo se le ocurri¨® autoproclamarse elegido y aut¨¦ntico a orillas del hist¨®rico Tormes. Se le ocurri¨® y lo llev¨® a cabo un poco en plan de campeonato regional donde ya se sabe como acaban a veces jugadores y arbitros. El caso es que, tal como en los tiempos se?alados antes, a?os en los que duda y fe cabalgaban por los senderos de Le¨®n y Castilla, las campanas tocaron a arrebato, los vecinos se echaron a la calle y, a no mediar el droguero de la villa, la sangre de alguna que otra cabeza rota hubiera hecho cambiar de nombre y color el Alba de la antigua famil¨ªa. El droguero como uno de aquellos "hombres honrados" de concejo y vara decidi¨®, no partirla sobre el lomo del papa ofensor y sus acompa?antes, sino ganar tiempo y espacio, virtudes seculares como se sabe, de aquellos que reparten sus horas entre el mostrador y el campo, y una vez ganados ambos para su causa purificadora encerr¨® a todos en el interior del templo, convocando a los vecinos con un clamor de recias espada?as.
Debi¨® de ser cosa digna de ver y o¨ªr a ambos bandos rivales, enfrentados y unidos, como a la espera de la hora del juicio final, los unos a la izquierda, los otros a la derecha entre flores y cirios aunque, lo m¨¢s probable es que les preocupara sobre todo aquel otro que ya se acercaba con hoguera final clamando por las calles de la villa. El caso es que el clamor aquel consigui¨® alcanzar por fin a los coches de los ins¨®litos peregrinos dejando a ¨¦stos hechos un cristo como el dicho dice, incendiando su coche; es decir quem¨¢ndolos en efigie.
Como en un filme de la Italia de posguerra, menos mal que entre el prior, el p¨¢rroco y el alcalde consiguieron salvar a las futuras v¨ªctimas s¨ª no de los rigores del cielo de otros m¨¢s apegados a la tierra con la ayuda de dos angeles guardianes disfrazados de m¨¦dico y A.T.S.
Cuando al caer el crep¨²sculo, el juez puso en la calle al papa y sus ocho, les fue preciso tomar un taxi para volver a su Palmar, a meditar acerca de si los espa?oles hemos cambiado mucho o no, sobre si el cielo desde aqu¨ª abajo, a ras de tierra, resulta m¨¢s hostil y dif¨ªcil que desde nubes cargadas de millones.
Mientras tanto en ese sur de Clemente, a punto de votar, la imagen de una virgen llora y crece d¨ªa a d¨ªa, el sendero y el r¨ªo de los que quieren ver de cerca tal prodigio. Las autoridades eclesi¨¢sticas recomiendan paciencia y calma. A su hora todo se aclarar¨¢. Quiz¨¢ dentro de una semana o dos, con la balanza decidida por pualquiera de los partidos en pugna.
Ahora ya s¨®lo falta que un grupo de irritados vecinos de Alba de Tormes bajen hasta Granada a increpar a esavirgen por sus l¨¢grimas. Por motivos menos razonables se encendieron en Europa hace siglos guerras de religi¨®n en las que se jug¨® y quem¨®, puescomo todos saben comparadas con ellas las dem¨¢s eran simples pecados veniales. Aqu¨ª, nunca se sabe. Si aqu¨ª a cualquiera hoy, se le ocurriera escribir un gui¨®n, una comedia o una novela donde pueblo, relicarios, jerarqu¨ªas, drogueros, priores y milagros se mezclaran, es posible que s¨®lo hiciera sonreir a los dem¨¢s en el mejor de los casos, "ahora somos distintos" dir¨¢n aquellos que hace a?os inventaron lo de "Espa?a es diferente". Y sin embargo ah¨ª est¨¢n Granada y Alba de Tormes, hermanas y rivales en la lejan¨ªa, la una llorando l¨¢grimas de sangre, la otra con sus hogueras encendidas.
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