La sombra de Jomeini
Parece que estamos en una ciudad provinciana cualquiera de la Rep¨²blica isl¨¢mica de Ir¨¢n. Si se pasean ustedes a trav¨¦s de los pasadizos del mercado de frutas y hortalizas de Abu Dhabi, s¨®lo oir¨¢n hablar en farsi. Entre las pir¨¢mides de manzanas y pimientos, de pepinos y naranjas, ver¨¢n retratos gigantes de Jomeini con sonrisa paternal.?Son 50.000, 60.000 o 100.000 los iran¨ªes que se han instalado en el Estado de: los Emiratos Arabes Unidos? Nadie lo sabe con exactitud. Muchos emigraron en el siglo XIX, y sus descendientes, naturalizados, se consideran -como muchas de las grandes familias de Qatar, Kuwait o Bahrein- ciento por ciento ¨¢rabes. Pero entre ellos contin¨²an hablando farsi. Otros huyeron del r¨¦gimen del sha y conservan su pasaporte de origen. Estos ¨²ltimos son casi tan numerosos como los ciudadanos de Qatar (de 40.000 a 50.000.9 o constituyen casi la d¨¦cima parte de la poblaci¨®n aut¨®ctona de Kuwait.
En todos los lugares del Golfo, los iran¨ªes, naturalizados o no, ocupan un puesto en la sociedad que va m¨¢s all¨¢ de su importancia num¨¦rica. Los behbehani, los zayyan¨ª, los galadari, los kazimi dirigen unos imperios financieros, frecuentan los pasillos del poder, a veces son ¨ªntimos de los jeques. Los hijos de buena familia son profesores, cuadros superiores, oficiales del ej¨¦rcito o de la polic¨ªa.
A un nivel menos elevado, resultan indispensables con frecuencia en la vida cotidiana. En Kuwait, por ejemplo, casi siempre tendr¨¢n ustedes que tratar con un iran¨ª cuando vayan a comprar el pan, cuando efect¨²en sus compras en una tienda de comestibles o en una mercer¨ªa, al confiar sus maletas a un mozo de equipajes o al llevar a lavar el coche.
A favor de la revoluci¨®n
Los iran¨ªes, de origen, naturalizados o no, son en su mayor¨ªa favorables a la Rep¨²blica Isl¨¢mica. Al igual que sus compatriotas de la metr¨®poli, han sido casi un¨¢nimes en el apoyo a la revoluci¨®n en sus comienzos. Se han dividido luego, cuando los jomeinistas comenzaron a atacar a sus adversarios, tanto de izquierdas como de derechas. Han reencontrado su unidad, al menos en apariencia, a partir del comienzo de la guerra del Golfo. Por patriotismo, tanto los ricos como los pobres son anti-iraqu¨ªes. En el zoco de hortalizas de Abu Dhabi, los peque?os comerciantes s¨®lo tienen en sus bocas elogios ditir¨¢mbicos para el Islam revolucionario de Jomeini.
Lo m¨¢s sorprendente es la tolerancia, y aun la complacencia, de que dan prueba los gobernantes del Golfo con respecto a las comunidades persas. Es cierto que los expatriados iran¨ªes, aparentemente al menos, no se dedican a ninguna actividad subversiva. En enero ¨²ltimo, en Dolia (Qatar), se produjo un comienzo de huelga de protesta contra la muerte, a manos de la polic¨ªa, de un iran¨ª, pero las medidas de seguridad prodigadas pronto pusieron sordina al asunto, tanto en Dolia como en Teher¨¢n.
Tampoco tuvo consecuencias una manifestaci¨®n Organizada en diciembre pasado en Dubai contra la represi¨®n en Bahrein, en el curso de la cual se corearon esl¨®ganes contra Estados Unidos y Arabia Saud¨ª. Es m¨¢s, los Emiratos Arabes Unidos contin¨²an recibiendo la visita de oficiales y agitadores procedentes de Ir¨¢n, como el ayatollah Jaljali y el fogoso diputado de Teher¨¢n firedine Hajazi, que arengan libremente a las multitudes de sus admiradores... El soberano de Dubai, el jeque Rached, seg¨²n se dice, se preocupa m¨¢s del desplome del comercio con Ir¨¢n, que produce un cierto marasmo en su emirato, que de las sirenas de la revoluci¨®n isl¨¢mica...
Una neutralidad falsa, pero prudente
Cuesta trabajo creer a los dirigentes del Golfo que, unos despu¨¦s de otros -con la excepci¨®n de los de Bahrein y Arabia Saud¨ª-, aseguran al periodista de paso que no existe, verdaderamente no existe, un peligro iran¨ª". Un detalle significativo: el ¨²nico soberano que parece sinceramente convencido de su tesis -que, por lo dem¨¢s, ha mantenido ante nosotros con m¨²ltiples argumentos- ha exigido conservar el anonimato.
Resulta potencialmente arriesgado provocar a un vecino poderoso que no carece de medios de respuesta pol¨ªticos, econ¨®micos y militares. ?Acaso la aviaci¨®n iran¨ª no redujo a cenizas en algunos minutos, el 1 de octubre de 1981, unas instalaciones petroleras que hab¨ªan costado a Kuwait unos doscientos millones de d¨®lares? A partir de entonces se comprende a las autoridades de este pa¨ªs cuando cierran los ojos ante el env¨ªo a la Rep¨²blica Isl¨¢rnica de cargamentos de v¨ªveres comprados y fletados discretamente por algunas riqu¨ªsimas familias de origen persa, o cuando los servicios de seguridad de Dubai vuelven la vista en el momento en que los barcos cargados con armas se hacen a la mar, aprovechando las tinieblas de la noche, para dirigirse furtivamente hacia las costas iran¨ªes.
De grado o por fuerza, lo admitan o no lo admitan, los dirigentes del Golfo han tomado partido, sin embargo, por Irak. A modo de solidaridad ¨¢rabe, sin duda, pero lo han hecho tanto por miedo al jomeinismo, como por temor a eventuales represalias de Bagdad. Los peri¨®dicos de la regi¨®n intentaron inicialmente adoptar una actitud de neutralidad con respecto a los dos beligerantes. Algunas bombas bien situadas, dos o tres atentados, la supresi¨®n de presupuestos publicitarios, no han tardado en reconducir a la Prensa a un mayor realismo. Ha comprendido que no pod¨ªa reproducir m¨¢s que los comunicados militares de Bagdad, en los que alternan el triunfalismo y el optimismo.
Sin embargo, esta falsa neutralidad no enga?a a nadie. Con excepci¨®n del jeque Zayed, presidente de los Emiratos Arabes Unidos, que nos ha asegurado que no prestaba ninguna ayuda particular a Irak, los dem¨¢s dirigentes del Golfo admiten que subvencionan al Gobierno de Bagdad: 21.000 millones de d¨®lares (m¨¢s de dos billones de pesetas) bajo la forma de pr¨¦stamos sin inter¨¦s le han sido entregados hasta el d¨ªa de hoy por los Emiratos, Arabia Saud¨ª, Kuwait y Qatar, confiesa el ministro de Finanzas de Kuwait, Abdel Latif el Hamad.
La amenaza apenas es velada. Y es, sobre todo, el porvenir el que preocupa a los dirigentes del Golfo. Al comienzo, esperaban que la guerra iba a debilitar a sus dos poderosos vecinos, ambos invasores a t¨ªtulos diferentes, y a terminar en forma de match nulo, gracias a un compromiso que tendr¨ªa el m¨¦rito de neutralizarlos rec¨ªprocamente.
Las ¨²ltimas victorias iran¨ªes han modificado sensiblemente los t¨¦rminos de la ecuaci¨®n. Un Jomeini triunfador no dejar¨¢ de pedir cuentas a las "corrompidas petromonarqu¨ªas, agentes del imperialismo".
El espectro de la posguerra
La posguerra, sea cual sea el desenlace de ¨¦sta, inquieta ya a determinados responsables. Uno de los hombres politicos m¨¢s respetados de Kuwait, Mohamed el Adassan?, presidente de la Asamblea Nacional, nos habla de ello con franqueza: "Ser¨ªa equivocado subestimar los factores de desestabilizaci¨®n existentes en esta parte del mundo. Uno de ellos es la guerra del Golfo. ?Qu¨¦ ser¨¢ de nosotros el d¨ªa en que se restablezca la paz? Forzosamente, Irak e Ir¨¢n bombear¨¢n el m¨¢ximo de petr¨®leo para reparar los estragos de la guerra. Existe el riesgo de que invadan masivamente el mercado del crudo, en detrimento nuestro. Son capaces de arruinamos. En el plano politico, uno u otro de nuestros dos vecinos, o los dos a la vez, intentar¨¢n extender su influencia en la regi¨®n, restringir nuestra libertad de acci¨®n"
Frente al peligro, real o hipot¨¦tico, Arabia Saud¨ª intenta movilizar a sus socios en el seno del Consejo de Cooperaci¨®n del Golfo (CCO), cada vez m¨¢s reticentes a comprometerse todav¨ªa m¨¢s en un frente anti-iran¨ª. Arovechando el compl¨® descubierto en Bahrein en diciembre del a?o pasado, el Gobierno de Riad ha conseguido del CCG la denuncia de las "tentativas por parte de Ir¨¢n de desestabilizaci¨®n de la regi¨®n".
Preocupado por situarse a una distancia equidistante de sus tres vecinos que le atenazan -Irak, Ir¨¢n y Arabia Saud¨ª-, Kuwait, en estos momentos, es el ¨²nico Estado que no ha accedido a los llamamientos de Riad. Lo que, sin lugar a dudas, no impide que se beneficie del banco de informaciones instalado en Arabia Saud¨ª y que, mediante una veintena de terminales, alimenta los servicios policiales en el conjunto de los pa¨ªses del Golfo.
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