El padrino y el protector
"Nuestros aliados naturales, los norteamericanos, se comportan con nosotros como enemigos; nuestros enemigos naturales, los sovi¨¦ticos, se afanan por ayudarnos en todos los dominios: el pol¨ªtico, el diplom¨¢tico, el militar, lo que nos obliiga a considerarlos como amigos; he aqu¨ª, en resumen, nuestro drama y el origen de nuestra desesperaci¨®n". La sincera expresi¨®n de los sentimientos de este alto funcionario, consejero del emir de Qatar, no sorprende al periodista, de paso que, desde el comienzo hasta eI fin de su viaje por el Golfo, no oir¨¢, vengan o no a prop¨®sito, m¨¢s que alucinantes lamentaciones sobre el tema del "ciego apoyo de Estados Unidos a Israel".Israel inspira terror
Primera comprobaci¨®n: el Estado jud¨ªo inspira terror. "Es el principal -incluso el ¨²nico- peligro que nos amenaza", repiten a coro los gobernantes. Despu¨¦s de que aviones de reconocimiento israel¨ªes sobrevolaran Arabia Saud¨ª, despu¨¦s del bombardeo del centro nuclear de Bagdad, el Golfo ha dejado de ser la lejana periferia del campo de batalla. "Corremos el riesgo en todo momento de ser el pr¨®ximo blanco", declara un alto responsable de los Emiratos Arabes; "un blanco plausible, puesto que sin la ayuda financiera que nosotros proporcionamos a Siria, a la OLP, a Jordania, el Frente Arabe se derrumbar¨ªa. Despu¨¦s de la neutralizaci¨®n de Egipto por la paz separada a que ha llegado, Israel se ve m¨¢s libre que nunca para actuar como Ie plazca".
Cualquier soluci¨®n es mala para los Gobiernos del Golfo. Actuar m¨¢s en favor de los beligerantes ¨¢rabes les atraer¨ªa, tarde o temprano, las iras del general Sharon; contentarse con una solidaridad plat¨®nica, sobre todo en per¨ªodo de crisis aguda, provocar¨ªa la c¨®lera de sus pueblos y la de centenares de millares de emigrados palestinos que no carecen de medios de presi¨®n o de subversi¨®n. De ah¨ª las frustraciones, la indignaci¨®n experimentada ante la indiferencia de que dar¨ªa prueba Estados Unidos en relaci¨®n con la amenaza que supone la degradaci¨®n progresiva del problema palestino para los reg¨ªmenes de la regi¨®n.
Segunda comprobaci¨®n: el antinorteamericanismo ambiental est¨¢ engendrado por otras causas, sin duda m¨¢s fundamentales que el conflicto ¨¢rabe-israel¨ª. Estas otras causas tienen su origen en la coyuntura econ¨®mica, considerada nociva y, a cierto plazo, particularmente peligrosa para la estabilidad del Golfo. La superproducci¨®n petrolera, el despilfarro de los ingresos en proyectos in¨²tiles, la violenta ruptura de sociedades tradicionales bajo el doble efecto de un desarrollo acelerado y de la gran masa de trabajadores inmigrados son atribuidas a la rapi?a de un Occidente ¨¢vido de crudo barato y de f¨¢ciles beneficios. "Es Estados Unidos el que pr¨¢cticamente nos han dictado el ritmo de nuestra producci¨®n y de nuestas inversiones", dicen muchos tecn¨®cratas, en numerosos casos educados en EE UU, que ocupan altos cargos en la Administraci¨®n.
"Somos las v¨ªctimas de un escandaloso reciclaje de los petrod¨®lares", nos dice, por ejemplo, Said Ghobbash, el joven ministro de Planificaci¨®n de los Emiratos. "Las multinacionales no han parado de incitamos a construir m¨¢s y m¨¢s, y siempre dentro del gigantismo". El a?o pasado fueron repatriados a Occidente, en pago de importaciones de bienes de equipo o de consumo, un centenar de miles de millones de d¨®lares generados por la venta del petr¨®leo. En 1980, los Estados del Golfo compraron en Estados Unidos, en el Reino Unido y en Francia armamento, que realmente nunca van a utilizar, por la suma de 40.000 millones de d¨®lares, cifra sin duda superada el a?o pasado (1).
Un 'matrimonio cat¨®lico'
Por lo que se refiere a los excedentes monetarios, ¨¦stos son reciclados, entre otros, por unos sesenta bancos instalados en Bahrain, denominados off-shore porque los beneficios que obtienen de la manipulaci¨®n de una cincuentena de miles de millones de d¨®lares no pagan ninguna clase de tasa ni impuesto en este micro-Estado, llamado corrientemente el "Singapur del Oriente Pr¨®ximo". En pocas palabras, dicen los nacionalistas del Golfo, Occidente recoge con la mano izquierda lo que nos da con la mano derecha.
Las cosas, naturalmente, no son tan simples. Los intereses de Occidente y del Golfo se encuentran enmara?ados hasta tal punto que, a menos que se produzca un cataclismo, nada podr¨ªa separar a los socios de lo que algunos califican de matrimonio cat¨®lico. Al ser el mundo comunista autosuficiente en materia de energ¨ªa para un porvenir previsible -especialmente gracias a la URSS, primer productor mundial de petr¨®leo-, Occidente seguir¨¢ siendo el ¨²nico cliente del crudo ¨¢rabe. Las inversiones en el extranjero, las reservas monetarias -alrededor de 300.000 millones de d¨®lares en el momento actual- de los Estados del Golfo se encuentran en los pa¨ªses industrializados, en gran parte en d¨®lares situados en Estados Unidos o en otros pa¨ªses, pero tambi¨¦n en yens, en francos, en marcos alemanes. La menor oscilaci¨®n en el sistema monetario, el desequilibrio acentuado de la balanza de pago norteamericana, una explosi¨®n de los precios o el incremento del desempleo en Europa repercuten en seguida, en proporciones amplificadas, sobre la econom¨ªa y, por consiguiente, sobre la estabilidad pol¨ªtica de los pa¨ªses del Golfo "Seamos francos", nos declara el presidente del Parlamento kuwait¨ª, Mohamed Adassani: "nosotros estamos verdaderamente en la zona de influencia occidental dominada por Estados Unidos". Palabras que confirma un embajador norteamericano en la zona, que nos dice: "Las incesantes imprecaciones contra mi pa¨ªs no deber¨ªan hacer concebir ilusiones. Nuestras posiciones en la regi¨®n son fuertes, s¨®lidas, inexpugnables...".
Inexpugnables, quiz¨¢; s¨®lidas con toda certeza: una flota que vigila las orillas de la antigua costa de los Piratas; una base aeronaval en la isla de Massirah, en Om¨¢n; otra en Jufair (Bahrain), que las autoridades locales prefieren denominar "instalaciones militares"; otras m¨¢s en Arabia Saud¨ª, en las que es cierto que ondea la bandera de los wahabitas, pero en las que permanentemente residen millares de oficiales, de t¨¦cnicos, de consejeros de los ej¨¦rcitos de tierra y aire del t¨ªo Sam. Otros tantos puntos de apoyo que se insertan en la cadena del dispositivo militar que comienza en Diego Garc¨ªa, en el oc¨¦ano Indico, para acabar en Marruecos, pasando por Mombasa (Kenia), Berbera (Somalia) y -quiz¨¢ pronto- Ras Bania (Egipto). Reagan estima, sin embargo, que en esta red se producir¨¢n fallas el d¨ªa en que la Rapid Deployment Force (RDF) -el ej¨¦rcito m¨®vil de intervenci¨®n destinado a sofocar incendios- tuviera que entrar en operaci¨®n en el ¨¢rea geogr¨¢fica bautizada con el nombre de arco de crisis. De ah¨ª la insistencia del jefe de la Casa Blanca en asociar a los pa¨ªses del Cercano Oriente en un consenso estrat¨¦gico dirigido contra la URSS.
El proyecto ha provocado una gran reacci¨®n en el Golfo. Con excepci¨®n del sult¨¢n de Om¨¢n, Qabus, todos los dem¨¢s jefes de Estado claman que "la URSS no amenaza a nadie". El presidente de los Emiratos, el jeque Zayed, nos asegura: "El peligro procede solamente del expansionismo israel¨ª". El jeque Khalifa, primer ministro y hermano del soberano de Bahrain, se lanza a una larga diatriba contra "el comunismo internacional", para concluir: "Seamos justos. Musc¨² no se encuentra en el origen de ninguna de las perturbaciones que inquietan a nuestra regi¨®n". ?Y Afganist¨¢n? La objeci¨®n es dejada de lado con un gesto de la mano tanto por el jeque Khalifa como por el jeque Zayed, quienes, igual uno que otro, afirman no sentirse directamente afectados por "un asunto interno" que, bien entendido, "deploran". "Francamente, Jerusal¨¦n es para nosotros cien veces m¨¢s importante que Afganist¨¢n y Polonia juntos", asegura Ghobbash, ministro de Planificaci¨®n de los Emiratos.
?Reforma o revoluci¨®n?
El ministro de Asuntos Exteriores kuwait¨ª, Abel Aziz Hussein, llega todav¨ªa m¨¢s lejos: "Nosotros s¨®lo tenemos motivos para felicitarnos por nuestra cooperaci¨®n con la URSS a partir de 1963; no s¨®lo no se ha injerido nunca en nuestros asuntos internos, sino que siempre ha estado a nuestro lado; no dejamos de recomendar continuamente a los dem¨¢s Estados del Golfo que imiten nuestro ejemplo, estableciendo relaciones diplom¨¢ticas con la URSS, a la que algunas potencias interesadas tratan de presentar como un espantajo". En privado, altos responsables de Qatar, de los Emiratos y de Bahrain nos han confiado que de buena gana habr¨ªan establecido relaciones con la Uni¨®n Sovi¨¦tica, aunque para llevarlo a efecto ser¨ªa necesario que Arabia Saud¨ª levantara su veto.
?Es que son sovi¨¦ticos los conservadores jeques del Golfo? "No saben lo que quieren", comenta un responsable norteamericano. "Desean nuestra protecci¨®n, pero rechazan nuestra presencia..." (2). "No son m¨¢s bases militares suplementarias lo que afianzar¨ªa nuestra seguridad", insiste la mayor parte de los responsables de la regi¨®n. "Por el contrario, una presencia extranjera llama a otra, lo mismo que el pararrayos atrae al rayo...". A esto se a?ade, no sin malicia, que ni los miles de consejeros militares en Ir¨¢n, ni la VII Flota, ni la CIA se movieron para salvar al sha.
Los Estados de la regi¨®n tienen mas confianza en el Consejo de Cooperaci¨®n del Golfo (CCG) -que reagrupa a Arabia Saud¨ª, Bahrain, los Emiratos, Kuwait, Qatar y Om¨¢n-; unos, para resolver los problemas econ¨®mico-sociales considerados como peligrosos para su estabilidad; otros, para hacer, de dicho consejo un arma contra la subversi¨®n.
Entre estos ¨²ltimos, y en cabeza, figura Arabia Saud¨ª, que apadrin¨®, en primer lugar, la creaci¨®n del consejo en febrero de 1981; luego, la conclusi¨®n de acuerdos de seguridad con todos sus asociados -salvo Kuwait, que desconf¨ªa de los mismos-, y que se propone, en discreta cooperaci¨®n con Estados Unidos, establecer un sistema de defensa a¨¦rea integrada que cubra el conjunto de la regi¨®n. Si el proyecto llegara a concretarse, la uniformizaci¨®n de los armamentos no dejar¨ªa de llenar las listas de pedidos de los fabricantes del otro lado del Atl¨¢ntico- de AWACS, de Phantom, de misiles-cohetes Hawk y dem¨¢s material de guerra tan sofisticado como inutilizable por la poblaci¨®n aut¨®ctona...
A pesar de su indiscutible ascendiente, Arabia Saud¨ª no ha conseguido todav¨ªa sus fines en este campo. Sin embargo, su, vocaci¨®n de potencia regional no ha dejado de afirmarse. El aislamiento de Egipto despu¨¦s de Camp David, la neutralizaci¨®n de lrak e Ir¨¢n, ocupados como est¨¢n en la guerra del Golfo, han hecho de ella, si no el nuevo gendarme, al menos el padrino del Golfo. Su proximidad geogr¨¢fica, la irradiaci¨®n del Islam wahabita entre las tribus de la pen¨ªnsula Ar¨¢biga, los lazos de parentesco entre la dinast¨ªa de Al Saud y algunas de las familias reinantes en la regi¨®n, y sobre todo su inmenso potencial petrolero y financiero, han aumentado peso a su tradicional influencia.
Si Kuwait ha hecho caso omiso a las recomendaciones del gran hermano al restablecer las libertades p¨²blicas y el Parlamento en febrero de 1981, otros Emiratos calcan m¨¢s o menos su r¨¦gimen del de su poderoso vecino, el cual, por encima de todo, teme el contagio de un sistema democr¨¢tico eminentemente desestabilizador ante sus ojos. La tesis, indudablemente, no disgusta a unos Gobiernos que se abstienen "de mover una piedra por miedo a que se hunda el edificio entero".
?Reforma o revoluci¨®n? Tarde o temprano acabar¨¢ por plantearse la pregunta.
(1) Seg¨²n el instituto sueco de investigaci¨®n SIPRI, los presupuestos militares de los pa¨ªses del Golfo fueron, en 1980, de dos a cinco veces m¨¢s elevados proporcionalmente que el de Estados Unidos. Por habitante, los gastos fueron de 520 d¨®lares en Estados Unidos, 2.500 en Arabia Saud¨ª, 2.100 en los Emiratos, 1.700 en Qatar, 1.200 en Kuwait y 1.060 en Om¨¢n. (2) "They want to eat the cake and have it". Traducido: "Quieren comerse el pastel y conservarlo".
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