L¨®pez Michelsen: tres millones de votos para aplicar una ambigua f¨®rmula de pacificaci¨®n
Educado en colegios exclusivos de Londres y Bruselas, Alfonso L¨®pez Michelsen, 68 a?os, es un pol¨ªtico de vocaci¨®n tard¨ªa, pese a ser hijo de un presidente. Hasta bien pasados los cuarenta a?os no ingres¨® en la pol¨ªtica activa como disidente del liberalismo. Digerido luego por la maquinaria del partido, en 1974 lleg¨® a la presidencia con el mayor respaldo electoral obtenido nunca en Colombia: m¨¢s de tres millones de votos, que triplicaban los de su oponente conservador.Cuatro a?os despu¨¦s no quedaba nada de aquello que ¨¦l mismo denomin¨® como un mandato claro de su pueblo. Se acusaba a su Gobierno de corrupci¨®n, unos pocos se enriquecieron a cambio de generalizar la pobreza y la represi¨®n nada ten¨ªa que envidiar a la de otras ¨¦pocas. Pero la mala memoria de los pueblos y, sobre todo, el enorme caudal de votos que maneja el aparato liberal pueden ofrecerle una nueva oportunidad.
Hoy, como entonces, pide a sus conciudadanos tres millones de votos. ?Para qu¨¦?, "Para hacer la paz". A 72 horas de las elecciones, Alfonso L¨®pez Michelsen declar¨® a este peri¨®dico que cree en la posibilidad de pacificar el pa¨ªs. "Pero para hacerla, el primer requisito es ser muestra de que la paz no se puede hacer por delegaci¨®n".
Aunque la paz haya sido el estribillo de su campa?a, tampoco ha querido comprometerse en exceso sobre su f¨®rmula para el desarme de las organizaciones guerrilleras. La negociaci¨®n es un t¨¦rmino que no le gusta. "Negociar ser¨ªa excesivo, pienso que m¨¢s bien es necesario explorar su pensamiento".
No son pocos los que desconf¨ªan de las propuestas de paz que pueda presentar L¨®pez Michelsen. La experiencia anterior demuestra que cuando tuvo el mando de la Rep¨²blica recurri¨® m¨¢s al garrote que al di¨¢logo.
A¨²n con todas las vaguedades que suelen ser comunes a las promesas electorales, es cierto que el candidato liberal es quien m¨¢s ¨¦nfasis ha puesto en la pacificaci¨®n, tema que considera prioritario para su mandato.
En compensaci¨®n por las medidas que con este fin pueda adoptar, y que sin duda no ser¨¢n del agrado de los militares, L¨®pez Michelsen promete nuevos equipamientos a las fuerzas armadas y a la polic¨ªa, en congruencia con otro de sus objetivos prioritarios: la ley y el orden en las ciudades.
Este intelectual metido a pol¨ªtico, que prefiere la mesa redonda a las grandes concentraciones de masas, tiene una bien reconocida capacidad de sorprender a sus conciudadanos. La primera novedad fue el anuncio de la regulaci¨®n civil del matrimonio, esto es, el divorcio. No pocos curas han clamado desde los p¨²lpitos para que no se vote liberal. "Lo que yo propongo es una reforma del Concordato, igual que se ha hecho en Portugal y Espa?a". En otras ocasiones ha solido a?adir: "Supone regularizar lo que ahora se hace en Panam¨¢".
Su caja de sorpresas incluye la incorporaci¨®n del Partido Liberal colombiano a la Internacional Socialista, en la que tiene estatuto de observador. Esto no supone, en su opini¨®n, ning¨²n cambio en la ideolog¨ªa del partido, sino una recuperaci¨®n de sus postulados fundacionales, entre los que ya estaba la intervenci¨®n del Estado para corregir los desajustes sociales y econ¨®micos.
Algunos partidos socialdem¨®cratas de Am¨¦rica Latina t¨ªenen, por lo dem¨¢s, la misma lejania del socialismo que pueda tener L¨®pez Michelsen, que con esta maniobra busca, principalmente, salir de la pol¨ªtica localista que ha sido tradicional en Colombia, y ganar un lugar en el mundo.
Autocomplacido con su talla de estadista, aspira a jugar un papel protagonista en Am¨¦rica. Opina que la paz en Centroam¨¦rica y el Caribe debe buscarse sin intervenciones externas, "sin hacerla depender de concepciones pol¨ªticas de los distintos reg¨ªmenes, sino de una ¨²nica condici¨®n: que exista un criterio de pluralismo".
L¨®pez Michelsen restableci¨® durante su anterior mandato las relaciones diplom¨¢ticas con Cuba, que su antecesor volvi¨® a romper, el a?o pasado. Pero este ha sido un tema tab¨² durante la campa?a. En ning¨²n caso parece probable que se restablezcan las relaciones, al menos en una primera etapa. Ni siquiera su amigo Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez lo espera, aunque confila en que deje de aplicar el manique¨ªsmo que Turbay ha colocado de los norteamericanos.
Aunque a sus 68 a?os de edad se descubra socialdem¨®crata, la miseria que comparte una gran parte de sus conciudadanos es un tema que no gusta a L¨®pez Michelsen. Algunas promesas no ocultan su preferencia por otras cuestiones. A este arist¨®crata de la pol¨ªtica el hambre debe parecerle, aparte de una desgracia, una indecencia. A pesar de que si alcanza la presidencia ser¨¢ este uno de los problemas que tendr¨¢ que ocuparle m¨¢s tiempo.
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