El gasoducto europeo, Libano y las Malvinas enfrentaron a Haig con poderosos adversarios en la Casa Blanca
Las nuevas sanciones norteamericanas contra el gasoducto URSSEuropa, el bombardeo de Beirut por el Ej¨¦rcito israel¨ª y la tensi¨®n entre Estados Unidos y Latinoam¨¦rica, surgida tras la crisis de las Malvinas, son consideradas como las gotas de agua que desbordaron el vaso de las diferencias entre el secretario de Estado, Alexander Haig, y los adversarios de su pol¨ªtica exterior, bien situados en el entourage del presidente Reagan y mas conocidos como el clan de los californianos.
La salida de Haig de la escena pol¨ªtica norteamericana se interpreta como la derrota de la l¨ªnea moderada en las relaciones exteriores norteamericanas, ya que se le considera un buen conocedor de la pol¨ªtica internacional, la europea en particular, frente al grupo encabezado por el secretario de Defensa, Caspar Weinberger, defensor de posiciones m¨¢s rad¨ªcales. Cabe destacar que George Shultz, que ocup¨® s¨®lo cargos de pol¨ªtica interior en EE UU, cuenta con poca experiencia en temas internacionales y est¨¢ estrechamente vinculado a Caspar Weinberger.Aunque se hab¨ªa especulado en repetidas ocasiones sobre la eventual dimisi¨®n de Haig, la noticia caus¨® sorpresa y estupor cuando fue anunciada por el propio presidente Ronald Reagan ante la Prensa, a primeras horas de la tarde de ayer. Reagan destac¨® que Haig le hab¨ªa serv¨ªdo "bien y lealmente", al tiempo que lamentaba su dimisi¨®n y anunciaba el nombramiento de George Shultz, ex secretario del Trabajo y del Tesoro bajo la presidencia de Richard Nixon, como sucesor de Haig al frente del Departamento de Estado.
Dos horas despu¨¦s de la revelaci¨®n presidencial, Alexander Haig, con cara muy se?a, ley¨® la carta enviada a Reagan a primera hora de la ma?ana del viernes, ante un auditorio repleto de periodistas y funcionarios del Departamento de Estado que le rindieron un caluroso y largo aplauso. "En los ¨²ltimos meses" dijo Haig emocionado, "qued¨® claro que la pol¨ªtica exterior en que nos hab¨ªamos embarcado juntos cambi¨® de aquel curso que cuidadosamente hab¨ªamos establec¨ªdo", explic¨® a prop¨®sito del cambio de rumbo -que no precis¨®- de la pol¨ªtica exterior de la Administraci¨®n Reagan, que hoy provoca, aparentemente, su dimisi¨®n.
Alexander Haig, general de cuatro estrellas, nunca se caracteriz¨® por ser un hombre maleable. Decidi¨® subirse al carro del equipo Reagan siempre y cuando prevalecieran sus propias ideas a la hora de definir la estrategia de las relaciones de EE UU con el resto del mundo.
Dieciocho meses de 'guerrilla'
Apoyado en el enorme respeto del presidente Reagan por sus teor¨ªas, no tard¨® en encontrar fricciones con el resto del equipo presidencial. Primero con el consejero de Seguridad Nacional, Richard Allen -cesado por problemas de corrupci¨®n-, a quien acus¨® de practicar una "guerrilla" contra el Departamento de Estado, desde su despacho de la Casa Blanca.
Pero los dos adversarios serios de Alexander Haig han sido el secretario de Defensa, Caspar Weinberger, y la embajadora de EE UU ante las Naciones Unidas, Jeanne Kirkpatrick, al defender, en repetidas ocasiones, posturas diametralmente opuestas a las preconizadas por Haig.
Tambi¨¦n William Clark, ex subsecretario del Departamento de Estado bajo el mando de Haig, y hoy responsable del Consejo de Seguridad en la Casa Blanca, se sum¨® al bando anti-Haig en los ¨²lt¨ªmos tiempos. Las diferencias salieron a relucir en las ¨²ltimas cumbres de Versalles y Bonn.
El impetuoso car¨¢cter de Haig tampoco contribuy¨® a allanar diferencias, sobre todo desde su actitud de asumir las responsabilidades de la Casa Blanca, cuando el 30 de marzo de 1980 Ronald Reagan fue v¨ªctima de un atentado. Hecho que se interpret¨® como un desmesurado apetito de poder en la mayor¨ªa de los c¨ªrculos pol¨ªticos norteamericanos.
Un poder que Haig podr¨ªa estar tentado de obtener por la v¨ªa el¨¦ctoral, de presentarse en las pr¨®ximas elecciones presidenciales de 1984, en caso de que el veterano presidente Reagan -que contar¨¢ con 74 a?os de edad- decidiera no concurrir a su reelecci¨®n.
Un 'moderado' y buen conocedor de Europa occidental
"Fue un excelente secretario de Estado, moderado y de posiciones centristas", afirm¨® el senador republicano Charles Mathias. Tambi¨¦n los dem¨®cratas -reunidos en congreso, en Filadelfia- ten¨ªan ayer palabras de elo gio para Alexander Haig, considerado casi un liberal, visto desde los esquemas de la pol¨ªtica estadounidense.
Caspar Weinberger lament¨® la salida de Haig del Gobierno y expres¨® su satisfacci¨®n por el nombramiento de Shultz, actual presidente de la firma multinacional Bechetel Corp., en la que Weinberger trabaj¨® como consejero antes de ocupar el cargo de secretar¨ªo de Defensa en la Administraci¨®n Reagan.
Haig pasaba por un moderado que irritaba a las fracciones m¨¢s duras de la Administraci¨®n Reagan, defensoras de que EE UU marque sus posturas con claridad ante el resto del mundo.
Resumiendo los ¨²ltimos acontecimientos que probablemente han contribuido a la decisi¨®n de Haig para marcharse, hay que recordar las relaciones Este-Oeste (con particular ¨¦nfasis en el gasoducto siberiano), la invasi¨®n israel¨ª del L¨ªbano y, ya con cierta retrospectiva, la crisis brit¨¢nico-argentina por el control de las Malvin¨¢s.
Mientras el pasado fin de semana Alexander Haig estaba reunido con su hom¨®logo sovi¨¦tico, Andrei Gromiko, en Nueva York, el presidente Ronald Reagan, previamente aconsejado por los halcones de la pol¨ªtica exterior norteamericana, decid¨ªa extender las sanciones contra la realizaci¨®n del gasoducto sovi¨¦tico que debe suministrar gas natural a la mayor¨ªa de pa¨ªses de Europa occidental. Postura que Haig no apoy¨®, en un momento en que no faltan litigios entre Europa y Estados Unidos (guerra comercial, fisuras en la OTAN) y en que se prepara el inicio de negociaciones Este-Oeste para una reducci¨®n de armas estrat¨¦gicas (STAR), a partir del pr¨®ximo martes, en Ginebra.
La profunda crisis de Oriente Pr¨®ximo, con la intervenci¨®n militar en L¨ªbano, era tambi¨¦n motivo de an¨¢lisis divergentes en Washington. Haig, a quien la Prensa norteamericana describe como conocedor de las intenciones de Tel Aviv, defendi¨® posturas moderadas para no criticar a Israel, a cambio de la promesa -repetida el pasado lunes por Men¨¢jem Beguin en Washington- de no invadir, Beirut. Las acciones militares de Tel Aviv contra Beirut -avaladas por el silencio del presidente Reagan- demuestran todo lo contrario.
Las Malvinas, que abren un foso en las relaciones entre EE UU y sus vecinos del Sur, fue otro foro de conflicto entre Haig y Kirkpatrick. Mientras Haig apoy¨® desde el principio los planteamientos de Londres, por convicci¨®n o por temor a abrir una profunda crisis de confianza interaliada, Kirkpatrick lament¨® p¨²blicamente el impacto que la postura de Haig, corroborada por el presidente Reagan, tendr¨ªa para el futuro de las relaciones interamericanas.
Con la salida de Alexander Haig se abre una nueva etapa en las relaciones entre Estados Unidos y Europa occidental.
Washington puede correr el riesgo de pretender que los europeos pasen por el aro, incrementando la presi¨®n monetaria, comercial o defensiva, con imprevisibles consecuencias, sobre los Gobiernos europeos frente a cuyos ojos Alexander Haig, aun lejos de ser el ideal, constitu¨ªa un interlocutor v¨¢lido frente a una Administraci¨®n Reagan poco sensible a otras opciones que las definidas en Washington.
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