El general Bignone asume la presidencia argentina en un clima de total ruptura militar
En una brev¨ªsima ceremonia que dur¨® menos de dos minutos, el general Reynaldo Bignone jur¨® ayer ante el jefe del Ej¨¦rcito de Tierra, general Cristino Nicolaides, como cuarto presidente de la Rep¨²blica Argentina desde que los militares volvieran a tomar el poder al derrocar el 24 de marzo de 1976 a Mar¨ªa Estela Mart¨ªnez de Per¨®n.
Los comandantes en jefe de la Marina y la Aviaci¨®n estuvieron ausentes de esta fugaz ceremonia celebrada en el Sal¨®n Blanco de la Casa Rosada. Aunque el almirante Isaac Anaya asisti¨® al acto, tuvo buen cuidado de situarse entre los invitados y de precisar que estaba all¨ª en calidad de amigo de Bignone y no de jefe de la Marina.Con esa ausencia corporativa los dos ej¨¦rcitos, Marina y Aire, ratificaban la decisi¨®n que tomaron el 22 de junio pasado de romper con el reparto de poder entre las tres armas, "institucionalizado" con el Proceso de Reorganizaci¨®n Nacional de 1976 y que desde entonces asignaba a cada uno de los tres cuerpos el muy matem¨¢tico 33,33% de los cargos y puestos pol¨ªticos.
La ruptura ya consumada entre los tres ej¨¦rcitos en lo que a intervenci¨®n en la responsabilidad pol¨ªtica se refiere, no impidi¨® que el general Cristino Nicolaides, que fue quien nombr¨® a Bignone por resoluci¨®n suya de 24 de junio pasado, le hiciera jurar sobre los santos Evangelios "observar y hacer observar fielmente los objetivos fijados en el estatuto para el Proceso de Reorganizaci¨®n Nacional de 1976", una especie de principios generales del movimiento argentino, que son justamente los que est¨¢n en entredicho y superados con la retirada de los otros dos cuerpos del Ej¨¦rcito, y el evidente y generalizado rechazo de los partidos pol¨ªticos.
Esta no fue sin embargo la ¨²nica incoherencia del acto de juramento efectuado ayer, ya que en el mismo el general Nicolaides pidi¨® a Bignone tambi¨¦n "observar y hacer observar la Constituci¨®n de la naci¨®n argentina", francamente maltratada no s¨®lo en todos estos siete ¨²ltimos a?os de gobierno militar, sino por el fondo y la forma de la designaci¨®n misma del presidente Bignone y los otros tres presidentes que le precedieron.
De todas maneras y a estas alturas es un ejercicio superfluo querer estimar hasta qu¨¦ punto se zarandea o no a la Constituci¨®n. El pueblo argentino est¨¢ ya en otras cosas y con otras preocupaciones. Existe, en constante aumento, una especie de clamor sordo que pide responsabilidades por el fracaso militar en las Malvinas, que los militares regresen definitivamente a los cuarteles, democratizaci¨®n verdadera de la vida ciudadana, honestidad, profesionalidad y nacionalismo en la gesti¨®n de la econom¨ªa.
Una buena parte de los estamentos militares superiores argentinos parece estar pensando ya c¨®mo recomponer las relaciones con Washington deterioradas por la postura de Estados Unidos en la crisis de las Malvinas. Aunque el presidente Ronald Reagan acaba de sugerir en su ¨²ltima intervenci¨®n p¨²blica que la postura de EE UU al respecto no ha variado, en ciertos medios argentinos parece abrirse camino el firme prop¨®sito de endosar toda la responsabilidad por aquella actitud a las espaldas ya renunciadas del ex secretario de Estado Alexander Haig.
Existe ya un pa¨ªs superfluo, el del poder militar y los intentos continuistas militares y pol¨ªticos, y un pa¨ªs real que se manifiesta en la indiferencia de la calle y en la p¨¦rdida del miedo a hablar de quienes se oponen a la prolongaci¨®n del actual estado de cosas. La Prensa argentina, que fue una de las mejores del mundo, pierde poco a poco sus condicionamientos y a pesar de que te¨®ricamente sigue vigente la censura implantada durante la guerra, comienza a reflejar poco a poco las inquietudes y aspiraciones de esa mayor¨ªa silenciosa y de los sectores econ¨®micos nacionalistas.
Con toda seriedad se exponen las deficiencias que se produjeron en la conducci¨®n de la guerra, y que van quedando bien patentes en los testimonios de los soldados prisioneros que regresan, que reclaman responsabilidades por el fracaso y comienzan a hacer el recuento de las bajas habidas en guerra, a lo cual tarde o temprano vendr¨¢ a a?adirse la reclamaci¨®n por las bajas contabilizadas y los "desaparecidos" que se registraron en los ¨²ltimos "a?os de paz".
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