Gibraltar y las lecciones de la crisis de las Malvinas
Francis Pym, ministro brit¨¢nico de Asuntos Exteriores, no ha podido reunirse con su hom¨®logo espa?ol, Jos¨¦ Pedro P¨¦rez-Llorca, para ampliar discusiones sobre el futuro de Gibraltar. Esta reuni¨®n hab¨ªa sido previamente pospuesta debido a la crisis del Atl¨¢ntico sur, y uno sospecha que se hubiera realizado en un ambiente muy diferente del que hubiera existido originalmente. Por una parte, el letargo que caracteriz¨® estas negociaciones en el pasado, al menos desde un punto de vista brit¨¢nico -con meteduras de pata ocasionales, tal como la visita del pr¨ªncipe de Gales y su esposa a Gibraltar el pasado mes de julio de 1981, justo antes de que se dieran unas negociaciones importantes-, ser¨¢ reemplazado por un nuevo sentido de prop¨®sito. Por otra, las consideraciones estrat¨¦gicas brit¨¢nicas en el Mediterr¨¢neo durante las dos ¨²ltimas d¨¦cadas parecen en la actualidad estar a punto de invertirse. Incluso, dentro del mismo Reino Unido, hay un nuevo sentido de importancia global, un sentimiento que est¨¢ destinado a expresarse por s¨ª misino durante las negociaciones.Realmente, mirando al mundo desde Londres, la crisis de las Malvinas de repente ha situado la pol¨ªtica internacional dentro de una nueva perspectiva. Hasta el 2 de abril, el Reino Unido parec¨ªa haberse convertido en un actor secundario en el escenario internacional, observando los grandes eventos desde los bastidores, resguardada por la protecci¨®n y benevolencia americana. Realmente, para algunos parec¨ªa como si el Reino Unido hubiera simplemente comenzado a ignorax la relevancia pol¨ªtica del Tercer Mundo. Durante los ¨²ltimos dos a?os, el ¨²nico aspecto notorio de pol¨ªtica exterior, al margen de las perennes disputas en la CEE, ha sido el conflicto entre el comunismo sovi¨¦tico y el capitalismo occidental por el dominio global, junto con el papel del Reino Unido como el aliado m¨¢s inquebrantable de Am¨¦rica.
Asombro y rabia
En este contexto, es dif¨ªcil transmitir a los no brit¨¢nicos los estremecimientos de asombro, rabia e insulto que la ocupaci¨®n de la islas Malvinas por Argentina provoc¨® en la sociedad sajona. El enfado p¨²blico y la incomprensi¨®n fueron aumentados por el hecho de que el Reino Unido, seg¨²n la convencional mitolog¨ªa poscolonialista, siempre concedi¨® la independencia cuando fue apropiado y, en el caso de las Malvinas, hubiese finalmente abdicado su responsabilidad. El hecho de que, durante dos d¨¦cadas, sucesivos Gobiernos andasen con dilaciones respecto al tema ha sido convenientemente dejado pasar. Al igual que la clara evidencia de la incompetencia gubernamental, como si los implicados hubiesen sabido lo que iba a ocurrir desde que Argentina dej¨® claras sus intenciones. Sin embargo, con una despreocupaci¨®n nacida de la arrogancia, consecuencia de un pasado imperial, en el cual muchos naturales del Reino Unido a¨²n subconscientemente creen, los s¨ªntomas fueron ignorados.
Fue el jingoismo (chovinismo) -ese sentimiento de orgullo imperial ultrajado, caracterizado a principios de siglo por la letra de una canci¨®n popular- lo que permiti¨® al Gobierno Thatcher cubrir su incompetencia y unir a la opini¨®n p¨²blica detr¨¢s del potente y emotivo s¨ªmbolo de la fuerza expedicionaria la fuerza de un Reino Unido desenfrenado para castigar al agresor. El jingoismo tambi¨¦n hizo que otro curso de acci¨®n alternativo a la task force fuese impensable -bien a trav¨¦s de las Naciones Unidas o negociaciones bilaterales, con la implicaci¨®n de concesiones por ambas partes. No era solamente el hecho de que un acto generalmente aceptado como intolerable por la opini¨®n internacional hab¨ªa ocurrido. Era el hecho de que hab¨ªa sido realizado por un pa¨ªs bien conocido por los brit¨¢nicos a trav¨¦s de un musical (Evita) y las desagradables actuaciones de su Gobierno dictatorial. El hecho de que Argentina era, en cierta forma, un oponente indigno a los ojos ingleses debe, uno tiene la sospecha, haber hecho la situaci¨®n incluso m¨¢s dificil de aceptar. La Copa del Mundo es una cosa, las Malvinas otra.
No obstante, la justificac¨ªon del env¨ªo de la fuerza expedicionaria vino m¨¢s tarde. Ahora est¨¢ dignificada mediante la idea de que la autodeterminaci¨®n ser¨¢ un principio sacrosanto de acci¨®n internacional y que la soberan¨ªa ser¨¢ por s¨ª misma una f¨¢ceta inmutable del contraterritorial. No importa que las islas no sean m¨¢s que una amplia hacienda llevada por la Falklands Islands Company y que la indudable poblaci¨®n brit¨¢nica tenga firmemente sus ra¨ªces en el Reino Unido. No importa que los galeses de la Patagonia vivan bajo leyes argentinas sin ning¨²n tipo de protesta nacionalista. No importa, realmente, que s¨®lo los m¨¢s beligerantes y optimistas de los pol¨ªticos crean que el Reino Unido, una vez reinstalados en Port Stanley, pueda permanecer all¨ª indefinidamente, tal como el secretario de Defensa, John Nott, recientemente implic¨®. No importa, incluso, que est¨¦ claro que cualquier gobierno argentino, por su propio orgullo nacional, deba reconquistar las Malvinas en alg¨²n momento en el futuro. Ahora que su respuesta al orgullo nacional ultrajado est¨¢justificado por una llamada de principio, el Reino Unido ha ganado de nuevo una s¨ªgnificancia global, al menos ante sus propios ojos.
Tambi¨¦n para esos ojos, Gibraltar debe ahora tener un renovado significado. Ir¨®nicamente, fue el Gobierno Thatcher, con su nueva ley de nacionalidad, quien dio a los gibraltare?os un estado especial como sujetos brit¨¢nicos con derecho de entrada al Reino Unido, implicando as¨ª que, en ese momento, la devoluci¨®n de Gibraltar a Espa?a era un elemento aceptado de la pol¨ªtica exterior brit¨¢nica. Con todo, la derecha siempre se ha sentido a disgusto respecto a lo que ve¨ªa como el abandono de Gibraltar, a pesar de la m¨¢s reciente ansiedad acerca de los costes pol¨ªticos y financieros de mantener la presencia brit¨¢nica all¨ª. Ahora, sin embargo, el escenario se est¨¢ transformando debido a la experiencia de las Malvinas.
Un componente vital es el simple sentimiento visceral de que Gibraltar es brit¨¢nico. Despu¨¦s de todo, si las Malvinas son inmutablemente brit¨¢nicas tras una ocupaci¨®n de unos 120 a?os, Gibraltar, ocupada por el Reino Unido un siglo antes, debe ser incluso m¨¢s brit¨¢nico. Hay un peque?o problema, sin embargo. Los gibraltare?os, ¨¦tnicamente parte de la Pen¨ªnsula Ib¨¦rica, pueden dif¨ªcilmente ser considerados como brit¨¢nicos de la misma forma que los kelpers de las islas Malvinas. Con todo, est¨¢n aceptados como ciudadanos brit¨¢nicos ahora y, lo que es m¨¢s importante, votaron abrumadoramente en el pasado para permanecer bajo las leyes brit¨¢nicas. El se?or Joshua Hassan, primer ministro gibraltare?o, debe estar encantado de que los acontecimientos mundiales durante las ¨²ltimas semanas hayan conspirado para alentar los argumentos de su Gobierno sobre el futuro de la Roca.
El giro de la estrategia naval
Detr¨¢s de todo esto hay un factor mucho m¨¢s importante. El conflicto de las Malvinas ha puesto de manifiesto, m¨¢s all¨¢ de la duda, los errores de la estrategia naval brit¨¢nica desde la crisis de Suez, en 1956. Los estrategas navales, en este aspecto, constantemente han argumentado que la verdadera funci¨®n del Reino Unido es defender el Atl¨¢ntico de la penetraci¨®n sovi¨¦tica. Como resultado, la flota de superficie, particularmente el poder a¨¦reo-naval y los portaviones, ha sido disminuida en favor de los submarinos. No obstante, ahora la situaci¨®n se reinvertir¨¢, pues el Reino Unido, de nuevo, se encuentra con una posici¨®n relevante como ¨¢rbitro en ciertos aspectos del Tercer Mundo. De nuevo la flexibilidad naval se hace vital junto con una red mundial esencial de bases navales para la eficacia militar.
En lo relativo al Mediterr¨¢neo, su importancia estrat¨¦gica para Europa y Am¨¦rica es capital, con petr¨®leo del Oriente Pr¨®ximo y Africa del Norte fluyendo a trav¨¦s de ¨¦l y el acceso que aporta a una de las zonas del mundo m¨¢s vol¨¢tiles. Aqu¨ª, Gibraltar ha ganado en un abrir y cerrar de ojos su antiguo significado estrat¨¦gico. El Reino Unido siempre bas¨® sus pol¨ªticas mediterr¨¢neas sobre sus posesiones gemelas de Gibraltar y Malta y, aunque en los ¨²ltimos a?os la VI Flota americana ha asumido parte de la responsabilidad pol¨ªtica en la zona, la nueva vulnerabilidad de los barcos de superficie ante los misiles ha realzado una vez m¨¢s la importancia de estas bases en tierra firme. Hasta hace poco, sin embargo, la importancia de Gibraltar en este aspecto estuvo minimizada porque el Reino Unido deseba dejar a la OTAN y a Am¨¦rica tomar esta responsabilidad. De cualquier forma, la cuesti¨®n pol¨ªtica con Espa?a podr¨ªa ser subsumida en la entrada espa?ola en la OTAN -un rasgo que, en cierta forma, resuelve al mismo tiempo el aspecto pol¨ªtico de la soberan¨ªa y control de Gobraltar.
Sin embargo, parece ser que el PSOE ganar¨¢ las pr¨®ximas elecciones en Espa?a y la permanencia de Espa?a en la OTAN no est¨¢ tan clara. A la vez, el Reino Unido ha comenzado a percibir su papel naval de forma m¨¢s amplia y flexible desde que empez¨® la crisis de las Malvinas. Por ello, Gibraltar ha adquirido un renovado significado como base militar brit¨¢nica. Ya no es un resultado inevitable que la Roca sea devuelta a Espa?a para desprenderse del ¨²ltimo vestigio de un pasado imperial. El papel imperial, aunque con un disfraz moderno m¨¢s aceptable, como garant¨ªa del orden internacional, a¨²n contin¨²a.
La explicaci¨®n puede verse en el hecho de que, tanto el Reino Unido como Am¨¦rica, y por implicac¨ª¨®n el mundo desarrollado, han decidido invertir la experiencia de los pasados treinta a?os y cesar de apaciguar el Tercer Mundo. Nunca m¨¢s a los bien intencionados, pero mal concebidos, incidentes como la Comisi¨®n Brandt, el di¨¢logo Norte-Sur, Canc¨²n o la Conferencia de la Ley del Mar (CLMNU) les ser¨¢ permitido interferir en la pol¨ªtica real Argentina, por tanto, es primordialmente la primera naci¨®n del Tercer Mundo en aprender lo que las realidades pol¨ªticas son, y el Reino Unido es el instrumento elegido para que esto se haga. En resumen, la respuesta brit¨¢nica a la ocupaci¨®n argentina de las islas Malvinas es principalmente el l¨®gico, aunque imprevisto, sucesor y consecuencia de decisiones tales como el rechazo de CLMNU III, la fuerza de despliegue r¨¢pida y la renovada importancia de bases militares tales como Gibraltar.
Tales sugerencias pueden realmente muy bien ser simples fantas¨ªas, pero existe suficiente sustancia tras ellas como para que el encuentro entre Franc¨ªs Pym con P¨¦rez-Llorca hubiera tomado un significado perspicaz. La opini¨®n p¨²blica en el Reino Unido, en particular en el partido conservador, nunca m¨¢s tolerar¨¢ una abdicaci¨®n de responsabilidad pol¨ªtica, tal como ellos lo ven. Gibraltar, un punto estrat¨¦gico y una avanzadilla brit¨¢nica, no puede simplemente ser donado. Al contrario, jugar¨¢ un papel central en la estrategia naval y el inter¨¦s de Espa?a tendr¨¢ que ocupar un segundo puesto -al menos hasta que el asunto de la pertenencia a la OTAN quede totalmente definido.
Para Espa?a, igualmente, la cuesti¨®n de Gibraltar no es totalmente tan simple como pudiese parecer. Est¨¢ altamente unida, al menos en la percepci¨®n de un Estado vecino, con el asunto de sus enclaves de Ceuta, Melilla, las islas Chafarinas y el Pe?¨®n de Alhucema a lo largo de la costa marroqu¨ª. El rey Hassan de Marruecos ha provisto Gibraltar con mano de obra, agua y alimentos desde que la frontera con Espa?a se cerrase al final de los a?os sesenta. Hassan siempre ha dicho que, aunque simpatiza con la petici¨®n espa?ola de devoluci¨®n de Gibraltar, cons¨ªderar¨ªa esa devoluci¨®n como la evidencia del deseo espa?ol para aceptar las reivindicaciones marroqu¨ªes sobre los enclaves, que ¨¦l y todos los marroqu¨ªes ven como territorio marroqu¨ª. Ahora, por supuesto, con la evidencia de la ocupaci¨®n de las Malvinas ante sus ojos, Hassan puede sentir que ya no hace falta seguir esperando para rectificar un legado colonial. Despu¨¦s de todo, ya se ha hecho con anterioridad y la opini¨®n p¨²blica marroqu¨ª dar¨ªa la bienvenida a tal acci¨®n.
En vista de todos estos factores, al Gobierno espa?ol le gustar¨ªa que la copa envenenada de Gibraltar le fuera quitada de los labios. No solamente debe confrontar el espinoso e impopular asunto de la pertenencia a la OTAN, sino tambi¨¦n la duda sobre su propia supervivencia como Gobierno. Por ello, tiene que tratarlo con la nueva agresividad y truculencia de un antiguo poder imperial.
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