Los hijos de ETA
Aunque hayan pasado semanas, tengo que decirle, que me anda revolviendo el est¨®mago desde entonces. Decirle a ETA: ?Qu¨¦ le hab¨¦is hecho a Alberto?, ?qu¨¦ est¨¢is haciendo con los ni?os de Euskadi? Porque, ?qu¨¦ padre puede justificar ante su hijo, mir¨¢ndole limpiamente a los ojos, lo ocurrido?, ?con qu¨¦ palabras?, ?c¨®mo podr¨ªan llegar esas frases a la boca sin pudrirla y sin. salpicar al ni?o con la sangre de su compa?ero mutilado? No, se?ores; no. La cerrilidad, el embrutecimiento, la ceguera, tienen tambi¨¦n su l¨ªmite, y no puedo pensar que el pueblo trabajador vasco haya perdido la sensibilidad y los test¨ªculos, la visi¨®n y el movimiento, como Alberto. Lo que ocurre es que ETA (las cuatrocientas etas de estos ¨²ltimos a?os) no tiene hijos y no tiene test¨ªculos. Tampoco esos ni?atos gran-burgueses, social-fascistas, que cacarean enfebrecidos y valientes: "ETA, m¨¢tales" (?se refieren acaso a sus hermanos peque?os?), no los tienen, ni, desde luego, han vivido la clandestinidad revolucionaria bajo el terror franquista. Oanind¨ªa. por ejemplo, s¨ª; Bandr¨¦s, tambi¨¦n, entre otros cientos de miles en todos los pueblos de Espa?a; pero, claro, ellos son unos traidores porque tienen hijos (al menos est¨¢n capacitados para ello) y test¨ªculos. /
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