George P. Shultz, un 'duro' de voz suave
El nuevo secretario de Estado norteamericano recibe una dif¨ªcil herencia de Alexander Haig. En cuanto a las relaciones con Espa?a, Shultz preparar¨¢ con P¨¦rez-Llorca la prevista visita de Calvo Sotelo a Estados Unidos
Tras su confirmaci¨®n por el Senado norteamericano, foro en el que Shultz impresion¨® a quienes preguntaron por su futura estrategia o por su pasado vinculado a la multinacional Bechtel, Shultz deber¨¢ afrontar las crisis de Oriente Medio, en sus versiones de conflicto ¨¢rabe-israel¨ª en L¨ªbano y de guerra santa entre Ir¨¢n e Irak; las relaciones Este-Oeste (control de armamento, cumbre Reagan-Breznev, embargo comercial); el riesgo de una crisis interaliada, debido al gasoducto de Siberia y a las tensiones comerciales; la moderaci¨®n en la ayuda militar hacia Taiwan, con evidente deseo de proseguir la apertura hacia Pek¨ªn; y la continuidad en las relaciones con Latinoam¨¦rica, un tanto malparadas despu¨¦s de la guerra de las Malvinas. Estos son algunos de los principales dossiers que esperan a George Shultz en su despacho del Departamento de Estado norteamericano.En las relaciones bilaterales Espa?a-Estados Unidos, una vez cumplidos los deseos de Washington del ingreso espa?ol en la OTAN, y firmado el nuevo convenio bilateral, George Shultz no contar¨¢, en principio, con problemas particulares como los que tuvo su antecesor Haig, debido a la tensi¨®n surgida a ra¨ªz del intento de golpe de Estado del 23-F. En aquella ocasi¨®n, el antiguo secretario de Estado afirm¨®, en las horas siguientes al frustrado golpe de estado, que se trataba de un "asunto interno" espa?ol, declaraciones que le valieron las cr¨ªticas de los principales partidos y del Gobierno espa?ol. Superados aquellos momentos, George Shultz puede representar una nueva imagen en las relaciones entre Espa?a y Estados Unidos.
En una pr¨®xima visita a EE UU del ministro espa?ol de Asuntos Exteriores, Jos¨¦ Pedro P¨¦rez-Llorca, en preparaci¨®n de la prevista visita del presidente Leopoldo Calvo Sotelo a Estados Unidos (a mediados de octubre), se formalizar¨¢n los primeros contactos del nuevo secretario de estado norteamericano con el Gobierno espa?ol, en un momento de cambio de embajadores entre Madrid y Washington, con la llegada en septiembre a la capital norteamericana de Nu?o Aguirre de C¨¢rcer y la pr¨®xima clarificaci¨®n, por parte de la Casa Blanca, de la lista de candidatos para Madrid. Un puesto al que puede acceder desde un general retirado hasta alg¨²n amigo personal del presidente Ronald Reagan, aunque todas las previsiones se orientan hacia alguien que pueda mantener buenas relaciones con un posible futuro gobierno socialista en Espa?a tras las elecciones.
D¨¦ficit comercial persistente en contra de Espa?a, litigios pesqueros, proteccionismo norteamericano hacia el acero espa?ol y complementaci¨®n de los acuerdos en el nuevo convenio bilateral Espa?a-EE UU, continuar¨¢n caracterizando la marcha de las relaciones Washington-Madrid, en un momento en el que el Gobierno espa?ol prepara la mayor compra de material militar estadounidense de toda la historia, con unos 3.000 millones de d¨®lares (320.000 millones de pesetas) que costar¨¢ la dotaci¨®n de nuevos aviones de caza F-18A, para el Ej¨¦rcito del Aire espa?ol, dentro del programa FACA (Futuro Avi¨®n de Combate y Ataque), sobre el que todav¨ªa se espera una decisi¨®n definitiva del Gobierno espa?ol.
Seg¨²n el c¨¦lebre Henry Kissinger, ex secretario de Estado norteamericano, Shultz "es el hombre con el que habr¨ªa que contar, en caso de crisis grave". Y no son precisamente crisis lo que les faltan, por el momento, a los estrategas de Washington.
A sus 61 a?os de edad, Shultz cuenta con un historial brillante, acompa?ado de un car¨¢cter muy firme pero pausado y dif¨ªcilmente alterable. Todo lo contrario de su predecesor, el fogoso Haig.
Despu¨¦s de ejercer como profesor en la Stanford University Graduate School of Business (en California), casado con Helena O'Brien y padre de cinco hijos, Shultz entr¨® como secretario del Trabajo, en 1969, en la Administraci¨®n del presidente Nixon. Sucedi¨® en la secretar¨ªa a John Connally, como secretario del Tesoro, y dimiti¨® del cargo en mayo de 1974, en parte debido a las diferencias con la pr¨¢ctica de listas negras del presidente Nixon, que acab¨® con el esc¨¢ndalo del Watergate.
Shultz, que tiene fama de acostarse temprano y levantarse a las cinco de la ma?ana, pas¨® a la multinacional de ingenier¨ªa y construcci¨®n Bechtel, donde ejerci¨® las funciones de vicepresidente. Rechaz¨® los tanteos del presidente Ronald Reagan cuando Shultz era uno de los escogidos, en diciembre de 1979, para formar parte del equipo gubernamental de la Administraci¨®n que sucedi¨®, tras una impresionante victoria electoral, a la del presidente Jimmy Carter.
Pero Shultz, con excelentes v¨ªnculos en el mundo pol¨ªtico washingtoniano, ejerci¨® misiones discretas de buenos oficios para la presidencia Reagan. La ¨²ltima de la serie, antes de ser llamado para sustituir a Haig, fue la preparaci¨®n de la primera visita a Europa occidental del presidente Ronald Reagan, con motivo de las cumbres de Versalles y Bonn.
Amigo personal del canciller de la Rep¨²blica Federal de Alemania, Helmut Schmidt, y del ex presidente de Francia, Valery Giscard d'Estaing, Shultz pasa por ser un gran experto en problemas financieros y econ¨®micos internacionales, aspectos nada despreciables en un mundo donde las relaciones exteriores est¨¢n cada vez m¨¢s supeditadas al dios d¨®lar.
"Mi labor es ayudar al presidente a formular y ejecutar sus pol¨ªticas", dijo Shultz ante el Comit¨¦ de Relaciones Exteriores del Senado. Marc¨® el tono de su fama de hombre al que gusta trabajar en equipo, sin protagonismo y muy de acuerdo con los principios de sus amigos del clan californiano que domina la Casa Blanca: Edwin Meese, principal consejero del presidente; William Clark, responsable del Consejo de Seguridad, y, sobre todo, Caspar Weinberger, secretario de Defensa y ex subordinado de Shultz cuando ambos trabajaban para la pr¨®spera Becbtel, en San Francisco.
La Bechtel-Connection
Fundada hace 82 a?os por Warren Bechtel, para construir unos pocos kil¨®metros de v¨ªa ferroviaria, la convertida hoy en superpotente Bechtel Corporation (11.400 millones de d¨®lares de negocios en 1981) es un negocio familiar que construye centrales nucleares en medio mundo, el Metro de Washington o una ciudad para 30.000 habitantes en pleno desierto de Arabia Saud¨ª.Son, sobre todo, los excelentes v¨ªnculos de Bechtel con los pa¨ªses ¨¢rabes los que dieron origen a muchos interrogantes sobre cu¨¢l ser¨¢ la postura de Shultz hacia los problemas de Oriente Medio. Preocupa, en particular, a los senadores proisrael¨ªes del Congreso norteamericano. Shultz sali¨® al paso diciendo que Bechtel pertenece al pasado. Dio pruebas de equilibrio dial¨¦ctico al leer ante el Congreso una declaraci¨®n en la que "la necesidad de incluir a los palestinos" en el proceso negociador de Oriente Medio, contrasta con el recuerdo de "Israel como aliado de EE UU". Haciendo gala de su sentido del humor, explic¨® a los senadores que en Bechtel ¨¦l era el que mandaba, pero que al llegar a su casa, la presidenta era su mujer.
Pero, la coincidencia de Weinberger, Shultz y otros altos cargos vinculados con la Administraci¨®n, todos ellos ex Bechtel boys, una de las firmas m¨¢s pr¨®speras y m¨¢s discretas de la econom¨ªa norteamericana, no dejan de levantar ciertas dudas sobre qui¨¦n manda en la Casa Blanca. M¨¢s de un humorista ha reflejado en sus dibujos en los peri¨®dicos el edificio de la Casa Blanca, con un enorme letrero en el tejado en el que se le¨ªa "filial de la Bechtel Corporation".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.