Un brasile?o que le regal¨® un borrico al papa, en huelga de hambre en la plaza de San Pedro

Desde el domingo est¨¢ sentado en la plaza de San Pedro, haciendo huelga de hambre, porque el Papa no quiere aceptar el burro que le regal¨® hace dos a?os. Y ayer por la ma?ana se present¨® en la sala de Prensa del Vaticano a los periodistas acreditados ante la Santa Sede, vestido de blanco y con cara demacrada. Se llama Damiao Gildano de Souza. Es brasile?o. Tiene 45 a?os. Es ch¨®fer del Senado en Brasilia. Casado y padre de dos hijos. Cuando el papa Juan Pablo II estuvo en Brasil hace dos a?os le regal¨® su borrico, que se llama Jericar.
Ya entonces fue toda una od¨ªsea para que el Papa pudiera aceptar su regalo. Odisea burocr¨¢tica, l¨®gicamente. Por fin, a trav¨¦s de la Nunciatura, se le comunic¨® que Juan Pablo II hab¨ªa agradecido mucho su regalo y que lo hab¨ªa, a su vez, regalado a una instituci¨®n ben¨¦fica. Pero el mestizo Dami?o, que naci¨® en Esp¨ªrito Santo, en el Estado de Paraiba, en pleno noroeste brasile?o, cat¨®lico ferviente, no se quedo contento con las promesas.Seg¨²n el curioso personaje, el asno es un animal sagrado para el cristiano, ya que "llev¨® sobre ¨¦l a la Sagrada Familia". De todos modos, De Souza no ha pretendido que el Papa deje su Mercedes y se pasee en burro por Roma. Pide s¨®lo que su Jericar pueda vivir tranquilo en Castelgandolfo.
Despu¨¦s de otro ayuno en Brasil ante la catedral y de dos a?os de lucha, que ha pagado caros, con amenazas de perder su puesto de trabajo en el Senado, el atacado ch¨®fer brasile?o, que incluso estuvo algunas semanas internado en un manicomio hasta que los m¨¦dicos decretaron su perfecto estado mental, consigui¨® que una compa?¨ªa alemana les pagara el viaje hasta Roma a ¨¦l y a su asno, y el permiso del Vaticano para tra¨¦rselo. Al burro se le hicieron todas las vacunas necesarias. Llegaron los d¨®lares para el viaje de ambos y, cuando todo estaba listo, lleg¨® a la Nunciatura de Brasil, procedente del Vaticano, sin que se haya podido saber qui¨¦n lo firmaba, un telegrama en el que se dec¨ªa que el Papa no pod¨ªa acoger el asno.
El hombre, enfadado y deshecho, se ha venido solo a Roma y se ha plantado en la plaza de San Pedro con la boca cerrada. Bueno, s¨®lo para comer y beber, porque con los periodistas ha hablado sin miedo: "Seguir¨¦ la huelga de hambre", dijo ayer, "hasta que el Papa acepte mi burro". Del Vaticano no hay noticias oficiales. Sencillamente se dice entre dientes que nadie puede obligar al Papa a recibir un regalo. Por otra parte, afirman, en realidad ya lo hab¨ªa aceptado, y cuando uno recibe un regalo no tiene ning¨²n deber moral de llev¨¢rselo a su casa.
Probablemente todo se deba a problemas de protocolo, diplomacia o pr¨¢cticos. Algunas fuentes hablan de que al Papa le hab¨ªa hecho gracia la historia del burro brasile?o. Hab¨ªa aceptado que se lo trajeran a Castelgandolfo. Pero de repente, alg¨²n monse?or le habr¨¢ convencido de que el gesto podr¨ªa crear precedentes. ?Y si ma?ana le regalan al Papa un elefante, o un le¨®n, o un mono? ?Puede convertirse la huerta del Papa en un jard¨ªn zool¨®gico? Pero Dami?o Gildano de Souza, que form¨® parte de las tropas que la ONU envi¨® en 1963 al canal de Suez, no est¨¢ dispuesto a ceder. O su burro vivir¨¢ cerca del Papa o se dejar¨¢ morir de hambre en la plaza de San Pedro. Claro, si los guardias vaticanos se lo permiten.
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