Persona, derecho, libertad
1. Se dice en el proemio de La Celestina que "todas las cosas est¨¢n hechas a manera de conflicto".Cierto que nada se nos da hecho y que nada se nos regala. La historia del hombre es una guerra de conquista, pero la m¨¢s hermosa conquista es la de haber conseguido, bien que todav¨ªa a medias, ser persona, ser ciudadano.
Ser persona no es definirse metaf¨ªsicamente como un ente. Ser personales ver en los otros la persona que nosotros queremos ser. Ser persona es respetarse a s¨ª mismo en los otros. As¨ª de sencillo, de humilde, de elemental. Es como la patria. La patria no es una entidad metaf¨ªsica, abstracta. La patria somos todos los que vivimos m¨¢s pr¨®ximos, trabajando, orando, gozando, sufriendo, toler¨¢ndonos. La patria es un recinto f¨ªsico y moral donde caben todos, menos los que matan o mandan matar.
2. El estado liberal de derecho, propio del siglo XIX, intent¨® proteger al individuo, y a tal efecto inscribi¨® en sus c¨®digos una tabla de derechos y libertades: las llamadas libertades formales. En ella figuraban las garant¨ªas penales y procesales. El derecho penal de la ¨¦poca supuso un extraordinario avance en ese sentido, desde Beccaria hasta el momento, y sus luchas y esfuerzos no fueron bald¨ªos.
Algo gan¨® el hombre cuando se estableci¨® que no pod¨ªa ser condenado penalmente sin ser o¨ªdo y sin que antes una ley hubiera definido su delito. Algo gan¨® el hombre cuando termin¨® la Inquisici¨®n, c¨¢ando la esclavitud fue abolida; cuando se fij¨® humanamente la jornada laboral y se crearon los seguros sociales; cuando la mujer alcanz¨® el voto; cuando los Gobiernos, mal que bien, fueron elegidos mediante sufragio; cuando se pudo escribir y publicar...
Sin embargo, las realidades y necesidades sociales y econ¨®micas, las luchas por el poder del dinero, fueron poco a poco superando aquellas conquistas, muchas veces ya papel mojado, flatus vocis, cuando no aut¨¦ntico escarnio y paradoja, porque una cosa era proclamar y reconocer el derecho, y otra facilitar y hacer posible su ejercicio.
El camino de la libertad formal a la libertad real ven¨ªa marcado por una concepci¨®n justa y real, m¨¢s humana, de la sociedad y del Estado. No s¨®lo la econom¨ªa, la pol¨ªtica, incluso la literatura, se impregnaron de sentido social -l¨¦ase aspiraci¨®n a la justicia-, sino, tambi¨¦n el derecho.
3. Pero, en el mundo jur¨ªdico social, el derecho penal tiene una s caracter¨ªsticas especiales, incluso unas connotaciones metaf¨ªsicas, filos¨®ficas, puesto que nada menos es en su ¨¢mbito donde la discusi¨®n sobre el libre albedr¨ªo rinde famosas batallas. Ah¨ª est¨¢ en juego la libertad responsable, porque no hay responsabilidad sin libertad. ?Es culpable la sociedad? ?Es culpable el individuo?
Si la vida es sue?o, no soy responsable, dir¨ªa Calder¨®n. Si me
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sue?an, no soy libre, dir¨ªa Unamuno. Mi voluntad no es m¨ªa, sino hecha por los dem¨¢s. ?Es as¨ª?
Hay quien cree y sostiene que no hay m¨¢s libertad que la de ser bueno. Pero la libertad es para el bien y para el mal. La libertad no se puede prohibir: no es un sujeto de derecho; el sujeto es el hombre y el hombre no es un medio, sino fin (Kant).
Y, sin embargo, se proh¨ªbe. Se proh¨ªbe en el hombre, en la persona, que es el soporte de la libertad. Ante el juez penal comparece un hombre que se supone libre.
?Libre? Debemos afirmarlo as¨ª: si el hombre no es libre, debemos hacerlo libre, y c¨®mo libre hay que tratarlo, mejor dicho, debemos tratarnos, unos a otros sin jerarqu¨ªas, como tales hombres, dotados de los medios, -no ya jur¨ªdicos, sino sociales y econ¨®micos que la sociedad, es decir-, la organizaci¨®n social debe proporcionar.
4. Si es imprescindible, lamentablemente necesario, que haya instituciones, autoridades y gobiernos hay que compensarlos con una utilizaci¨®n humana, con un uso racional de sus normas, con un reparto justo de los medios e instrumentos sociales y econ¨®micos.
Hay que establecer un equilibrio, ese equilibrio. que ha sido roto por el propio hombre, no por nadie m¨¢s. La restauraci¨®n del equilibrio ha de ser tambi¨¦n obra suya, no s¨®lo de las burocr¨¢ticas; deshumanizadas y de sustanciadas instituciones y poderes.
Lo que ocurre es que el hombre, verdadero creador de la desarmon¨ªa, es el que debe autocensurarse y autoequilibrarse.
No es justo que el hombre. que presume de libre, y que ha originado con su libertad el conflicto, se recluya en el c¨®modo recinto del pasotismo y del nihilismo improductivo, reseco erial, tierra inh¨®spita e infecunda.
La culpa de lo que pasa a los hombres la tenemos los hombres. Hambres, guerras, pleitos, burocracias, despachos, papeles, p¨®lizas, multas, ruidos, explotaciones y asesinatos... son obra del hombre. Son nuestra obra, nuestra carga, nuestra servidumbre.
5. Dice un viejo chiste que la diferencia entre un boxeador que masca chicle y una vaca que pasta est¨¢ en la mirada profundamente inteligente de la vaca. Pues bien, en la est¨²pida guerra de las Malvinas, los ¨²nicos personajes inteligentes del drama son las ovejas de las islas. Lo que est¨¢ pasando ya no es un cuento narrado por un loco, seg¨²n dec¨ªa Shakespeare, sino una historia, hecha por tres locos, o por cuatro o por cinco. ?D¨®nde est¨¢ la persona en las guerras? ?D¨®nde el derecho? ?D¨®nde la libertad?
6. Protestar contra el pago de los impuestos y otras servidumbres y despu¨¦s utilizar gratuitamente los servicios p¨²blicos no es justo ni congruente. Todo eso supone una estructura, unas reglas y una organizaci¨®n. Y la organizaci¨®n conlleva, ciertamente, como un veneno interno y escondido, el poder, el temido poder.
Hoy, para seguir siendo humanos, no veo otro remedio que el de limitar el poder, puesto que no lo puedo suprimir. La paradoja es que, para limitar el poder, hay que establecer otro poder. Una especie de cuento de nunca acabar. Creo que el invento, no hay otro, es la Constituci¨®n, el derecho en definitiva, el control que los ¨®rganos constitucionales han de ejercer para vigilar y procurar que todas las instituciones y organismos cumplan el fin normal de toda convivencia humana: que los hombres traten bien a los hombres, es decir, como personas. Un viejo, pero siempre incumplido deseo.
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