Los soldados revelan corrupciones militares
Con el regreso de los ¨²ltimos pnisioneros hechos por la victoriosa Task Force brit¨¢nica, la sociedad argentina se convirti¨® en una acusatoria asamblea "contra la forma aventurera e irresponsable" en que se organiz¨® la operaci¨®n Malvinas. El debate, que ya hab¨ªa penetrado en las Fuerzas Armadas el 14 de junio ¨²ltimo con la primera noticia de la rendici¨®n, lejos de amainar, se ha generalizado en el dividido espectro militar. Un cerrado hermetismo ha ocultado el paradero de los responsables en el terreno de la fallida operaci¨®n; entre ellos, el general Mario Men¨¦ndez, h¨¦roe de la lucha contra la guerrilla juvenil en Tucum¨¢n (1975).Sin embargo, hora tras hora salen a la luz revelaciones sobre la "criminal frivolidad con que se prepar¨® una guerra basada en la concepci¨®n estrat¨¦gica de que precisamente no habr¨ªa guerra, o sea, que el Gobierno conservador ingl¨¦s no acudir¨ªa "desde tan lejos al campo de batalla", seg¨²n confesara el propio general Leopoldo Galtieri. Los allegados a este ¨²ltimo juran que "la Casa Blanca y el Pent¨¢gono estaban al tanto de todo y dieron un,s¨ª clar¨ªsimo al proyecto". El sector de generales llamados videlistas, y sus publicistas civiles, intenta absolverse de culpas diciendo que "se trataba de un s¨ª t¨¢cito solamente".
Los analistas no dudan en concluir que especialmente algunos funcionarios del Pent¨¢gono animaron con sutiles luces verdes el proyecto militar tendente a divertir la eclosi¨®n popular tras seis a?os de cruenta dictadura. Si Margaret Thatcher se tragaba la piedra, conseguir¨ªan la superbase militar en las Malvinas por el camino m¨¢s corto, aseveran fuentes indiscutibles. No se debe olvidar -agregan- que las grandes multinacionales petroleras estadounidenses hac¨ªan el doble juego de presentar sus planes de explotaci¨®n de las cuencas submarinas del archipi¨¦lago simult¨¢neamente en Londres y en Buenos Aires.
Revelaciones con trasfondo s¨®rdido
La ligereza pasmosa con que se encar¨® el cap¨ªtulo log¨ªstico surge crudamente de los testimonios de miles de soldados (de reemplazo, entre dieciocho y veinte a?os de edad), aparte de los de algunos oficiales que en las ¨²ltimas semanas asumieron un reservado papel cr¨ªtico.
Un soldado -entre centenares del regimiento n¨²mero 3 de Infanter¨ªa de La Tablada-, destinado a la guarnici¨®n de Puerto Argentino (rebautizado Port Stanley), afirm¨® que "muchos de nosotros quedamos mutilados por explosiones de granadas y municiones en mal estado. Los ca?os de nuestros fusiles estaban muy percutidos, con picaduras y desviaciones". Soldados que sal¨ªan a robar comida a otros a punta de pistola, "porque ten¨ªa mos hambre. Otros dejaron sus piernas en los quir¨®fanos, v¨ªctimas del congelamiento por des provisi¨®n de abrigos y calzados adecuados. Suboficiales que vend¨ªan cigarrillos que nos enviaban de regalo solidario... En monte Longton, al capit¨¢n de nuestra compa?¨ªa no se le vio para nada; suponemos que se qued¨® a retaguardia, porque desde all¨ª orden¨® que nos repleg¨¢ramos. Nos dieron municiones para tres d¨ªas, y nos duraron una hora y media. Todo lo que: se nos enviaba, sea material militar o paquetes solidarios, todo lo robaban, de acuerdo a la ley del embudo: a los soldados no nos llegaba casi nada; algunos debieron mendigar comida a los habitantes de la isla. Ten¨ªamos visores nocturnos tambi¨¦n, como los ingleses, pero casi no ten¨ªamos pilas. Lo peor fue el ¨²ltimo d¨ªa: muchos soldados llor¨¢bamos porque, ya prisioneros, en las calles de Puerto Argentino pis¨¢bamos cajas de comida, cigarrillos, dulces, ropa que jam¨¢s nos repartieron y que algunos vend¨ªan... Yo volver¨ªa a combatir si fuera necesario, pero con jefes que nos juren que han organizado todo como se debe y que van a dar el ejemplo en el combate".
La 'autointoxicaci¨®n' militar
Sorprendentemente, y como uno de los indicios de que la derrota militar asumi¨® un car¨¢cter pol¨ªtico interno, testimonios como ¨¦ste tomaron virtualmente por asalto a la propia Prensa censurada del pa¨ªs, que de hecho rompi¨® algunas rejas restrictivas, no todas. Para los expertos militares, tales relatos son "verdaderos yacimientos de informaci¨®n acerca de los gruesos defectos doctrinarios y estrat¨¦gicos del poder militar", encumbrado en Argentina tras el sangriento golpe de Estado de 1976. Los expertos -incluso militares- resumen su an¨¢lisis en los siguientes puntos esenciales:
- No se puede encarar una guerra anticolonial con una doctrina procolonial. Si el r¨¦gimen militar pact¨® con Washington su apoyo a la. pol¨ªtica, de la Administraci¨®n Reagan en Am¨¦rica Central, si estaba dispuesto a compartir una superbase militar con Washington e incluso con Londres, si hasta lleg¨® a auspiciar la entrega de las cuencas petroleras submarinas a la Exxon y la Shell -como est¨¢ archidocumentado-, nadie debe lamentarse de que tales aliados naturales se convirtieran de un minuto a otro en sus claros enemigos b¨¦licos. Apoyarse en Washington para desalojar a Londres result¨® huir del le¨®n hacia los dientes de la hiena.
- Es impensable la soberan¨ªa territorial sin una efectiva soberan¨ªa social sobre el aparato del Estado y del Gobierno; o sea, sin democracia real, sin la soberan¨ªa patrimonial sobre la econom¨ªa y sin soberan¨ªa cultural. Todo ello hab¨ªa sido brutalmente conculcado en el pa¨ªs por el propio poder castrense, que se autointoxic¨® con ideolog¨ªas belicistas ("la tercera guerra mundial ya est¨¢ en curso") y convenientes a la invasi¨®n econ¨®mica y pol¨ªtica de las compa?¨ªas multinacionales ("la seguridad nacional", "somos los cruzados del Occidente cristiano"). Como consecuencia de la tesis de guerra f¨¢cil sin guerra se adopt¨® la t¨¢ctica de defensa est¨¢tica. El Ej ¨¦rc¨ªto jam¨¢s aplic¨® la l¨ªnea de defensa activa, como es de rigor; no atac¨® jam¨¢s.
- Un ej¨¦rcito organizado en aras de la seguridad nacional ser¨¢ una simple polic¨ªa ¨²til para proteger el proyecto econ¨®mico multinacional, llevando incluso la represi¨®n social al grado de genocidio. Pero no podr¨¢ ser un ej¨¦rcito id¨®neo para la defensa de la soberan¨ªa nacional. La doctrina de seguridad nacional fue auspiciada por Nelson Rockefeller en su c¨¦lebre gira por las Am¨¦ricas en 1969. Combatir y reprimir al propio pueblo es firmar el acta de defunci¨®n de las fuerzas armadas. Todo esto qued¨® en evidencia en muchas partes; entre otras, en Nicaragua, en 1979.
- Todas las guerras anticolonialistas triunfaron por el apoyo masivo del pueblo a sus combatientes, a pesar de la sistem¨¢tica superioridad tecnol¨®gica militar del enemigo colonial (Argelia, Vietnam). El Ej¨¦rcito no puede ser el gendarme del pueblo -all¨ª radican todos los embriones de su derrota y disoluci¨®n-, sino su representante, papel en el que anidan sus posibilidades objetivas de triunfo.
Democracia y Fuerzas Armadas
El l¨ªder del ala progresista del Partido Radical (segunda fuerza electoral del pa¨ªs en 1973), Ra¨²l Alfons¨ªn, dijo di¨¢fanamente que "no puede existir democracia en Argentina sin Fuerzas Armadas democr¨¢ticas", lo que en el presente es obviamente s¨®lo una aspiraci¨®n masiva de los civiles.
Lo cierto es que la dependencia econ¨®mica del pa¨ªs, que a¨²n no pudo asumir el control de sus ingentes riquezas minerales y alimenticias, ha marcado la omnipotencia militar de su ¨²ltimo medio siglo de historia: 35 a?os de Gobiernos castrenses autoungidos en oportunos golpes de Estado.
Curiosamente, los dos ¨²nicos reg¨ªmenes electos por el sufragio popular masivo (radicalismo y peronismo) constituyeron los ¨²nicos momentos de soberan¨ªa econ¨®mica y pol¨ªtica, dando v¨ªa libre a los generales dem¨®cratas, que pudieron concretar asi sus grandes proyectos de infraestructura b¨¢sica y proyecci¨®n estrat¨¦gica: Mosconi, petr¨®leo; Savio, acero; Leal, franja ant¨¢rtica.
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