La efusividad de la viola de Jordi Savall
Uno de los conciertos que m¨¢s entusiasmo despert¨® en este IV Curso de M¨²sica Barroca y Rococ¨® fue el recital titulado El ¨¢ngel y el diablo (El arte viol¨ªstico del barroco franc¨¦s), que protagonizaron la pasada semana Jordi Savall y Ton Koopman, dos j¨®venes maestros de la interpretaci¨®n de la m¨²sica barroca, dos virtuosos instrumentistas en sus respectivas especialidades de viola da gamba y clave. En el quehacer de ambos artistas hay que se?alar importantes virtudes comunes: t¨¦cnica consumada, pulcro mecanismo, compenetraci¨®n entre ambas voces que denota madurez y trabajo; todo ello al servicio de una interpretaci¨®n sumamente cuidada conceptual y estil¨ªsticamente, que se inscribe en las tendencias actuales de buscar la manera (o maneras) de servir el barroco mediante la recuperaci¨®n de los instrumentos de la ¨¦lbca y de sus t¨¦cnicas y estilos interpretativos.Pero siendo importantes estos criterios historicistas y est¨¦ticos, no siempre convencen a la hora del concierto cuando quien los expone no va m¨¢s all¨¢ de una reproducci¨®n de las notas y es incapaz de darles vida musical. Por eso no es casualidad que el suizo-catal¨¢n Jordi Savall atesore, de un tiempo a esta parte, tanto prestigio musicol¨®gico cuanto ¨¦xito a niveles masivos, porque en sus actuaciones el estudio, la b¨²squeda, los purismos, quedan limitados a su glorioso papel de medio, y la m¨²sica -el fin- nos llega con toda su belleza y perfecci¨®n y con un plus de efusividad, de vibraci¨®n human¨ªstica, que es privilegio de este singular artista. Sus interpretaciones del Laberinto y de las Folies d'Espagne, de Marin Marais, as¨ª como de los seis Retratos musicales, de Antoine Forqueray, rezumaron virtuosismo y musicalidad de la mejor ley, pero si hubiera que trazar un retrato musical de Jordi Savall, yo propondr¨ªa la escucha de su versi¨®n de La Du Vaucel, esa p¨¢gina de Forqueray que fue interpretada con incre¨ªble finura de matiz: Savall y Koopman dieron una lecci¨®n de c¨®mo construir todo un mundo expresivo, inelable, a partir de una indicaci¨®n de la partitura: Tr¨¨s tendrement.
Por su parte, el clavecinista holand¨¦s interpret¨® a solo Preludio y Chacona, de Louis Couperin, y La Forqueray, de Duphly. El concierto hubo de prolongarse con dos propinas recibidas jubilosamente: Adagio y allegro, de la Sonata n? 2, de Bach, y La Tartarine, de Marais.
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