Tumbados bajo los precios
TRES MESES lleva el ¨ªndice de precios acumulado en lo que va de a?o por encima de los niveles de 1981. El Gobierno embarc¨® al pa¨ªs en unos Presupuestos del Estado y un Acuerdo Nacional de Empleo que se basabanen terminar 1982 con un 12% en este indicador de la inflaci¨®n. Pero, tal como van las cosas, diversos expertos pronostican un 15%. Incluso la experiencia de los ¨ªndices de precios en los ¨²ltimos a?os revela que las tasas anuales de mediados de ejercicio (en este caso, entre el 15,1.% de mayo y el 16,1% de junio) acaban, irremediablemente, por imponerse al final. Es decir, que hasta ese 15% ser¨ªa optimista, y la tasa de diciembre quedar¨ªa todav¨ªa m¨¢s lejos del 14,4% de 1981. Por no crear expectativas que alimenten el fuego, por ocultar su fracaso, o por pretender ganar realmente tiempo a invertir esta tendencia inflacionista, la Administraci¨®n ha tardado en reconocer que los precios no van como se esperaba. Todav¨ªa en la ¨²ltima reuni¨®n de la comisi¨®n de seguimiento del ANE, a finales de junio, el representante del Ministerio de Econom¨ªa intent¨® desautorizar las tesis de quienes ve¨ªan claramente la tendencia hacia un incremento de los precios entre el 14,5% y el 15%, y la segura revisi¨®n salarial en ciernes. Una actitud similar mantuvieron los representantes de Trabajo y Seguridad Social, ya casi en agosto, al debatirse los presupuestos para 1983, basados en un 10%-11 % de inflaci¨®n prevista.
El 1,3% en el ¨ªndice de precios al consumo de julio, que coloca al acumulado de los siete primeros meses en el 9,2%, merece la respuesta realista de los ministros econ¨®micos del Gobierno, cuando se reincorporen a sus despachos en los pr¨®ximos d¨ªas. Si participaran de la sensibilidad del ciudadano, quien siente cada d¨ªa el peso de la inflaci¨®n en su bolsillo, es dif¨ªcil que hayan tenido un veraneo despreocupado. Porque la opini¨®n p¨²blica sabe perfectamente que poca culpa tienen este a?o los salarios (un 10,5% de aumento medio para los cuatro millones de asalariados con convenio), los precios de la energ¨ªa (su repercusi¨®n en lo que va de a?o apenas llega al 0,28 de los 9,2 puntos), u otras justificaciones de los ¨²ltimos tiempos.
Hay indicios fundados del intento de pasar factura a la infl¨²encia de las malas cosechas de 1981 y 1982 en la evoluci¨®n alcista del componente alimentaci¨®n, bebidas y tabaco del IPC. Pero ni siquiera eso ser¨ªa justo. En efecto, el grupo de alimentaci¨®n, con un peso del 40,5% en el IPC, ha crecido en lo que va de a?o un punto por encima del ¨ªndice general, y su tasa de los ¨²ltimos doce meses es tres puntos superior a la del general. Dentro del mismo, los alimentos sin elaborar han aumentado hasta agosto el doble que el resto (6,7% y 13,6%). No hay, sin embargo, relaci¨®n cierta y exclusiva. De hecho, el componente alimentario empez¨® a frenar la inflaci¨®n, para pasar a acelerarla, en el segundo semestre de 1980, el a?o de la cosecha del siglo. Y ese a?o los orgamsmos interventores de Agricultura compraron las cosechas con recursos p¨²blicos, con cargo a los cuales garantizan-regulan precios y mercados, muchas veces con dudoso acierto. El Gobiemo fija cada a?o los precios de docena y media de productos b¨¢sicos, lo que deber¨ªa servir para evitarle tan costosas e ¨ªmpopulares sorpresas.
Adem¨¢s, no s¨®lo la inflaci¨®n que padecemos es avivada por el rengl¨®n alimentario. El componente otros gastos, cuyo peso determina la d¨¦cima parte del ¨ªndice y est¨¢ influido por unos gastos de turismo que crecen al 20% -aunque la ¨²ltima encuesta oficial demuestre que un 59% de espa?oles se queden en casa-, ha crecido en lo que va de a?o dos puntos m¨¢s que el de alimentaci¨®n; su tasa anual apenas dista un punto por debajo del 18,1% del citado grupo. L¨¢ medicina, empujada por unos precios farmac¨¦uticos superiores en un 24% a los de hace un a?o, crece a ritmos similares. Tampoco los gastos del hogar ni la cultura andan con sus tasas muy por debajo.
Puede vanagloriarse alg¨²n portavoz gubernamental de que este a?o el vestido y el calzado registran precios moderados (6,1 % y 12,7% en siete y doce meses, respectivamente). O tambi¨¦n de que los precios de bienes industriales, en su conjunto, quedan al 7,1% y 11,6%. Sin embargo, el sentido com¨²n aconseja precauci¨®n en las justificaciones. ?Qu¨¦ pasar¨ªa si la falta de poder adquisitivo de las econom¨ªas m¨¢s modestas no reprimiera las ansias o la necesidad de consumos aplazables, como parecen apuntar los ¨ªndices de ventas en grandes almacenes? ?Qu¨¦ ocurrir¨¢ en los pr¨®ximos meses, cuando cambie la temporada de vestido y calzado? ?Qu¨¦ pasar¨ªa si el crecimiento econ¨®mico, apenas perceptible -el Banco de Espa?a acaba de aventurar el 1,5% de tasa anual en el primer semestre para los sectores no agrarios-, se hubiera acercado a los tambi¨¦n fracasados pron¨®sticos del Gobiemo y, cumpliera su l¨®gica de azuzar el alza de los precios?
Una de las pocas disculpas que se pueden poner ser¨ªa la depreciaci¨®n de la peseta, mal negocio para Espa?a si respondiera -que no es el caso- s¨®lo a una opci¨®n t¨¢ctica, porque este pa¨ªs compra m¨¢s que vende. Se ha dicho que de ah¨ª procede al menos un punto de inflaci¨®n. Pero tambi¨¦n cabe, responder que una buena pol¨ªtica econ¨®mica debe aprovechar para otros fines el favor que se hace as¨ª a las empresas exportadoras.
Todo indica, por tanto, que las sospechas sobre la pasividad de este Gobiemo en materia econ¨®mica se hacen m¨¢s que visibles. Parece como. si el problema de la inflaci¨®n hubiera sido olvidado, sin dar la prioridad a ninguna otra de las dificultades existentes. Al hacer balance, ni siquiera podr¨¢ poner en su activo -porque no le corresponde-, la moderaci¨®n salarial largamente esperada por los empresarios e introducida por la concertati¨®n social (decretos pactados, AMI y ANE), a la que tanto ha contribuido la sensatez de los sindicatos. En cambio, figurar¨¢ en el pasivo, con gruesas letras rojas, el reiterado descr¨¦dito causado por incumplir sus previsiones, que en los ¨²ltimos a?os parecen m¨¢s regla que excepci¨®n. Un pasivo exigible a muy corto plazo, como demuestran las peticiones de las centrales de cumplir el ANE en su cl¨¢usula de revisi¨®n salarial, as¨ª coma la reacci¨®n de la CEOE por boca de su secretario general, corroborando sus posiciones cr¨ªticas hacia la pol¨ªtica econ¨®mica del Gobierno.
Pero pocas reflexiones econ¨®micas pueden realizarse en este momento sin Contemplar el horizonte pol¨ªtico. Las personas sensatas comprobar¨¢n que las tormentas despertadas en el seno de UCD, para contribuir a la creaci¨®n de la gran derecha, no han hecho sino empeorar la situaci¨®n de las econom¨ªas dom¨¦sticas de las capas medias de la sociedad espa?ola. Ahora, en las antev¨ªsperas de las elecciones, estos sutiles juegos de la mayor¨ªa natural dejan en manos del Gobiemo que venga un panorama desolador, y enconar las crispaciones de nuestros ciudadanos puede ser una prima para los pol¨ªticos fracasados que aspiran a encaramarse como la esperanza blanca de la derecha, pero un mal negocio para los estratos din¨¢micos de la sociedad actual espa?ola.
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