Hoy hace 20 a?os que muri¨® LeopoIdo Panero, autor de 'Canto personal'
Fue uno de los miembros destacados de la generaci¨®n po¨¦tica del 36
El poeta Leopoldo Panero naci¨® en Astorga en 1909 y muri¨® en Madrid hoy hace veinte a?os. Licenciado en Derecho, gran parte de su obra literaria apareci¨® en revistas como Escorial y Fantas¨ªa, y en los suplementos de Estafeta Literaria. En 1949 apareci¨® su libro Escrito en cada instante y, en 1953, publica Canto personal, que prolog¨® Dionisio Ridruejo y era una respuesta al famoso Canto general de Neruda. En 1963, un a?o despu¨¦s de su muerte, se publica Poes¨ªas, que recoge la totalidad de una obra l¨ªrica que sufri¨® un cierto olvido en aquellos a?os. Su personalidad fue, indirectamente, protagonista de la pel¨ªcula El desencanto, de Jaime Ch¨¢varri, en la que la esposa, Felicidad Blanch, y los hijos de Panero, algunos de los cuales tambi¨¦n son poetas, pensaban en voz alta sobre su vida y vicisitudes junto al poeta. Perteneciente a la generaci¨®n del 36, como Vivanco y Rosales, Panero, que obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1949, figura en una discreta pero s¨®lida primera fila en la l¨ªrica espa?ola de este tiempo, como explica el autor de este art¨ªculo.
Los a?os han ido transcurriendo, se han sucedido las modas literarias como es habitual y, si miramos hacia atr¨¢s, observaremos que s¨®lo permanece la autenticidad; es decir, cuanto en esas, obras hab¨ªa de profunda palpitaci¨®n an¨ªmica. En esta ¨®rbita cabe situar la obra del poeta leon¨¦s Leopoldo Panero, a los veinte a?os de su muerte y tras haber pasado por las pruebas de algunas incomprensiones y reticencias de todos conocidas.Autenticidad que brota especialmente de aquel arraigo a que ya hace tiempo hiciera referencia D¨¢maso Alonso en el pr¨®logo a una primera edici¨®n de poes¨ªas reunidas. ?Y en d¨®nde se lleva a cabo ese arraigo? En la tierra, naturalmente. Y, por concretar a¨²n m¨¢s, en esa tierra de labrant¨ªos ¨¢speros, de vegas humildes y de parameras desde las que se divisa la cima tutelar del monte Teleno, desde la propia tierra del poeta.
La poes¨ªa de Leopoldo Panero toca, de forma llana y entra?able, los que pueden considerarse los cuatro temas esenciales y grandes de la l¨ªrica universal de todos los tiempos: la naturaleza, el amor, la divinidad y la muerte. (El de la familia, que tambi¨¦n han subrayado los cr¨ªticos, ser¨ªa s¨®lo un subtema del segundo.) Y se aproxima el poeta a estas cuestiones desde la sencillez, desde la transparencia de la mirada. El mundo rural y sentimental de la poes¨ªa de Leopoldo Panero era contemplado en su originalidad, tal como pr¨¢cticamente hab¨ªa sido instaurado.
Aquel chopo, aquel surco, aquel pedregal, aquella agua ahondadora, resum¨ªan el vac¨ªo inicial y puro del mundo y revelaban la humildad del ser, la mansedumbre de las horas vividas. La tierra -presente o en la distancia- era el centro nutricio de todo. La tierra, en su desnudez c¨¢lida o heladora, reflejaba tambi¨¦n el rostro de la divinidad, que no era ciertamente una divinidad exultante y apote¨®sica, la divinidad de la Edad de Oro; se trataba de la divinidad de lo cotidiano, de las renuncias, de las alegr¨ªas gratas y de los dolores hondos, pero asumidos y serenos. La divinidad, en suma, que aroma la ma?ana y las labores con el perfume ardoroso y ang¨¦lico del pan crujiente, del horno que abre su alma de fuego al aire del encinar.
Amor, como recurso
Y el amor, como recurso primero y ¨²ltimo para aceptar el mundo, para explicar el mundo; como medio no seguro, pero s¨ª enga?oso, de detener el paso cada vez m¨¢s acuciante de la muerte. Amor tambi¨¦n de ra¨ªz cristiana; es decir, paciente, resignado, contenido, pero lleno al mismo tiempo de un lento y purificador fuego, de una lumbre que hace fulgurar la existencia m¨¢s, sombr¨ªa.Todo en la poes¨ªa de Leopoldo Panero -incluso en aquellas zonas de ella que han venido siendo consideradas como pol¨¦micas o inaceptables por algunos- es entra?able, transparente, tiene profundidad y altura humanas. El mundo ha sido aceptado en su totalidad, y el poeta, con los pies bien asentados en la tierra y la mirada clavada, enso?adora, en los l¨ªmites, recrea con esperanza la continuada tarea de seguir adelante con cada jornada, con cada estaci¨®n del a?o y del alma.
Ahora, no sin un cierto temblor, entreveo todav¨ªa el palomar y la casa del poeta entre las encinas envueltas en una nube de oro de Castrillo de las Piedras, en el atardecer de est¨ªo, cuando uno va de paso hacia otros lugares llevando algunos de sus versos human¨ªsimos en los labios.
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