El mensaje de apoyo a la vida
En el Mensaje se subraya c¨®mo "la situaci¨®n se ha ensombrecido r¨¢pidamente", y c¨®mo los gobiernos fracasaron "en llevar adelante el esp¨ªritu de Estocolmo". El lenguaje relativamente diplom¨¢tico de la declaraci¨®n y del plan de acci¨®n del PNUMA deja palo en el Mensaje a una dial¨¦ctica m¨¢s contundente y, lo que es m¨¢s preocupante, a una narraci¨®n que parece contener mayor realismo sobre lo que est¨¢ sucediendo. El Mensaje es m¨¢s radical cuando dice que "no se puede permitir que esta situaci¨®n contin¨²e", y al agregar que "la violencia creciente contra el entorno y la degradaci¨®n del mismo han llevado, de forma inevitable, a una mayor inseguridad, a una pobreza dram¨¢tica en medio de abundancia creciente y a mia, escalada de violencia contra la propia humanidad".El Mensaje constituye una abierta oposici¨®n a la carrera armamentista y denuncia la causalidad circular de que as¨ª como la guerra lleva a la degradaci¨®n del medio, es la degradaci¨®n del medio, junto con la demanda insaciable de recursos, lo que, a su vez, facilita la guerra.
El Mensaje critica del modo m¨¢s acerbo la deshumanizaci¨®n de nuestro entorno vital, tanto desde el punto de vista f¨ªsico como desde el antropol¨®gico. Destaca especialmente la cultura uniforme de alto consumo -lo que se presenta como una inevitable occidentalizaci¨®n a la americana- como una desgracia mundial. Para contrarrestarla -se dice- es preciso elaborar la alternativa de un nuevo tipo de desarrollo. En este sentido, el Mensaje recuerda que "la econom¨ªa . tiene cimientos ecol¨®gicos" que est¨¢n siendo gravemente amenazados por una tecnolog¨ªa que los ignora. En definitiva, los problemas que afectan al medio tienen soluciones ya conocidas y, por ello mismo, "el desaf¨ªo con que ahora nos enfrentamos no es tanto saber m¨¢s, sino hacer m¨¢s".
L¨®gicamente, en el Mensaje se valora en grado considerable la contribuci¨®n del movimiento ecologista, que se ha convertido en una fuerza cada vez m¨¢s poderosa para la defensa del medio frente al poder nuclear omn¨ªmodo, contra el exterminio de las ballenas, frente al uso de t¨®xicos, ante la amenaza de una proliferaci¨®n at¨®mica que amenaza con la guerra nuclear... Y, a rengl¨®n seguido, se adquiere el -compromiso de "continuar la lucha", para lo cual habr¨¢n de forjarse nuevos modelos de desarrollo. Y, para potenciar tales expectativas, el Mensaje formula peficiones concretas a los ciudadanos, a las autoridades locales, a las instituciones educativas y cient¨ªficas, a las organizaciones laborales, a los medios de comunicaci¨®n, a los gobiernos, a los organismos intergubernamentales, a las instituciones financieras e industriales y a las asociaciones profesionales y gerenciales.
El Mensaje, al apoyar la labor del PNUMA, reivindica un mayor esfuerzo financiero para potenciarlo, al tiempo que propone un planteamiento m¨¢s eficaz del sistema de las Naciones Unidas en este ¨¢rea. Y termina recordando a una gran figura del ecologismo mundial, desaparecida pocos meses antes, con estas palabras: "Como dijo Barbara Ward, tenemos el deber de la esperanza; pero tambi¨¦n hemos de asumir el deber de la acci¨®n".
Con todo, en el Mensaje de apoyo a la vida se echa de menos un verdadero impulso -que seguramente no tardar¨¢ en llegar- que d¨¦ al movimiento ecologista, en el plano mundial, toda la relevancia que merece para poner fin a tanto desatino y tanta destrucci¨®n. La organizaci¨®n efectiva y eficiente de los ecologistas a escala planetaria es, posiblemente, lo ¨²nico que frenar¨¢ y contendr¨¢ el deterioro irreversible del planeta.
Para terminar, me parece que no ser¨¢ ocioso recordar que "la pobreza es la peor forma de contaminaci¨®n". Esta frase se dej¨® o¨ªr por primera vez en Estocolmo, en 1972. Y, desde entonces, se ha comprobado que, efectivamente, la pobreza es el origen de la mayor destrucci¨®n ecol¨®gica. La superpoblaci¨®n, los ritmos de crecimiento demogr¨¢fico del 3% y hasta del 4% anual acumulativo est¨¢n forzando a la poblaci¨®n de amplias zonas rurales a agotar las fuentes de sus propios recursos renovables, los bosques, de donde se extrae le?a, y el propio suelo, del que depende la agricultura -y, sobre todo, el pastoreo-, de su misma supervivencia. Y ¨¦stos ya no son problemas que s¨®lo se den en circunstancias l¨ªmites, como los del Shale (Chad, Niger, Mali, Senegal, etc¨¦tera), sino tambi¨¦n de extensas zonas de Argelia y Marruecos, de Sud¨¢n y Etiop¨ªa, de todo el norte de los pa¨ªses del amplio golfo de Guinea, de ¨¢reas muy extensas del Africa austral, ¨¢reas concretas incluso de la Amazonia, del noreste de Brasil, de Centroam¨¦rica y de casi todo el Asia meridional y del Sureste.
La presi¨®n destructora del subdesarrollo est¨¢ amenazando as¨ª los ¨²ltimos grandes espacios naturales, descapitalizando lo mejor de lo que queda de la naturaleza ¨®riginal del planeta. Los cambios productivos y clim¨¢ticos, en un declive de preocupante degradaci¨®n, se suceden velozmente, sin hacerse esperar tanto como muchos piensan. El empobrecimiento y hasta la desertificaci¨®n de pa¨ªses enteros pueden ser la obra irreversible de no m¨¢s de una o dos generaciones. A la altura de 1982, ya resulta evidente que el subdesarrollo es la causa principal de todos esos problemas, a pesar de lo cual es muy poco lo que se hace. Se sigue armando a los pa¨ªses menos desarrollados para que luego luchen entre s¨ª (Irak-Ir¨¢n, Etiop¨ªa-Somalia, Ind¨ªa-Pakist¨¢n, Nicaragua-Honduras, etc¨¦tera). Pero, en cambio, se discute hasta el ¨²ltimo centavo en materia de ayuda a sus problemas de poblaci¨®n, de alimentaci¨®n, de programas conservacionistas. Esas son las exportaciones m¨¢s mort¨ªferas desde los pa¨ªses industriales. Habr¨¢n de cambiar muchas cosas para que todo empiece a cambiar algo.
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