Tornero, joven, polaco... y muerto
ENVIADO ESPECIAL"Andrzej Trjkowski, nacido el 15 de febrero de 1950, muerto tr¨¢gicamente el 31 de agosto de 1982. Ave Mar¨ªa". Sobre una cruz de madera, una sencilla placa con los datos del fallecido. Unas 3.000 personas, alrededor de la tumba, responden a los responsos. El sacerdote evita en sus palabras todo lo que pueda calentar los ¨¢nimos y se limita a recordar a Andrzej como "buen trabajador, buen padre de familia y buen creyente". "Pidamos por la paz y el amor entre los polacos".
Las personas que se han reunido alrededor de la tumba, en este cementerio de la baja Silesia, tienen cara y manos de obreros. La tumba est¨¢ cubierta de flores y ramas de pino. Despu¨¦s de cantar la salve, termina la ceremonia religiosa y todos cantan el himno nacional, "todav¨ªa no est¨¢ perdida Polonia". Los, reunidos levantan la mano con la V, que simboliza la, victoria. Sigue la canci¨®n patri¨®tico-religiosa: "Devu¨¦lvenos, Se?or, la patria libre".
Antes de abandonar el cementerio, un anciano de mostachos blancos se dirige a los reunidos en tono de arenga: "Te despedimos con el signo con que te saludamos. Yo luch¨¦ siempre por la Rep¨²blica Popular de Polonia, pero nunca cre¨ª que personas armadas disparasen sobre gente desarmada e indefensa".
Una mujer grita que "esto es un entierro para la familia y no un acto contra el Estado", y las palabras provocan un tumulto en torno a la tumba. "Es una esclava", gritan unos. "Loca, fuera con ella", "?para que sirvi¨® su muerte?", gritan otros. El anciano que pronunci¨® el discurso explica que en Lubir¨ª no hubo provocaciones a la polic¨ªa. La gente se arremolina excitada; uno dice que hubo ocho muertos y una mujer asegura que fueron once.
Seg¨²n la versi¨®n oficial del fiscal de la Rep¨²blica hubo dos muertos y tres heridos de suma gravedad. La polic¨ªa tuvo que hacer uso de las armas porque la muchedumbre les rodeaba con piedras, ladrillos y c¨®cteles molotov.
"Yo lo vi"
Dos horas despu¨¦s de concluido el entierro llega a la tumba un grupo peque?o de obreros, compa?eros de otro de los muertos. Un hombre de unos cincuenta a?os comenta: "No me explico c¨®mo seres civilizados son capaces de hacer una cosa as¨ª. Yo lo vi desde la ventana de mi casa. No pasaba nada y se pusieron a disparar como en la guerra. No hab¨ªa motivo para ello. No comprendo como personas que fueron a la escuela: pueden jugar al gato y al rat¨®n con seres humanos".
Los compa?eros del otro muertoen los incidentes explican que se llamaba Mieczyslaw Pozniak, estaba s¨®ltero y ten¨ªa veinticinco a?os, "hab¨ªa estudiado en una escuela t¨¦cnica y, trabajaba al mismo tiempo. Termin¨® el servicio militar el oto?o pasado y estaba estudiando para llegar a ser maestro industrial. Trabajaba de electricista montador".
Los colegas dicen que era "simp¨¢tico y tranquilo, un compa?ero agradable", que proced¨ªa de una familia campesina. Pozniak estaba empleado en una empresa de electromohtaje de Wroclaw, que ten¨ªa destacada en Lubin una brigada de unos cincuenta obreros. Pozniak era n?embro del sindicato independiente Solidaridad, "no ten¨ªa ning¨²n cargo, era afiliado como todos nosotros y comocualquier persona con, sentido com¨²n".
Los compa?eros de Pozniak que asistieron a la manifestaci¨®n que acab¨® con derramamiento de sangre explicanque "hacia las cuatro de la tarde hubo un discurso de un representante de Solidaridad delante de la iglesia. Hab¨ªa banderas de Solidaridad extendidas y con flores. Una mujer hizo una cruz de flores. La gente se reun¨ªa all¨ª y los polic¨ªas estaban en medio. Unos polic¨ªas filmaban todo con una c¨¢mara y la gente empez¨® a gritar: "?Para qu¨¦ haces esto?". La mujer de la cruz empez¨® a cantar el himno nacional y luego otras canciones patri¨®ticas. Los zqmo (unidades especiales de polic¨ªa) salieron de los, coches y empezaron a lanzar gases lacrim¨®genos. Los manifestantes volvieron a reagruparse y la gente gritaba: "Libertad para Lech", "libertad para los internados", "queremos al Papa", "abajo el comunismo" y tambi¨¦n consignas antisovi¨¦ticas.
Los obreros explican que, hacia las seis de la tarde, los polic¨ªas pasaron al ataque, sin avisar, "nos dimos cuenta de que disparaban con bala, porque empez¨® a caernos encima cal de una fachada alcanzada por los balazos".
Los obreros est¨¢n convencidos de que hubo nueve o diez muertos y que la polic¨ªa se llev¨® los cad¨¢veres. A la objeci¨®n de que es imposible matar a la gente sin que la familia los reclame, replican que "es posible no enterarse, porque Lubin es una ciudad que creci¨® en quince a?os de 5.000 a 75.000 habitantes. Son gente venida de toda Polonia a trabajar aqu¨ª y es dif¨ªcil enterarse".
Una mujer explica que hay un tercer muerto, "se llama Adamowicz y no se dijo nada, porque esperan a que terminen los entierros de ¨¦stos". Un obrero asegura que los disparos que recibi¨® Pozniak le entraron por la espalda, "cay¨® en un campo que hay cerca de, Correos y muri¨® all¨ª". La excitaci¨®n crece entre los que explican lo ocurrido, hablan sin miedo, aunque la ciudad est¨¢ llena de polic¨ªas de paisano y el cementerio tambi¨¦n, muri¨® innecesariamente un inocente que nunca pretendi¨® atacar a la polic¨ªa, nadie quer¨ªa atacar a la polic¨ªa, persegu¨ªan a la gente como si fuese un safari".
A la pregunta, de si tienen miedo, surge un "?a qu¨¦?". Otro obrero explica que "ya hemos pasado por todo y no tenemos nada que perder. Hasta los ni?os de tres a?os se empinaban para abuchearles. Me recordaba a la insurrecci¨®n de Varsovia contra los nazis".
No ven salida para la situaci¨®n actual, "de momento haremos una pausa, pero luego seguir¨¢ todo de nuevo. En un futuro pr¨®ximo n¨® hay perspectiva, hay que esconderse, esperamos, discutimos y cedemos un poco".
Sobre el ambiente de trabajo en las f¨¢bricas dicen que es normal, "porque no queremos arruinar nuestra econom¨ªa".
En el centro de Lubin, en el lugar del tiroteo, frente al edificio de Correos, todav¨ªa se ven los impactos de las balas en los cristales de un quiosco, a doscientos metros; en una fachada se pueden contar hasta cuarenta huellas de balazos. Unas se?ales de tr¨¢fico en otra calle tambi¨¦n est¨¢n atravesadas por las balas, que no respetaron ni la torre de la llamada iglesia peque?a, donde se advierte tambi¨¦n una docena de impactos. Unas sesenta balas en total, en diversos sentidos. En una esquina hay unas flores pisoteadas y una mancha de pintura sirvi¨® para tapar la huella de un charco de sangre, donde cay¨® uno de los muertos del 31 de agosto. Los zomo patrullan por la zona. En Lubin est¨¢ prohibida la circulaci¨®n a veh¨ªculos privados, y los ¨²nicos coches que pasan son los de polic¨ªas del servicio secreto. Las comunicaciones telef¨®nicas fueron cortadas a ra¨ªz de los incidentes, que duraron tres d¨ªas, y a las ocho de la tarde entra de nuevo en vigor el toque de queda.
Unos ni?os juegan por las calles con cascos de granadas de gas lacrim¨®geno, que todav¨ªa hace efecto en muchos puntos de la ciudad.
Un sacerdote explica al enviado de este peri¨®dico que vio desde unos 150 metros "con mis propios ojos, c¨®mo los zomo dispararon sobre un joven de unos quince a?os. Le dispararon desde un coche, le atropellaron y luego dieron marcha atr¨¢s y se lo llevaron. Se pod¨ªa ver que estaba muerto". Del joven muerto tambi¨¦n hablaban muchos en el cementerio, pero dec¨ªan que ten¨ªa unos doce a?os. El sacerdote cree que "alrededor de quince". Este presunto muerto no aparece en ninguna versi¨®n oficial, ni en la relaci¨®n que la iglesia de Lubin tiene de los hospitalizados.
Disparos en la cabeza
La lista de los sacerdotes tiene dos nombres de heridos en situaci¨®n desesperada: Michal Adamowicz, casado, con dos hijos, de 32 a?os, y Ryszard Stefanowicz. Los dos con disparos en la cabeza. En la nota oficial del fiscal general se .hablaba de tres heridos de gravedad. Adamowicz, seg¨²n una vecina del cementerio, ha muerto ya.
Cuatro sacerdotes explicaban a EL PAIS sus experiencias del 31 de agosto. Uno de ellos recuerda que los zomos "dispararon sobre un hombre sin la menor explicaci¨®n, eran unos quince zomos, que empezaron a disparar". La versi¨®n coincide con la de los obreros manifestantes, salvo en algunas diferencias al apreciar las horas. Los sacerdotes tampoco aseguran nada sobre el n¨²mero real de muertos, pero creen que hubo m¨¢s que los que dieron las versiones oficiales.
La pol¨¦mica sobre el n¨²mero de muertos es ya una tradici¨®n en todas las revueltas obreras de la Polonia de la posguerra, desde, Poznan, en 1956, a los sucesos de diciembre de 1970, en el B¨¢ltico, y ahora en Lubin, una ciudad silesiana que para el observador internacional era desconocida.
Lubin ha venido a sumar su nombre a la lista de ciudades polacas donde corri¨® la sangre de los obreros. En Lubin, al d¨ªa siguiente de las muertes, unas 4.000 personas se congregaron ante el hospital y luego se manifestaron por la ciudad. Ante la sede del partido, fueron dispersados con gases la crim¨®genos, pero sin disparos. Los enfrentamientos duraron hasta la madrugada.
En los lugares donde cayeron muertos aparecieron flores y piedras en forma de tumba con banderas de Polonia. Un texto dec¨ªa: "Gloria a los ca¨ªdos del 31 de agosto". Otro texto era un cita de la escritora Wanda Nalkowska: "Seres humanos causaron a seres humanos este da?o". Por la noche, la polic¨ªa retir¨® las tumbas simb¨®licas.
Casi ni?os
La tarde del pasado viernes, los zomos patrullaban la ciudad. Muchos tienen aspecto joven, casi de ni?os. Resulta incre¨ªble que tres d¨ªas antes disparasen sobre j¨®venes de su misma edad. El comportamiento de la polic¨ªa en Lubin resulta inexplicable, porque en Varsovia actuaron con precisi¨®n, a base de llenar las calles de gas lacrim¨®geno y sin apenas recurrir a la violencia directa contra los manifestantes. Cerca del cementerio de Lubin, en lo alto de unas casas t¨ªpicas del urbanismo socialista, un gran letrero dice: "Socialismo vive y florece".
La Prensa oficial alaba a la clase obrera por haberse mantenido al margen de las manifestaciones. Los muertos de Lubin eran un tornero y un electricista montador.
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