Los guardianes del fuego 'euskald¨²n'
Ning¨²n pueblo ib¨¦rico como el vasco conserva unas ra¨ªces tan encunadas en su vida rural, agraria, aldeana y campesina.
ENVIADO ESPECIALS¨ª, hace poco m¨¢s de un siglo, a las orillas del r¨ªo y r¨ªa del Nervi¨®n, que los antiguos consideraban prolongaci¨®n del Ibaiz¨¢bal (r¨ªo ancho), empezaron a surgir como carne que rellena el esqueleto de las primeras industrias, como fruto de las primeras explotaciones de mineral de hierro y de carb¨®n, aunque la explotaci¨®n minera sea de origen mucho m¨¢s antigua. Pero de todos los metales ser¨¢ el hierro el que dar¨¢ origen a las ferrer¨ªas y a los ferrones, las que al transformarse dentro de las fronteras vascas den paso y justa fama en el exterior a los hierros vizca¨ªnos. De ah¨ª provendr¨¢ el desarrollo de la navegaci¨®n, la industria y el comercio y como s¨ªmbolo t¨®pico de todo ello los hornos de Baracaldo, hoy en bancarrota.
La transformaci¨®n de Euskal Herria en nuestro siglo ha sido impresionante, pero queda como un substrato o un manantial que no cesa la presencia viva de un mundo rural que cerca y se adentra en las capitales y n¨²cleos industriales y la presencia actual de un tipo mixto de habitante, sobre todo los j¨®venes (que habita y ayuda en ocasiones en el caser¨ªo, pero que trabaja en los numerosos pueblos industriales de su proximidad), imposible de cuantificar, que si bien por un lado se contagia de costumbres ciudadanas, tambi¨¦n lleva hasta esos n¨²cleos de poblaci¨®n industrializados sus creencias arraigadas. Dice Julio Caro Baroja que acaso fuera el jesuita Larramendi el primer padre del nacionalismo vasco, convencido contrarreformista. Sabino Arana, en su primera ¨¦poca de forma notoria, se muestra decididamente integrista y enemigo del creciente auge industrial y comercial de Euskadi. M¨¢s tarde, en su segunda ¨¦poca, dulcifica tales extremos al chocar con los intereses de la burgues¨ªa. Pero la influencia de la Iglesia y de la Compa?¨ªa de Jes¨²s -fundada por un ex guerrero: Ignacio de Loyola- conocer¨¢ una importancia determinante hasta nuestros mismos d¨ªas. Los jesuitas, educando a la elite; la Iglesia, apacentando al mundo rural. Y as¨ª, la pol¨ªtica se ver¨¢ impregnada hasta el tu¨¦tano del influjo jesu¨ªtico y eclesial, d¨¢ndose por ejemplo el caso, ¨²nico en Espa?a, de que un partido pol¨ªtico se declara confesional: el Partido Nacionalista Vasco (PNV), que algunos denominan Partido Nacional Vaticanista.
As¨ª, aunque el hecho sea anecd¨®tico, en la pila de agua bendita situada a la derecha de la entrada de la iglesia de san Mikel, en Elejabeitia -considerada la m¨¢s antigua de Vizcaya-, pudimos ver y fotografiar un ejemplar de los Mundiales 82 del diario Deia, dependiente del PNV, dejado encima de la citada pila.
Agricultores y ganaderos
"En los ¨²ltimos a?os, tengo entendido que han desaparecido m¨¢s de 4.000 caser¨ªos", nos dir¨¢ Teodoro Atxua Zabala, del caser¨ªo Etxeberri, en la localidad de Euba.
Teodoro, como la mayor¨ªa de los caseros actuales, no es ni agricultor puro, ni ganadero solamente. De todo un poco, incluyendo sus tierras de pinares. Ocho hect¨¢reas de pastizal y huerta. Otras pocas de pinos. Una decena de vacas y otros animales propios de los caser¨ªos: patos, conejos, gallinas, cerdos. "Hoy, el obrero es el que se saca la vida", repetir¨¢ como un latiguillo. "Pero ahora, con lo del paro, no est¨¢n muy bien, no. Nosotros, al menos, hambre no pasamos. Pero la vida es dura, ning¨²n d¨ªa es fiesta, ni puente, ni hay vacaciones".
Como a los otros baseritarra (caseros) que hemos visitado, Teodoro s¨®lo ha accedido a hablar porque nos acompa?aba una persona que le. era conocida y que hablaba eusquera, su hija, que es ATS, no se deja fotografiar. "Con treinta vacas ya v?vir¨ªa, aunque luego vienen esos de la cooperativa de Marquina que recoge la leche y hacen con ella lo que quieren. La cosa estar¨ªa as¨ª como eso de la Telef¨®nica: como no tienes cuentapasos en tu casa, hacen lo que quieren. Pues igual los de las centrales lecheras. Exigen que la leche que les damos sea pura, que tenga tantos y cuantos grados de grasa, y luego ellos quitan la grasa de la leche de las vacas y compran a los carniceros grasa animal, de los desperdicios, y se lo echan a leche que fabrican. S¨ª ser¨ªa autoridad ya que les meter¨ªa mano, ya".
-Ag¨²r (adi¨®s).
-Bai (s¨ª).
Es el despido ritual. Mientras tomarnos camino de una aut¨¦ntica granja s¨®lo ganadera, formada por una peque?a cooperativa de s¨®lo tres socios que tiene fama de ser de las m¨¢s cuidadas y adelantadas de todo Euskadi. Es la Granja Gaztelu, cercana al pueblo de Yurre. Al llegar, un ni?o de unos once a?os lleva a su padre el amaiketako (comida de las diez): txacol¨ª, embutido, pan, queso.
Juan Intxaurraga se encuentra limpiando el establo. Sus 35 vacas permanecen fuera, bajo un cobertizo, en el comedero, a la espera del pienso o el forraje. Nos va hablando mientras carga una carretilla con la comida para el ganado. "Primero hay que dar el amaiketako a las vacas", dice, riendo.
Junto al establo tiene un coche VISA-2. "Aqu¨ª s¨®lo trabajamos dos, pues el tercer socio trabaja en un banco. Iniciamos esta experiencia hace seis a?os o as¨ª, con ganado malo, como el que todo ¨¦l mundo tiene por aqu¨ª. Pero sab¨ªamos lo que quer¨ªamos. As¨ª que viajamos aqu¨ª y all¨¢. Nos enteramos. Aprendimos a seleccionar qu¨¦ clase de vacas nos conven¨ªa tener. Trajimos semen del Canad¨¢ y aqu¨ª inseminamos a las vacas. En s¨®lo cinco a?os ya tenemos estas 35 que se acercan a lo que queremos. Algunas ya valen 300.000 pesetas cada una. Pero hemos tenido que viajar, estudiar y aprender. Ni el Gobierno de Madrid ni el vasco nos hacen gran caso. Ayudar, ayudan, pero una cosa es ser ingeniero agr¨®nomo o veterinario metido en un despacho y otra cosa es aprender luego esa t¨¦cnica en vivo, en el campo. Ni nos preguntan, ni nos consultan. Por ejemplo, nos subvencionan una parte de lo que cuesta una inseminaci¨®n artificial, pero ni saben qu¨¦ tipo de semen nos dan. A lo mejor una vaca necesita de un semen que le afiance las patas, otra mejorar las ubres, etc¨¦tera y cada semen debe ser distinto".
"Hay vacas por pa¨ªses de Europa, Estados Unidos y Canad¨¢ que como m¨ªnimo dan 8.000 o 9.000 litros al a?o, y las hay que llegan a los 14.000 litros al a?o. Nosotros hemos logrado llegar a 6.000, cuando la media de esta comarca no llega a los 3.000".
Intxaurraga ha cogido carrerilla y cuenta y no para: "Trabajo de catorce a diecis¨¦is horas al d¨ªa para sacar lo que un obrero en una f¨¢brica, sin contar con d¨ªas libres. Hago la declaraci¨®n de la renta (y ah¨ª no me desgravan porque trabaje s¨¢bados y festivos, ni los puentes de Navidad o Semana Santa, ni porque no tenga vacaciones. Tanto gano, tanto pago".
-?Desear¨ªa que su hijo fuera casero como usted?
-Yo ya quisiera, ya. S¨ª ser¨ªa bueno para ¨¦l..., pero en Espa?a se mira al labrador por encima del hombro. No tenemos fuerza ni se nos guarda respeto. Yo no comprendo c¨®mo puede ganar m¨¢s dinero el que comercializa la leche que el que la produce. Y encima, los que la fabrican dan al p¨²blico un producto que nadie sabe si es leche o qu¨¦ cosa es. Adem¨¢s, en Espa?a se bebe muy poca leche. No s¨¦. Yo veo un futuro pr¨®ximo muy dif¨ªcil para la agricultura y la ganader¨ªa. Un d¨ªa van a faltar campesinos y ganaderos. Ya veremos de qu¨¦ se come en la ciudad".
Le¨®n Bilbao y Claudia Etxeberr¨ªa, del caser¨ªo Presalde, en Castillo, son s¨®lo agricultores: "Bueno, tenemos, claro, dos vacas y otros animales, pero vivimos de la agricultura". Sus quejas son mayores que las de los ganaderos. El dice que viven peor. Los ganaderos nos cuentan lo contrario.
Peor es si preguntamos a los pastores (si bien la mayor¨ªa de ellos habitan en los puertos de monta?a de los valles pirenaicos navarros). Jon Larracoetxea naci¨® en el caser¨ªo m¨¢s alto de estas monta?as, casi en la cima del monte Gorbea. Sonr¨ªe, inocente, al c¨¢lido sol de estos finales de agosto, ya olvidado de sus penurias pastoriles.
Los caser¨ªos altos no tienen ni agua corriente ni luz el¨¦ctrica. Son los menos. Pero ah¨ª est¨¢n.
El txacol¨ª
Txacol¨ª y sidra, sidra y txacol¨ª, son las dos bebidas vascas por excelencia, aunque el vino de la Rioja est¨¦ presente en estas tierras desde hace siglos. Los bilbainos (que no bilba¨ªnos) se beb¨ªan entonces el mejor Rioja, el de la Alta, por pertenecer a la di¨®cesis de Calahorra, mientras los guipuzcoanos se ten¨ªan que conformar con los de la Rioja Baja (la navarro-alavesa).
En el caser¨ªo Eustolarra viven solos el matrimonio formado por El¨ªas Atuxta Orobiobasterra y Agueda Aresti Zamalloa. Sus tres hijos estudiaron carrera universitaria. Am¨¦n de cultivar la huerta y los frutales, El¨ªas fabrica, casi para la casa y los amigos, un afamado txacol¨ª.
-?Osasuna! (salud). Y mientras degustamos txacol¨ª y unos pinchos. El txacol¨ª se obtiene de la uva de parra. Puede ser m¨¢s claro o m¨¢s oscuro, m¨¢s agrio o m¨¢s dulce, depende de la uva, del sol, del tiempo en que se arranque.
-La gente me dice: El¨ªas, ¨¦chale tal o cual cosa al txacol¨ª. Yo les contesto: bueno, y entonces ya no ser¨ªa txacol¨ª. Yo lo hago como siempre se hizo en casa. Si vivir¨ªamos de eso, a lo mejor lo habr¨ªamos modernizado. Antes, en vanos caser¨ªos de m¨¢s arriba, se hac¨ªa txacol¨ª y la gente sub¨ªa a merendar. Pero hoy eso ya no existe.
Agueda, al preguntarle por sus hijos, ya licenciados y casados, nos dice: "Mucho sufrieron cuando a los siete o los ocho a?os les enviamos a estudiar a Durango, s¨®lo hablaban eusquera... y all¨ª s¨®lo les ense?aban en castellano. Al principio iban retrasados, pero luego jam¨¢s suspendieron", nos dice con orgullo mal disimulado. "En el caser¨ªo, la vida es dura. Ahora s¨®lo les gusta venir a comer y beber bien los fines de semana y descansar por estos prados. Y traen a los nietos y la ropa sucia para que se oree y coja el olor de los prados y de la fruta. Pero ya no sirven para el caser¨ªo. Son como ustedes... Ya los j¨®venes no quieren quedarse en el campo".
Por Elejebeitia visitamos a Mauricia Aldeiturria, la panderetera m¨¢s c¨¦lebre del Pa¨ªs Vasco.
Los guardianes del fuego 'Euskalun'
Cuando le digo que mi apellido es Barrenetxea (aunque est¨¦ castellanizado como Barrenechea), me pregunta que si soy euskaldun (vascoparlante). Le respondo que no, y contesta: "Como si ser¨ªa de los medriles". Pero accede a posar para el fot¨®grafo. "Ya tengo aparecido cuatro o cinco veces en la televisi¨®n, ?saben?".'Vasco' no existe en eusquera
Es curioso observar c¨®mo en eusquera no existe la palabra vasco. Euskal Herria significa El pueblo (que habla) eusquera, es decir, el ser euskaldum. Todos los caseros son euskaldunzarra (viejos euskaldunes) para diferenciarse de los euskaldunberri (los que acaban de aprender el eusquera, como, por ejemplo, el lendakari Garaicoetxea o los que van ya de mayores a las ikastolas).
Normal por estos parajes vizca¨ªnos y guipuzcoanos es encontrarse en muchas de sus aldeas carteles y pintadas solicitando la puesta en libertad de alg¨²n etarra encarcelado (Txomin askatu, por ejemplo), as¨ª como carteles peor que mejor impresos con la imagen del etarra de cada localidad que se encuentra en prisi¨®n, y a¨²n m¨¢s si ha sido abatido por las fuerzas del orden. Fuerzas, por cierto, que desde el 23-F han vuelto a ponerse el tricornio tradicional que ya hab¨ªan casi, en su totalidad, cambiado por un gorro militar m¨¢s c¨®modo y operativo.
La trikitrixa es un acorde¨®n peque?o, al que acompa?an la pandereta y la alboca. Un instrumento de hueso de asta de toro o de vaca y madera. El txistu lo toca cualquiera, nos narra Le¨®n Bilbao, pero la alboca es m¨¢s dif¨ªcil. Suena algo parecido a la gaita, pero hay que saber muy bien regular la respiraci¨®n, el c¨®mo y qu¨¦ medida tomar y expulsar el aire, porque si no ser¨ªa imposible dominar su sonido Por eso apenas quedan albocas.
Mundo rural, m¨²sicas y deportes
El mundo rural vasco vive muy por encima de la media espa?ola. El minifundio existente dificult¨® en una ¨¦poca la mecanizaci¨®n, y los pinares plantados en los ¨²ltimos cuarenta a?os dificultan la extensi¨®n de la ganader¨ªa. Las zonas de pinares malos, de muy escasa producci¨®n debeir¨ªan talarse y convertirse en prader¨ªas, nos dec¨ªan. Los caseros tenemos hambre de tierra. Las fincas son peque?as y, a veces, divididas en varias parcelas, lo que duplica el trabajo y baja el rendimiento que se puede obtener.
Pero ese universo rural, ese mundo de los caser¨ªos, si no es una llama crepitante, es todav¨ªa hoy el principal rescoldo, la viva brasa que determina la vida vasca popular -aun en ciudades y villas-. Los caseros vienen a ser, de tal forma, como aquellos primitivos humanos que ten¨ªan siempre encendida, d¨ªa y noche, una hoguera para no perder el m¨¢gico don del fuego.
De ah¨ª que a¨²n hoy d¨ªa perduren en toda Euskalherr¨ªa tantos deportes aut¨®ctonos: pelotaris, aizcolaris (le?adores), morroskos (levantadores de piedras), el sokatira o el arrastre de piedras por bueyes, los bolos, los korrikolaris (corredores monte a trav¨¦s), etc¨¦tera. Y, junto a ello, un conjunto de cantes y bailes de una riqueza sin par. Puede que exista m¨¢s de un centenar de bailes con sus sones correspondientes. Desde el c¨¦lebre aerresku, de honor al popular zortziko, de las sagar-dantza a las alumte-dantza o el korrea-dantza. Y junto a ello, los cantos populares igualmente ricos y numerosos o la tradicional improvisaci¨®n de los versolaris (recitadores de versos improvisados sobre la marcha).
Todo ello es un universo vivo. Basta alejarse diez o doce kil¨®metros de Bilbao o de Donostia para encontrar todas esas manifestaciones deportivas en las fiestas veraniegas de cualquier pueblo. Sin olvidar el deporte de las traineras en la zona mar¨ªtima.
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