Un pugilato demencial entre EE UU y la URSS
Los norteamericanos se ven en situaci¨®n favorable y no vacilan en atacar a su adversario en todos los frentes. Aumentan de forma espectacular su ayuda militar a Pakist¨¢n, base de la resistencia afgana; reciben calurosamente a Ghandi, que, despu¨¦s de la crisis de Kabul, se ha recuperado considerablemente de sus tendencias pro sovi¨¦ticas; ponen toda su influencia del lado de Israel; env¨ªan armas por puente a¨¦reo a Somalia que se queja de las violaciones de sus fronteras perpetradas por el Ej¨¦rcito et¨ªope; ayudan cada vez m¨¢s a Marruecos, que, al ser menos vulnerable a los ataques del Polisario, ha conseguido poner en marcha de nuevo las explotaciones de fosfatos; intensifican su apoyo al r¨¦gimen de El Salvador, y, por ¨²ltimo, vetan la venta, por parte de los pa¨ªses europeos, de los materiales norteamericanos o fabricados con patente estadounidense necesarios para la construcci¨®n del gasoducto siberiano.Con esta actitud, la Casa Blanca persigue un fin que cada d¨ªa se preocupa menos de disimular: el de obligar a la Uni¨®n Sovi¨¦tica a pedir clemencia. Para ser m¨¢s exactos, el de obligarla a firmar un acuerdo que ponga fin a las posibilidades de chantaje que le confiere la superioridad de su armamento.
Piedras contra el propio tejado
Pero no est¨¢ demostrado que los estadounidenses puedan conseguir este objetivo con los medios que utilizan. Aparte de que, por vez primera desde la creaci¨®n del Pacto Atl¨¢ntico, los norteamericanos se han encontrado con un non posumus colectivo de sus aliados y de que su ejemplo ser¨ªa m¨¢s apreciado si dejara de vender a la URSS los cereales que tanto necesita. Seg¨²n un estudio del Departamento de Estado citado por el Washington Post y el Intemational Herald Tribune, si los principales pa¨ªses industrializados de Occidente redujeran a la mitad sus exportaciones a la URSS en 1982 y 1983, el desarrollo econ¨®mico de ¨¦sta disminuir¨ªa s¨®lo en un 0,2%, mientras que las p¨¦rdidas para los primeros equivaldr¨ªan a unos 30.000 millones de d¨®lares (m¨¢s de tres billones de pesetas).
De todos modos, las reacciones del oso sovi¨¦tico, cuando se siente herido, son imprevisibles. La intervenci¨®n et¨ªope en Somalia podr¨ªa muy bien constituir, despu¨¦s del golpe de L¨ªbano, una primera respuesta. Ir¨¢n ofrece tambi¨¦n excelentes ocasiones a los aficionados a pescar en aguas turbias. Y la Uni¨®n Sovi¨¦tica, despu¨¦s del env¨ªo de aviones ultramodernos a Cuba publicado por el Wall Street Journal, esgrime la amenaza de instalar en dicho pa¨ªs bases de misiles nucleares. Al parecer, Fidel Castro ha citado esta posibilidad en su entrevista con Jack Lang. No hace falta recordar que una iniciativa de este tipo fue la que provoc¨®, en 1962, la crisis m¨¢s grave de la guerra fr¨ªa.
Por otro lado, cualquiera que sea la actitud de la Uni¨®n Sovi¨¦tica ante Estados Unidos, ¨¦ste, al desviar hacia inversiones militares el dinero que tanto necesita su econom¨ªa, no cesa de arrojar piedras a su propio tejado. De los 220 millones de habitantes de Estados Unidos, veintinueve millones viven en la miseria y veintitr¨¦s millones de adultos son analfabetos. El ¨ªndice de desempleo ha alcanzado el 9,4%, lo cual constituye un r¨¦cord desde la gran depresi¨®n de los treinta. El desarrollo acelerado del llamado Sum Belt (zona c¨¢lida que abarca la mitad sur del pa¨ªs) ha hecho aparecer fen¨®menos de proletarizaci¨®n muy marcados. En el condado de Queenlee (Arizona) hay un 57,8% de trabajadores en paro y en el de Jefferson (Misuri) el 67% de los habitantes viven por debajo del nivel de indigencia. Los ¨ªndices de criminalidad aumentan vertiginosamente.
Newsweek public¨® hace poco una fascinante encuesta sobre el desgaste norteamericano. Seg¨²n sus autores, "la infraestructura norteamericana, el enorme y vital sistema de carreteras, puentes, redes de alcantarillado, ferrocarriles y medios de transporte masivos, se est¨¢ viniendo abajo". Citemos un ejemplo entre otros muchos: la quinta parte de los puentes est¨¢n en tan mal estado que se encuentran cerrados o sometidos a restricciones de tr¨¢fico. Para reparar estos desperfectos ser¨ªan necesarios tres billones de d¨®lares, que nadie sabe de d¨®nde van a salir.
Durante este tiempo se ha ido desarrollando a las puertas de Estados Unidos lo que podr¨ªa constituir en los pr¨®ximos a?os la mayor amenaza para este pa¨ªs. Seg¨²n palabras del Herald Tribune del 20 de julio pasado, en las que citaba un art¨ªculo de Los Angeles Times: "Las guerrillas de Am¨¦rica Central pueden dejar de ser un conflicto regional para extenderse m¨¢s all¨¢ de las fronteras cuando gobiernos y rebeldes, tanto de derechas como de izquierdas, comiencen a coordinar sus acciones".
La amenaza centroamericana
Despu¨¦s de Nicaragua, que se encuentra desde hace dos a?os en manos de los revolucionarios sandinistas; despu¨¦s de Guatemala y El Salvador, donde los enfrentamientos se suceden desde hace a?os, la lucha se ha extendido ahora a Honduras. El canal de Panam¨¢, enclave comercial y estrat¨¦gico de primer orden, no se encuentra muy lejos, en direcci¨®n sur. Igualmente cerca, aunque en direcci¨®n opuesta, se encuentra Estados Unidos, cuya larga frontera con M¨¦xico no est¨¢ protegida militarmente. M¨¦xico, al igual que Brasil y Argentina, atraviesa una situaci¨®n econ¨®mica muy dif¨ªcil. Este pa¨ªs ostenta el r¨¦cord de endeudamiento exterior, con 80.000 millones de d¨®lares (m¨¢s de ocho billones de pesetas). Su nuevo presidente, Miguel de la Madrid, que tomar¨¢ posesi¨®n de su cargo en diciembre, si quiere evitar la bancarrota deber¨¢ imponer una pol¨ªtica ,de austeridad a un pa¨ªs en el que muchos habitantes viven a¨²n en la bancarrota. Los partidarios de la acci¨®n armada tendr¨¢n argumentos sobrados en que apoyarse. Si las guerrillas defensoras del sistema llamado antimperialista llegaran a lanzarse a la acci¨®n en M¨¦xico, el inmenso arsenal de armas nucleares de Estados Unidos no podr¨ªa evitar la desorganizaci¨®n en su propia zona sur, en donde las minor¨ªas negra e hispana constituyen terreno abonado para las revueltas contra el sistema.
Un combate singular
Como vemos, al asestar o parar cada golpe, los dos formidables adversarios que se enfrentan desde hace cuarenta a?os en la palestra internacional se hacen tanto da?o a s¨ª mismos como a su oponente. Pero sucede que este combate singular afecta ya a muchos otros pa¨ªses y que cada d¨ªa no se ve m¨¢s clara la posibilidad de que ambos contendientes sean derribados simult¨¢neamente. Si se tomaran la molestia de mirar a su alrededor podr¨ªan comprobar que sus seguidores son cada vez menos numerosos. El ¨²nico medio que les queda de ganarse el aplauso del p¨²blico es poner fin a este pugilato demencial y buscar juntos la forma de sustituir la carrera de armamentos por una marcha hacia el desarrollo y la paz.
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