Premios al conocimiento
LA CREACION por el Ministerio de Educaci¨®n del Premio Ram¨®n y Cajal, destinado a galardonar la labor de los investigadores y hombres de ciencia espa?oles, fue una se?al de que algo hab¨ªa comenzado a cambiar venturosamente en la escala de valores de nuestra sociedad, tradicionalmente indiferente a las personas que dedican su vida a tareas relacionadas con el conocimiento y alejadas de las recompensas sociales y del ejercicio de cualquier forma de poder. La especializaci¨®n de las futuras convocatorias del Premio Raj¨®n y Cajal para-la investigaci¨®n cient¨ªfica, en el sentido ruerte del t¨¦rmino, y el establecimiento de otros dos nuevos premios de ciencias humanas -Ram¨®n Meri¨¦ndez Pidal- y de ciencias t¨¦cnicas -Leonardo Torres Quevedo-, dotados igualmente con diez millones de pesetas, fortalecen esa elogiable tendencia a reconocer en la vocaci¨®n investigadora uno de los m¨¢s elevados modelos de comportamiento humano, tanto por lo que se refiere al cultivo de la inteligencia, al fin y al cabo definitoria de nuestra especie, como a la ejemplaridad moral de quienes consagran su existencia a la b¨²squeda de conocimientos cuya necesaria implicaci¨®n es el enriqyecimiento colectivo. La divisi¨®n en tres ramas del premio inicial permite, de a?adidura, cubrir de forma m¨¢s adecuada el ¨¢mbito gen¨¦rico del pensamiento, cuya estructuraci¨®n interna admite, cuando menos, esa multiplicaci¨®n.Severo Ochoa y Xavier Zubiri han compartido la primera concesi¨®n del Premio Ram¨®n y Cajal, honrando con sus nombres el estreno de esa importante distinci¨®n. Nadie puede estar seguro de que el talento de Severo Ochoa hubiera sido debidamente reconocido en nuestro pa¨ªs si la Academia Sueca no le hubiera concedido en 1959 el Premio Nobel de Fisiolog¨ªa y Medicina por sus trabajos de s¨ªntesis del ¨¢cido desoxirribonucleico, descubrimiento b¨¢sico para los progresos de una disciplina de punta como es la biolog¨ªa molecular. Encualquier caso, el ejemplo de Severo Ochoa demostr¨® que los escasos logros de los espa?oles -con excepciones tan notables como la de Santiago Ram¨®n y Cajal- en la historia de la investigaci¨®n experimental no es una maldici¨®n de nuestro c¨®digo gen¨¦tico nacional, sino una consecuencia del completo desamparo al que el Estado, la universidad y la sociedad espa?olas han condenado secularmente a los cient¨ªficos. Muy posiblemente, Severo Ochoa no habr¨ªa desarrollado todas sus espl¨¦ndidas potencialidades si la margipaci¨®n de la que fue objeto en unas oposiciones a c¨¢tedra en la inmediata posguerra no le hubiera obligado a elegir en 1941 el camino de la pinigraci¨®n. Todav¨ªa en la Espa?a de los ochenta, sin embargo, j¨®venes investigadores de prometedor futuro tienen que exiliarse, afrontando un doloroso dilema que les fuerza a elegir entre su patria y su vocaci¨®n, a fin de emprender o proseguir programas de trabajo que en nuestro pa¨ªs ser¨ªan irrealizables, tanto por la carencia de las instalaciones y laboratorios necesarios como por el desaliento personal producido por la falta de est¨ªmulos dentro de la comunidad cient¨ªfica y las bajas remuneraciones materiales. De esta forma, el Premio Ram¨®n y Cajal concedido a Severo Ochoa resulta, a la vez, un reconocimiento tard¨ªo de los m¨¦ritos de un espa?ol ilustre y una acusaci¨®n retrospectiva contra las miserias e ignorancias de la Espa?a que lo abandon¨® a su suerte.
Xavier Zubiri, que abandon¨® su c¨¢tedra al comienzo de la posguerra, sigui¨® impartiendo sus ense?anzas, en cursos privados y restringidos, fuera del mundo oficial. Pese a su alejamiento de los ¨¢mbitos universitarios y acad¨¦micos y a su resistencia a publicar sus cursos y ma nuscritos en forma de libro, a causa de su exigente b¨²squeda de rigor en la expresi¨®n, la influencia del pensamiento de Zubiri sobre sectores altamente cualificados de la vida intelectual espa?ola ha sido enorme. Despu¨¦s del largo silencio que sigui¨® a la edici¨®n de Sobre la esencia (1962) y Cinco lecciones de filosof¨ªa (1963), en 1980 ini ci¨® la publicaci¨®n de su esperada trilog¨ªa sobre el tema general de la intelecci¨®n humana -Inteligencia sentiente, Inteligencia y logos, Inteligencia y raz¨®n-, descripci¨®n del intelecto humano que analiza los problemas fundamen tales de la teor¨ªa del conocimiento y replantea cuestiones tales como el juicio, el conocimiento, el saber, la verdad, la comprensi¨®n y la ciencia.
Severo Ochoa y Xavier Zubiri han cultivado campos diferentes del conocimiento, pero los dos galardonados por el Premio Ram¨®n y Cajal est¨¢n unidos, sin embargo, por su indesmayable compromiso con el saber y su insobornable vocaci¨®n intelectual. Y otro nexo tambi¨¦n les vincula, aunque sea negativo y abochornante para nuestro pa¨ªs: su trabajo se ha realizado a extramuros de esa Espa?a oficial que, a lo largo de varias d¨¦cadas, s¨®lo mostr¨® hostilidad, desprecio o indiferencia hacia los espa?oles que contribuyeron, en el campo de la ciencia, del pensamiento, de la creaci¨®n literaria, de la pl¨¢stica y de la m¨²sica, a fortalecer nuestros sentimientos positivos de identidad nacional a trav¨¦s de sus contribuciones al acervo colectivo de la comunidad humana.
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