Vitriolo sobre el Oeste
Uno de los pocos cineastas de fuste indiscutible que quedan en activo en el cine norteamericano actual -esa sombra raqu¨ªtica de lo que este cine fue- es Arthur Penn. No es el momento, ni Peque?o gran hombre la pel¨ªcula m¨¢s adecuada, para extenderse en los recovecos, que son muchos y muy intrincados, de su compleja personalidad. Pero, en cambio, este filme nos sirve para observar una de las peculiaridades m¨¢s evidentes de este director: su capacidad para innovar dentro del marco de las tradiciones m¨¢s r¨ªgidas de Hollywood y para hacer de las convenciones gen¨¦ricas un veh¨ªculo de expresi¨®n muy personal.Al igual que en Missouri y El zurdo, sus otros dos westerns en sentido estricto -en La jaur¨ªa humana y Bonnie y Clyde hay elementos del g¨¦nero, pero combinados con otros de otras procedencias-, en Peque?o gran hombre la convenci¨®n gen¨¦rica se conserva intacta y en ¨¦l es posible encontrar casi una antolog¨ªa de los ritos, f¨®rmulas, situaciones y hasta t¨®picos del western cl¨¢sico. Y, sin embargo, Penn les da la vuelta a todos y cada uno de ellos, como si fueran sacos, de tal manera que la f¨¢rma narrativa establecida, la convenci¨®n, conserva todas sus piezas, s¨®lo que en orden invertido, vistas en negativo.
Peque?o gran hombre se emite hoy a las 22
30 por la primera cadena.
De esta forma, Penn, aun ateni¨¦ndose escrupulosamente a los mitos del Oeste, los disuelve, como quien coge por el rabo y destapa las verg¨¹enzas ocultas de las viejas cosas sagradas. Este iconoclasta amargo y c¨¢ustico, en Peque?o gran hombre parece haber revelado con vitriolo el mismo celuloide que otros acostumbran a revelar con agua de rosas. Y el filme resultante, aun con fallos en la estructura del gui¨®n, que tiene graves ca¨ªdas de ritmo y algo dispersas y descuidada! las l¨ªneas de atenci¨®n e inter¨¦s, es uno de los monumentos cr¨ªticos m¨¢s punzantes del cine norteamericano moderno.
Penn pasa lista en Peque?o gran hombre a los m¨²ltiples temas de la mitolog¨ªa del western, pero no destruye a este como g¨¦nero, lo que da una idea de la fortaleza y elasticidad de esta forma narrativa, la m¨¢s antigua del cine y siempre, de tiempo en tiempo, la m¨¢s fresca, cuando alg¨²n cineasta de talento la recupera de sus cenizas. Con un Dustin Hoffman en estado de gracia, Penn le echa un jarro de ¨¢cido negro a la colorista aventura de los pioneros, los colonos y sus gendar¨ªnes del S¨¦ptimo de Caballer¨ªa.
Respecto de este ¨²ltimo, el ba?o de vitriolo de Penn sobre la legendaria figura del general Custer no tiene desperdicio. El filme divierte y emociona, tiene gracia y energ¨ªa narrativa por encima de sus debilidades de fondo, casi todas provenientes del gui¨®n de Calder Willingham, y ofrece uno de los balances m¨¢s duros y amargos que ha dado esa eterna mirada del cine norteamericano sobre el sangriento parto de la naci¨®n que le hizo posible.
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