Antecedentes policiales
El desacuerdo entre jurados de los premios de cinematograf¨ªa de la Generalitat, en torno a quienes pod¨ªan ser premiados, ha llevado a la dimisi¨®n de varios miembros de estos jurados o a la negativa a formar parte de ellos -Rom¨¢n Gubern, Mu?oz Suay, Jaime Camino, Carlos Jover y Carles Dur¨¢n- y a la participaci¨®n del jefe de servicio de Cinematograf¨ªa, Miquel Porter, en el debate. Gubern da por zanjado ¨¦ste y responde a las acusaciones de "desinter¨¦s por la cultura de expresi¨®n catalana".
Hace algunos d¨ªas fui v¨ªctima del robo de mi autom¨®vil, como tantos otros conciudadanos v¨ªctimas de esta plaga de la delincuencia urbana. Cuando fui a denunciar el hecho a la comisar¨ªa, el eficiente inspector que me atendi¨® solicit¨®, como es usual en estos casos, informaci¨®n a los archivos policiales acerca de mi persona. Cual no ser¨ªa mi sorpresa cuando, tras colgar el tel¨¦fono, me advirti¨® de que ten¨ªa. antecedentes policiales por reuni¨®n y manifestaci¨®n ilegal, de fecha 4 de marzo de 1967. Sonriendo con aire paternal, me aconsej¨® que hiciese gestiones para borrarlos, ya que "hacen mal efecto y le pueden perjudicar".Confieso que la informaci¨®n me dej¨® estupefacto y renov¨® en m¨ª el famoso dilema entre la necesidad de conservar los documentos oficiales y la memoria hist¨®rica, y el perjuicio que tales materiales pueden causar a ciudadanos que tenemos un pasado de lucha antifascista militante. No s¨¦ si el se?or Ros¨®n va a leer mi art¨ªculo, pero me permito llamarle la atenci¨®n acerca de esta permanencia inerte de los archivos represivos de la dictadura, que nos pueden hacer un flaco favor si un d¨ªa se consuma un nuevo golpe militar fascista en Espa?a.
Como durante la dictadura pas¨¦ en vanas ocasiones por comisar¨ªas franquistas, hice un esfuerzo de memoria para localizar los hechos que figuraban registrados en el omnipotente cerebro policial. Si no ando equivocado, mi delito fue en haber participado en un homenaje -prohibido, naturalmente- que la Universidad rindi¨® al ilustre doctor Jordi Rubi¨® i Balaguer, y con ¨¦l a toda la cultura catalana perseguida por el franquismo, en el octog¨¦simo cumplea?os del fundador de la Biblioteca de Catalu?a. Ca¨ªmos todos los invitados en manos de la polic¨ªa, y convivimos, en los inc¨®modos calabozos de la Jefatura Superior de Barcelona, durante dos d¨ªas, intelectuales y pol¨ªticos tan diversos como Miquel Coll i Alentorn; el poeta Joan Oliver (Pere Quart), el gran fil¨®logo Joan Corominas, Carlos Barral, Antoni Guti¨¦rrez D¨ªaz, Manuel Sacrist¨¢n y varios m¨¢s.
An¨¦cdotas para la historia
Recuerdo de aquellos dos d¨ªas varias an¨¦cdotas pintorescas, como los problemas que tuvo Barral, quien, detenido al anochecer, lleg¨® con alguna copa de m¨¢s, con el homosexual que le toc¨® en suerte en su calabozo, vecino al m¨ªo. Pero, sobre todo, recuerdo el estupor del comisario que no acababa de entender -agravada la incomunicaci¨®n por la sordera del ilustre Corominas- que aquel se?or de apellido catal¨¢n y que hablaba el castellano sin acento fuese s¨²bdito norteamericano y profesor de la Universidad de Chicago (certifico este episodio para la historia, ya que me toc¨® en suerte ser testigo de su interrogatorio preliminar a la hora de identificarse documentalmente).
Escribo estas l¨ªneas teniendo a la vista el reciente art¨ªculo de un funcionario de la Generalitat que denuncia mi desinter¨¦s por "la cultura de expresi¨®n catalana" (sic). Me incomoda much¨ªsimo y no, forma parte de mi estilo el lucir condecoraciones de combatiente veterano, pero, por si a alg¨²n historiador le puede interesar para sus archivos, acabar¨¦ recordando que mientras yo trabaj¨¦ en la Unesco, en Par¨ªs, all¨¢ por los a?os 1958 y 1959, fui compa?ero de conspiraci¨®n de Josep Maria Batista i Roca, a quien ayud¨¦ en sus negociaciones con la misi¨®n del Estado de Israel para presentar en la Asamblea General de la Unesco una moci¨®n en favor de las minor¨ªas nacionales oprimidas. Por aquel entonces, muchos impecables militantes catalanistas de hoy vest¨ªan la camisa azul del Movimiento, o la camisa de seda inglesa de los tecn¨®cratas del Opus Dei, o se lucraban como banqueros en complicidad con la dictadura.
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