La Prensa, la responsabilidad y el respeto
EL MINISTRO de Defensa pidi¨® ayer, en un discurso pronunciado en el Cuartel General del Aire, que los medios de comunicaci¨®n social traten con cari?o y respeto a las Fuerzas Armadas y no utilicen de modo irresponsable la libertad de expresi¨®n. La recomendaci¨®n, formulada en tono mesurado y con la apoyatura de una cita de Kant, no ha incurrido, afortunadamente, en la descalificaci¨®n global de los medios de comunicaci¨®n, tan del gusto de quienes inventaron, hace mucho a?os, la vieja cantilena de la Prensa canallesca. Pero las palabras de Alberto Oliart nos sugieren la idea de solicitar un trato equivalente hacia la Prensa por parte de las instituciones y de la sociedad. Ser¨ªa una insensatez antidemocr¨¢tica y megal¨®mana suponer que la libertad de expresi¨®n es un monopolio o tina especialidad exclusiva de los periodistas. Pero la cr¨ªtica de los cr¨ªticos, esto es, la utilizaci¨®n por los funcionarios y los ciudadanos de su libertad de expresi¨®n para desmentir, rectificar, disentir o rebatir a los periodistas exige el mismo grado de responsabilidad que se requiere de la Prensa.No van, sin embargo, en esa direcci¨®n de cari?o, respeto y responsabilidad los reiterados intentos de convertir a los periodistas, tomados como una especie zool¨®gica y no como un colectivo de profesionales, en un mu?eco de gui?ol sobre el que tirios y troyanos descargan palos a placer para endosarles las consecuencias de los errores, frustraciones y debilidades procedentes de otros ¨¢mbitos del sistema. La ofrenda al Ap¨®stol del entonces capit¨¢n general de Galicia en julio de 1981, el llamado manifiesto de los cien en diciembre de ese mismo a?o y las palabras pronunciadas por el presidente de la JUJEM a finales de la semana pasada ante una guarnici¨®n madrile?a constituyen algunas muestras del florilegio militar de inconveniencias dirigidas a los medios de comunicaci¨®n desde hace a?o y medio. Resulta, as¨ª, que mientras los altos mandos de las Fuerzas Armadas insisten razonablemente en que las responsabilidades individuales de los militares rebeldes y sediciosos no deben ser imputadas a la instituci¨®n en su conjunto, cualquier equivocaci¨®n o paso mal dado, aunque sea sin mala fe, por un periodista es aprovechado desde algunos medios castrenses para destapar la caja de los truenos e iniciar procesos inquisitoriales contra la Prensa.
Para colmo, las plumas insidiosas a las que aludi¨® el teniente general Lacalle Leloup en su discurso del pasado viernes no escriben, seg¨²n algunos, en los ¨®rganos de la ultraderecha, sino en la Prensa democr¨¢tica, como se trasluce del desmesurado elogio que el director de El Alc¨¢zar dedic¨® hace tres d¨ªas al "espl¨¦ndido discurso" del ,, eminente soldado", interpretado por ese veh¨ªculo amarillista de la provocaci¨®n subversiva como "una reflexi¨®n en voz alta frente al escandaloso bullicio informativo" suscitado por la detenci¨®n y procesamiento de tres jefes militares acusados de conspiraci¨®n para la rebeli¨®n. No estar¨ªa de m¨¢s, sin embargo, que el presidente de la JUJEM aclarara en alguna ocasi¨®n si, en su opini¨®n, las plumas de El Alc¨¢zar propalan o no insidias dirigidas contra la unidad de las Fuerzas Armadas y la lealtad de los militares a la Constituci¨®n y al Rey.
En m¨¢s de una ocasi¨®n hemos sostenido, por lo dem¨¢s, que el corporativismo es una de las m¨¢s graves enfermedades que aquejan a nuestra sociedad. El esp¨ªritu de cuerpo constituye una perversa manera de escindir la vida espa?ola en compartimientos estancos, ya que la ego¨ªsta defensa de los intereses gremiales se hace siempre a costa de la solidaridad con el resto de los ciudadanos. Evidentemente, los periodistas no est¨¢n inmunizados contra una epidemia que hace estragos entre los altos cuerpos de la Administraci¨®n, los m¨¦dicos, los militares, los pilotos civiles o los catedr¨¢ticos. Para mayor paradoja, el defensor a ultranza de una concepci¨®n gremialista de la profesi¨®n period¨ªstica es, a la vez que presidente de la Federaci¨®n de Asociaciones de la Prensa y director de la agencia gubernamental de noticias, el inventor de la teor¨ªa de la quinta pluma, versi¨®n paisana de las plumas insidiosas. En esta perspectiva, parece necesario subrayar que la en¨¦rgica e incondicional defensa de la libertad de Prensa no puede servir de coartada para tactos de codo de car¨¢cter corporativista que reproduzcan, en el mundo de los medios de comunicaci¨®n, las mismas lacras que desfiguran nuestra convivencia social.
A nuestro juicio, es preciso distinguir claramente esas dos cuestiones, en demasiadas ocasiones entremezcladas y confundidas. De un lado, los ataques individualizados a periodistas o las descalificaciones globales de los medios de comunicaci¨®n constituyen muchas veces disparos oblicuos contra la libertad de expresi¨®n y contra el art¨ªculo 20 de la Constituci¨®n. Ni que decir tiene que ante ese tipo de agresiones los periodistas honestos cerrar¨¢n siempre filas, entre otras cosas porque no est¨¢n defendiendo intereses particulares o ventajas corporativas, sino valores democr¨¢ticos compartidos por la abrumadora mayor¨ªa de los espa?oles. Tambi¨¦n los ataques a la libertad de Prensa que traslucen la voluntad de los poderosos de intimidar, por v¨ªas administrativas o judiciales, a los profesionales de la informaci¨®n, a fin de restablecer alg¨²n tipo de censura, deber¨¢n encontrar la adecuada r¨¦plica conjunta de los medios de comunicaci¨®n comprometidos con el sistema constitucional. Ahora bien, la Prensa es, a la vez, un colectivo que reproduce el pluralismo ideol¨®gico de la sociedad espa?ola y que abarca diferentes maneras de concebir y llevar a cabo las tareas informativas. Cada peri¨®dico es titular de sus propios aciertos y de sus errores, y no tiene por qu¨¦ admitir, fuera de la defensa conjunta de las libertades ciudadanas, ning¨²n c¨®digo tribal de responsabilidad mancomunada. Las vociferaciones contra la Prensa, basadas en el tosco procedimiento de atribuir al conjunto de los medios de comunicaci¨®n los atributos de este diario o de aquella revista, son un medio de descalificaci¨®n que la; mayor¨ªa de los periodistas contemplan con tanto asombro como irritaci¨®n. Al menos, los periodistas que abominan de cualquier tipo de corporativismo, tanto si carcome a otras profesiones como si gangrena a la suya propia.
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