El golpe anunciado
La fatalidad es una palabra demasiado irracional para inscribirse sin m¨¢s entre quienes la veneran. A m¨ª me sigue pareciendo todav¨ªa que la historia la hacen los hombres y que el fatum de la tragedia cl¨¢sica viene al final, m¨¢s determinado por las maldades humanas que por la voluntad de los dioses.La Cr¨®nica de una muerte anunciada, el ¨²ltimo libro del reciente Nobel de Literatura, nuestro entra?able Garc¨ªa M¨¢rquez, es, sin embargo, un texto para disentir de estas tesis. Todo el mundo en la novela, menos la v¨ªctima, sabe que Santiago Nasar va a ser asesinado. Nadie quiere quiz¨¢ verdaderamente matarlo, pero nadie hace, desde luego, nada que lo evite. El desarrollo reciente de la pol¨ªtica espa?ola me ha refrescado hasta la irritaci¨®n la memoria de este episodio. Sabemos que se est¨¢ preparando un crimen, conocemos casi los protagonistas de la historia, el lugar y la hora, pero ?qu¨¦ se est¨¢ haciendo?
M¨¢s se acerca el d¨ªa de las elecciones, m¨¢s se crispa el ambiente de quienes tienen la premonici¨®n de su derrota. Para luego habr¨¢ que dejar los an¨¢lisis sobre la destrucc¨ª¨®n acelerada del partido del Gobierno o los proyectos efectivos de gobernaci¨®n de los socialistas. De ahora mismo es, en cambio, la preocupaci¨®n m¨²ltiple que envuelve a la calle ante la oleada de rumores, el aluvi¨®n de promesas y la confusi¨®n de noticias en torno a una eventual intervenci¨®n militar que bien podr¨ªa denominarse a estas alturas "el golpe anunciado".
La trama de la conspiraci¨®n violenta que se preparaba para evitar las elecciones no ha sido descubierta -seg¨²n fuentes oficiales- sino en una peque?a parte. El Gobierno sigue perplejo lo mismo ante la identidad de la direcci¨®n militar que ante la complicidad de destacados personajes civiles.
La blandura de la represi¨®n -tres detenidos y un pu?ado de urgentes cambios de destino- s¨®lo se explica en la voluntad de no generar solidaridades a?adidas en el Ej¨¦rcito bajo el pretexto del compa?erismo. Sobre la ausencia de informaciones solventes se extiende adem¨¢s un pi¨¦lago de rumores inventados y sabiamente difundidos. Desde que este verano una revista publicara las listas de fusilables del 23-F, elaboradas mayormente con las candidaturas a Cortes en 1977, no han cesado de ver la luz misteriosos documentos y excitantes revelaciones en la Prensa, sometida a toda clase de filtraciones interesadas. Los tel¨¦fonos suenan en los peri¨®dicos, en las oficinas p¨²blicas, en los ministerios, hasta en la centralita de palacio: el golpe -dice la voz an¨®nima- ser¨¢ el pr¨®ximo lunes.
Creo no traicionar ninguna confidencia si narro la equivocaci¨®n que Regis Debray cometiera en Chile y que ¨¦l mismo me contaba en su reciente y fugaz paso por Madrid. "Estuve en Santiago hasta el 2 de septiembre de 1973. Todo el mundo hablaba del golpe, en las calles, en los restaurantes, en las casas". Se march¨® Debray un poco harto de tanta rumorolog¨ªa y convencido de que no habr¨ªa de pasar nada. Una semana despu¨¦s, Pinochet se levantaba en armas contra la Constituci¨®n que hac¨ªa poco hab¨ªa jurado defender. ?D¨®nde situar entonces nuestro ¨ªndice de probabilidad de error? Resulta que hablar del golpe, denunciar los desfallecimientos en su persecuci¨®n, especular con tramas e implicaciones de terceros, contribuye de un modo u otro lo mismo a alimentar el ambiente que los conspiradores necesitan que a cubrir de amenazas el cielo electoral. Y alguien, sin duda, se beneficiar¨¢ de las urnas del miedo. Pero no decir nada de estas cosas ser¨ªa como dejar a los espa?oles sentados a la intemperie de una peligrosa ignorancia. La que desconoce que el nivel de p¨¢nico de la derecha reaccionaria es tan grande ante la eventual victoria de los socialistas que est¨¢n dispuestos a evitarla por todos los medios legales e ilegales a su alcance. Medios legales apenas les quedan. S¨®lo les restar¨ªa tratar de impedir las votaciones.
El pesimismo es mayor para despu¨¦s de los comicios. Concretamente, cara al mes de interregno constitucional que ha de transcurrir desde que se conozca el vencedor hasta que se constituyan las C¨¢maras y ¨¦stas elijan nuevo presidente del Gobierno. ?Qu¨¦ credibilidad tendr¨¢ el actual Gabinete, qu¨¦ autoridad si es, como parece, aplastado en las urnas, y su partido se convierte en algo evanescente y huero? Si los pron¨®sticos electorales se cumplen, ser¨¢ necesario, dicen algunos, montar una especie de Gobierno paralelo o de Gabinete fantasma y gobernar de un modo u otro con los socialistas desde el d¨ªa inmediato a las elecciones. Eso, claro est¨¢, en tanto en cuanto el PSOE obtenga mayor¨ªa absoluta y no quepa error ni margen de duda sobre la necesidad de una coalici¨®n. De todas formas, este noviembre resultar¨¢ crucial en nuestra historia: los socialistas van a ser puestos a prueba a¨²n antes de sentarse en el banco azul.
Como una sombra ambigua y repleta de interrogantes se cierne en torno a este panorama la actitud del Ej¨¦rcito y la de aquellos sectores civiles dispuestos a ampliar el c¨ªrculo de quienes, como Fraga, entender¨ªan un golpe. Todas las hip¨®tesis se manejan: desde un atentado contra el Papa en su pr¨®xima visita, hasta una retirada masiva de dep¨®sitos de los bancos, bien orquestada como es l¨®gico. Los expertos aseguran que el mercado de cambios puede venirse abajo en el plazo de quince d¨ªas. El dinero ha comenzado a huir a trav¨¦s de las fronteras y hacia el forro de los colchones. La demagogia fraguista ha hecho su mella en capas de la baja y media burgues¨ªa: "Ahora vendr¨¢n los rojos y nos quitar¨¢n la finquita", se dicen. El p¨¢nico financiero necesita menos complicidades y organizaci¨®n que un golpe militar. Pero, ?cu¨¢l es la divisoria que pasa entre la necesaria precauci¨®n y la alarma injustificada; entre el miedo paralizador y la prudencia en cada movimiento? Las gentes piensan que si la guardia del Rey tiene motivos para ponerse alerta, otras personas e instituciones deben tenerlos tambi¨¦n. Y otra vez se perfila como ¨²nica referencia de poder seguro la Corona.
No existe, sin embargo, una sola de las condiciones que se dicen objetivas y necesarias para dar golpe de Estado. Claro que esas condiciones se pueden crear. No se vislumbra ning¨²n apoyo exterior, ni una base civil entre la poblaci¨®n dispuesta, seg¨²n parece, a depositar sus esperanzas en el cambio vendido por el PSOE. No es entonces ¨¦ste un argumento para tranquilizar a los atribulados ni para llamar al optimismo ciego. Las condiciones ¨¦sas se pueden crear, y se van a intentar crear. Es solamente una reflexi¨®n que nos habla de la utilidad de hacer algo para evitar que se lleve a cabo la atrocidad de la conspiraci¨®n en marcha. Un nivel elevado de abstenci¨®n facilitar¨ªa la demagogia de los agitadores. Movilizar al pueblo es siempre la ¨²nica respuesta v¨¢lida frente a los que le provocan, y en una democracia, las elecciones son la movilizaci¨®n m¨¢s real, efectiva y pac¨ªfica que puede darse. Un desequilibrio electoral tan abultado como el que anuncian los sondeos es tambi¨¦n peligroso. La bipolarizaci¨®n que se prev¨¦ es la de un partido de izquierda moderado y otro de derecha ultramontana. El mantenimiento de un grupo parlamentario de centro, suficientemente s¨®lido parece indispensable para garantizar algunas dosis de sensatez en la vida pol¨ªtica, lo mismo que la existencia de un partido comunista no anecd¨®tico. Las dudas sobre si ser¨¢ bueno o malo para el conjunto de los dem¨®cratas que los socialistas obtengan la mayor¨ªa absoluta en el Congreso pueden ser inicialmente despejadas por las noticias que cotidianamente nos distribuye el Ministerio de Defensa. Vamos a necesitar un Gobierno fuerte en los pr¨®ximos a?os, tanto m¨¢s fuerte a¨²n si es un Gabinete de direcci¨®n socialista. Vistas as¨ª las cosas, el juego de las coaliciones puede ofrecer, no pocas desventajas.
Me parece que ¨¦stas son unas reflexiones comunes a muchos ciudadanos de los que se dicen de a pie y que conocen a diario de los augurios l¨²gubres que unos y otros tratan de esparcer sobre el futuro del cambio. Es rid¨ªculo despreciar los signos del peligro cierto que nos acecha. Tanto como abandonar la b¨²squeda del camino que lo sortee. Pero, adem¨¢s de rid¨ªculo, ser¨ªa tambi¨¦n tr¨¢gico que pudiera decirse de los espa?oles lo que Garc¨ªa M¨¢rquez narra de quienes "pudieron hacer algo por impedir el crimen y, sin embargo, no lo hicieron". Se consolaron con el pretexto de que hay "asuntos que son estancos sagrados a los cuales s¨®lo tienen acceso los due?os del drama". Esta vez el drama nos pertenece a todos.
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