Maneras de vivir
Correr es, probablemente -dice el autor- uno de los mejores ejercicios de libertad. Por eso, cada vez m¨¢s personas lo hacen, y seguir¨¢n haci¨¦ndolo, en su b¨²squeda particular de un mundo mejor.
Madrid me mata". A mediados del pasado mes de mayo, algunas personas quisieron expresar de esta forma tan contundente su disconformidad con un modo de vida. Una avioneta arrastraba un cartel con esta frase. D¨ªas antes, Francisco Carrasco, 44 a?os, padre de dos hijos, particip¨® en la quinta edici¨®n de la Marat¨®n Popular de Madrid. El puesto que ocup¨® y el tiempo invertido es lo de menos; lo que importa es que, salvo que la medicina lo permita, no podr¨¢ volver a utilizar sus piernas para recorrer los 42,195 kil¨®metros de una marat¨®n. Tan s¨®lo dos d¨ªas despu¨¦s del mencionado vuelo, una mujer decidi¨® poner fin a su vida lanz¨¢ndose al vac¨ªo, golpeando en la ca¨ªda la columna vertebral de Francisco y, por tanto, arrastr¨¢ndole en su desgracia. A Francisco, si Madrid no le ha matado f¨ªsicamente, al menos, lo ha hecho moralmente.Hechos as¨ª son suficientes para argumentar sobre el boom de las carreras populares. Francisco, como muchos otros, pienso que correr¨ªa para, parad¨®jicamente, intentar frenar este suicida ritmo de la vida al que nos vemos abocados los habitantes de las grandes ciudades, donde precisamente m¨¢s hondo ha calado el fen¨®meno. Porque correr, probablemente, es uno de los mejores ejercicios de libertad; los l¨ªmites a ese ejercicio no vienen impuestos por nada ni nadie ajeno a uno mismo; cada individuo fija sus propios l¨ªmites, si es que lo desea, de modo y manera que la pr¨¢ctica de esta actividad, en principio f¨ªsica, se ha convertido en un modo de entender la vida, en una silenciosa y pac¨ªfica respuesta/protesta a un mundo en el que nos ha tocado vivir y con el que, en gran parte, no estamos de acuerdo, transformando una actividad f¨ªsica en una actitud mental.
Parecidos planteamientos debieron hacerse los 4.000 participantes anuales de Boston en favor de un mayor control de las armas de fuego, u otros tantos que en Los Angeles corren en apoyo de los derechos de la minor¨ªa jud¨ªa en la Uni¨®n Sovi¨¦tica, o los participantes en carreras organizadas por movimientos pacifistas o ecologistas, y, c¨®mo no, Terry Fox, que enfermo desahuciado de c¨¢ncer, intent¨® cruzar con una pierna ortop¨¦dica Estados Unidos recaudando fondos para luchar contra la enfermedad que ni siquiera le permiti¨® lograr su objetivo.
Con todo ello no se pretende descalificar cualquier otra actividad humana, ni colocar en un pedestal a aquellos que buscan y ven en correr algo m¨¢s que un beneficio para la salud. Lo que se quiere decir es que, frente a la opini¨®n acusatoria de snobismo, o de estar influidos por la publicidad subliminal de las multinacionales del deporte y de vivir para correr, hay que decir que cada vez somos m¨¢s los que a trav¨¦s de esta actividad intentamos modificar nuestro, universo particular, y que seguiremos corriendo mientras la vida cotidiana no posibilite una convivencia mejor y, por tanto, la desaparici¨®n de hechos como los mencionados; hasta que los t¨¦rminos hambre, paro, guerra, terrorismo sigan conformando lo m¨¢s sobresaliente del mundo que nos rodea. Seguiremos corriendo mientras la verdad no sea la de todos y s¨ª la que unos pocos quieren imponernos, mientras las libertades y derechos del hombre se vean cada d¨ªa m¨¢s amenazados, mientras la est¨¦tica se anteponga a la ¨¦tica. Seguiremos corriendo para mantener viva la imagen de gente como Francisco Carrasco, como Terry Fox. Seguiremos corriendo... para vivir.
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