Una reflexi¨®n ante las urnas
EL DIA de reflexi¨®n inmediatamente anterior a la fecha de celebraci¨®n de las elecciones generales suele ser empleado por los ciudadanos, bien para confirmar las razones de un voto decidido desde hace semanas o meses, bien para resolver sus dudas y vacilaciones en favor de una de las opciones que se disputan sus preferencias. La prohibici¨®n de que los partidos hagan campa?a durante las veinticuatro horas previas a la apertura de los colegios, pese a que los carteles electorales invitando al voto sigan inundando las calles y las plazas de los pueblos y ciudades, crea un clima propicio para reflexionar de verdad sobre el significado y las implicaciones de la jornada de ma?ana.Un diario independiente como EL PAIS rara vez puede considerarse moralmente obligado a pronunciarse en favor de una alternativa pol¨ªtica concreta. Tan s¨®lo las amenazas a la pervivencia misma del sistema constitucional, las instituciones democr¨¢ticas y la Monarqu¨ªa parlamentaria pueden forzarnos a tomar partido, en el sentido lato de la expresi¨®n, ante una disyuntiva. Por esa raz¨®n, este peri¨®dico sali¨® a la calle a las nueve de la noche del.23 de febrero para gritar ?Viva la Constituci¨®n! y pedir a la sociedad espa?ola que se movilizara contra el golpe. En Circunstancias m¨¢s o menos normales, nuestra ¨²nica tarea posible es contribuir, mediante el an¨¢lisis, a que los lectores puedan adoptar de forma mas l¨²cida sus decisiones. Tal sucede, por supuesto, con las elecciones legislativas convocadas para ma?ana, que no presentan a los ciudadanos ning¨²n dilema dram¨¢tico -pese a los intentos de los profesionales de la bipolarizaci¨®n por simular la existencia de una ¨²nica disyuntiva con dos alternativas excluyentes-, sino un abanico de opciones merecedoras del voto de cualquier dem¨®crata sincero.
Para proseguir con nuestro an¨¢lisis, se?alaremos que la delicada situaci¨®n por la que atraviesa la Monarqu¨ªa parlamentaria, amenazada tanto por los terroristas situados en la periferia del sistema como por los golpistas enmadrados en el coraz¨®n mismo del aparato del Estado y del establecimiento, har¨ªa aconsejable que el resultado de las urnas permitiera la formaci¨®n de un Gobierno capaz de una acci¨®n firme y respaldado por un amplio consenso social y por una confortable mayor¨ªa parlamentaria. La experiencia de las dos anteriores legislaturas, en las que un Gobierno sin mayor¨ªa en el Congreso se vio paralizado tanto por las exigencias de contrapartidas procedentes de otros partidos como por los indecorosos chantajes de los diputados de su propio grupo parlamentario, har¨ªa ciertamente deseable que los sufragios ciudadanos imposibilitaran la repetici¨®n de los errores del pasado. La victoria del PSOE por mayor¨ªa absoluta de esca?os, forzosamente correlacionada con un alto voto popular, garantizar¨ªa la formaci¨®n de un Gobierno fuerte encargado de luchar contra el terrorismo, el golpismo, el desempleo, la corrupci¨®n y las amenazas internacionales, pero no ser¨ªa suficiente. Unas elecciones que trajeran como consecuencia a?adida la pr¨¢ctica desaparici¨®n del centro pol¨ªtico, es decir, de la derecha moderada capitaneada por Landelino Lavilla y Adolfo Su¨¢rez, y la marginaci¨®n perif¨¦rica de Santiago Carrillo podr¨ªan tener, a medio o largo plazo, consecuencias profundamente negativas para la estabilidad del sistema pol¨ªtico. La din¨¢mica democr¨¢tica, sin embargo, no admite f¨¢cilmente el ajuste entre la realidad y los deseos. Seguramente hasta un ordenador tendr¨ªa dificultades para simular unos resultados que hicieran compatibles un Gobierno socialista con mayor¨ªa parlamentaria, la presencia en el Congreso de Landelino Lavilla y Adolfo Su¨¢rez con significativos respaldos de votos y esca?os y la conservaci¨®n por los comunistas de su grupo parlamentario.
En este juego de suma cero, la supervivencia del centrismo como opci¨®n capaz de seguir desempe?ando un papel de primordial importancia en la vida p¨²blica espa?ola, esto es, como alternativa de futuro frente a un eventual fracaso socialista en el poder, no se halla principalmente amenazada por los avances del PSOE vaticinados en los sondeos, sino por el crecimiento de Alianza Popular, que ha conseguido, gracias al tes¨®n y a la capacidad de Manuel Fraga, pasar desde un puesto residual dentro del sistema pol¨ªtico a acariciar la posibilidad de ocupar el segundo lugar en el arco parlamentario. La deplorable imagen de Alianza Popular en 1977 ha sido rectificada con mayor o menor acierto, pero con una indudable voluntad de modificaci¨®n desde que Manuel Fraga, tras unas lamentables vacilaciones, vot¨® primero a favor de la Constituci¨®n y acudi¨® despu¨¦s a la gigantesca manifestaci¨®n popular del 27 de febrero de 1981. La incorporaci¨®n de conservadores ilustrados, como Miguel Herrero, o de cristianodem¨®cratas de larga data, como ?scar Alzaga, a las candidaturas de Alianza Popular contribuyen tambi¨¦n a restar aire asilvestrado a las cohortes de la derecha autoritaria o francamente involucionista agrupadas bajo el paraguas de Manuel Fraga. No est¨¢ nada claro, sin embargo, que esos seguidores reaccionarios que dan actualmente su apoyo al l¨ªder de Alianza Popular no acaben por arrastrarle tras de s¨ª y por confirmar a su partido como una formaci¨®n ultramontana. Menos convincente todav¨ªa resulta, en cualquier caso, la tentativa de tomar en serio la consigna de liberales con Fraga, ideada por el presidente del Club Liberal de Madrid, incrustado en las listas aliancistas. Buena parte de lo que cualquier persona no aquejada por el fanatismo entiende por liberales se agrupa en la UCD de Landelino Lavilla o el CDS de Adolfo Su¨¢rez, sin que falten hombres de marcada significaci¨®n liberal -como Pedro La¨ªn Entralgo o Juan Marichal- dispuestos a recomendar el voto a favor del PSOE. En cualquier caso, la ambig¨¹edad de Alianza Popular, en la que coexisten conservadores dem¨®cratas, muy probablemente minoritarios, y abundantes espec¨ªmenes de la derecha cavernaria espa?ola, con un pie en la Monarqu¨ªa parlamentaria del presente y el otro en una eventual dictadura fascista del futuro, se refleja en la propia ambivalencia de Manuel Fraga, cuya verdadera identidad pol¨ªtica, como dem¨®crata o como aut¨®crata, ni siquiera ¨¦l mismo conoce. S¨®lo el paso del tiempo y el comportamiento de Alianza Popular durante la pr¨®xima legislatura como principal partido de la oposici¨®n permitir¨¢n llegar a conclusiones ciertas sobre el destino final de esa contradictoria coalici¨®n, desgarrada entre los deseos de constituir una derecha conservadora democr¨¢tica y la voluntad de servir de coreograria civil a una dictadura a la argentina o a la chilena. En el entretanto, parecer¨ªa sensato desear que Alianza Popular obtuviera los esca?os suficientes para que sus seguidores m¨¢s ultramontanos encontraran ciertas gratificaciones en el sistema constitucional y los votos necesarios para impedir que su aplastante hegemon¨ªa en los bancos de la oposici¨®n bloqueara el funcionamiento del r¨¦gimen parlamentario y preparara las condiciones sociales para un nuevo golpe.
Queda, finalmente, el papel que puedan desempe?ar los grupos nacionalistas en el Pa¨ªs Vasco y Catalu?a. De su fuerza en las Cortes Generales depende que tengan voz y voto los sectores que, tanto en la sociedad vasca como en la catalana, acent¨²an sus rasgos diferenciadores. Aunque ser¨ªa absurdo negar que los votos socialistas, centristas, comunistas o aliancistas en esos territorios expresan los sentimientos y las opiniones de hombres y mujeres tan catalanes y vascos como quienes consideran al nacionalismo como su ¨²nica se?a de identidad pol¨ªtica, tambi¨¦n ser¨ªa insensato infravalorar el peso de las opciones espec¨ªficamente nacionalistas en ambas comunidades. Digamos, finalmente, que los ¨²ltimos pronunciamientos de Herri Batasuna acerca de una eventual pacificaci¨®n del Pa¨ªs Vasco, posibilitada por la llegada al poder de un Gobierno socialista, abren un m¨ªnimo resquicio a la esperanza -pese a las razonables dudas acerca de la sinceridad y representatividad de tales declaraciones- de que los sufragios conseguidos por el nacionalismo radical, en competencia con el PNV y Euskadiko Ezkerra, no constituyan necesariamente sustraendos para la consolidaci¨®n de la paz y la democracia en Espa?a entera.
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