Elecciones contra golpismo
LOS CIUDADANOS espa?oles acuden hoy a las urnas para elegir los diputados y senadores que representar¨¢n durante cuatro a?os a la soberan¨ªa popular en las Cortes Generales. El clima de la campa?a ha estado cargado de cierta tensi¨®n, no tanto por los enfrentamientos -en general correctos- entre los partidos, como por los temores que suscitan los rumores acerca de los planes conspirativos de quienes se proponen derribar por la fuerza las instituciones de la Monarqu¨ªa parlamentaria, atentar contra el Rey y arrebatar a los espa?oles sus libertades. La ominosa perspectiva de ese "golpe anunciado", cuya imposibilidad de triunfo a corto o medio plazo no significa necesariamente que sea improbable como desesperado y sanguinario intento, debe constituir un acicate m¨¢s para que los hombres y las mujeres de nuestro pa¨ªs ejerzan sus derechos electorales y cumplan sus deberes c¨ªvicos ante las urnas.La abstenci¨®n, ciertamente, es el reflejo, en la mayor¨ªa de los casos, de un conjunto de factores que nada tienen que ver con el rechazo del sistema democr¨¢tico, y menos a¨²n con una, apuesta en favor de un r¨¦gimen autocr¨¢tico. Dejando a un lado los fallos puramente t¨¦cnicos de la Administraci¨®n en el registro de los censados o en la recepci¨®n del voto de los emigrantes, y descontando tambi¨¦n las causas excepcionales -desde las enfermedades a las ausencias- de marginaci¨®n electoral, la apat¨ªa ante las urnas suele proceder de la incapacidad para conectar el mundo privado con la vida p¨²blica o de la suficiencia de quienes tratan de convertir a sus pr¨®jimos en clientes de su escepticismo profesional. Sin embargo, ser¨ªa una grave equivocaci¨®n olvidar que los golpistas, en su agobiante soledad, buscan siempre excusas para justificar sus cr¨ªmenes de lesa patria, orientados a secuestrar la voluntad popular y dirigir las armas contra los espa?oles. Y uno de esos inconvincentes pretextos podr¨ªa ser, precisamente, la d¨¦bil participaci¨®n ciudadana en la elecci¨®n de sus representantes.
Ni que decir tiene que la abstenci¨®n no es, en modo alguno, la forma escogida por los c¨®mplices y encubridores de los golpistas para manifestarse electoralmente. As¨ª lo muestra el simple hecho de que, al igual que en convocatorias anteriores, tampoco en esta ocasi¨®n faltan candidaturas que pidan abiertamente el voto para los aspirantes a dictadores. La gran novedad de los comicios de 1982 es que las listas de Solidaridad Espa?ola, encabezadas por el todav¨ªa teniente coronel Tejero Molina, condenado por el Consejo Supremo de Justicia Militar a treinta a?os precisamente por su asalto al Congreso, reclaman inequ¨ªvocamente esos sufragios. Pero tambi¨¦n otros partidos involucionistas m¨¢s veteranos, como el acaudillado por el notario Blas Pi?ar, se sit¨²an en posiciones claramente emparentadas con los liberticidas. El cinismo y la falta de escr¨²pulos de los enemigos de la Monarqu¨ªa parlamentaria, que apuntan contra el propio Rey las miras telesc¨®picas de su odio visceral, no les comprometen, por supuesto, con ninguna prueba. Si un n¨²mero excesivo de espa?oles se abstienen pasivamente ante las urnas, la interpretaci¨®n de los ide¨®logos cavernarios ser¨¢ que esa desasistencia significa un apoyo activo a los golpistas. Pero si la participaci¨®n es elevada, estos asalariados de la subversi¨®n se encargar¨¢n r¨¢pidamente de buscar otro sofisma para justificar sus infamias. La tarea de ir pinchando uno por uno los globos ret¨®ricos de los conspiradores no debe desviar, en ning¨²n caso, a los responsables de la seguridad del Estado de su trabajo fundamental, que no es otro sino desarticular y desactivar, con el peso de la ley, las tramas sediciosas. Pero es tambi¨¦n un deber de los ciudadanos privar, con su participaci¨®n pol¨ªtica, del m¨¢s m¨ªnimo pretexto a los enemigos de las instituciones democr¨¢ticas.
Parece un dato cierto que en esta convocatoria la abstenci¨®n podr¨ªa castigar sobre todo a aquellas zonas del electorado que votaron en 1977 y 1979 a Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico pero que hoy, tras rechazar las propuestas de Alianza Popular y del PSOE, se sienten desconcertadas ante la doble oferta de la UCD de Lavilla y el CDS de Su¨¢rez. A estos ciudadanos cabr¨ªa recomendarles tres soluciones: que decidan con la raz¨®n o con el coraz¨®n en la mano entre CDS y UCD, que echen una moneda al aire para resolver su dilema o que voten en blanco. Pero que voten. Todo menos quedarse en sus casas para incrementar el partido de la abstenci¨®n.
La est¨²pida f¨¢bula de que los ayuntamientos socialistas hab¨ªan manipulado el censo para despojar de sus derechos electorales a los candidatos y simpatizantes de Alianza Popular ha sido desbaratada por el Instituto Nacional de Estad¨ªstica, dependiente del Ministerio de Econom¨ªa. Este desvergonzado rebrote de los viejos esquemas de la conspiraci¨®n judeo-mas¨®nico-marxista quedar¨¢ registrado en los anales de estos comicios como un recurso absurdo destinado a restar de antemano legitimidad democr¨¢tica al resultado de las urnas. La irresponsabilidad de sus art¨ªfices queda probada por el entusiasmo con que los ide¨®logos del golpismo han aireado la argucia, la ¨²nica aut¨¦nticamente sucia de una campa?a que, por lo dem¨¢s, se ha desarrollado en l¨ªneas generales de manera correcta.
En cualquier caso, dos noticias contribuir¨¢n a tranquilizar los ¨¢nimos de los ciudadanos que hoy acudan a depositar sus votos en las urnas. De un lado, en estos d¨ªas se re¨²ne en Madrid la sesi¨®n preparatoria de la VI Conferencia de Tribunales Constitucionales Europeos, cuya reuni¨®n plenaria est¨¢ prevista para el oto?o de 1984 en la capital de Espa?a. El presidente de nuestro Tribunal Constitucional ser¨¢ el anfitri¨®n de sus colegas de la Rep¨²blica Federal de Alemania, Austria, Italia y Suiza, que han ratificado de esta manera, con su voto un¨¢nime, la confianza de las m¨¢s altas instancias judiciales de los Estados de derecho europeos en la estabilidad y en el futuro de nuestro sistema democr¨¢tico. De otro lado, la audiencia dada ayer por el Rey a los candidatos de los siete principales partidos que concurren a las urnas es una nueva y espl¨¦ndida manifestaci¨®n del firme compromiso de la Corona con el pluralismo pol¨ªtico, el r¨¦gimen parlamentario, los derechos humanos y las libertades c¨ªvicas. Si los espa?oles pueden acudir hoy a las urnas en la seguridad de poder votar en conciencia y sin el chantaje del miedo, con la certeza de que el futuro depender¨¢ tan s¨®lo de sus sufragios, lo deben en buena medida a uno de esos valerosos gestos con los que don Juan Carlos, en su papel de ¨¢rbitro y moderador del sistema, sintoniza en su debido momento con el pueblo para dejar en claro que los enemigos de la libertad son tambi¨¦n los de la Corona, y que no hay m¨¢s futuro en paz para este pa¨ªs que el previsto por las leyes refrendadas por la soberan¨ªa popular.
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