La formaci¨®n del escritor
Cualquiera puede ser escritor; lo ¨²nico que hay que hacer es escribir. Pero no todo el mundo puede componer m¨²sica; para ello hay que aprender antes un conjunto de t¨¦cnicas muy estrictas. Es cierto que, con la generalizaci¨®n de las tendencias democr¨¢ticas en las artes (que siempre fueron sanamente autocr¨¢ticas, como si hubieran estado regidas por Nabokov), son muchos los que afirman que pueden componer m¨²sica sin necesidad de pasar por la sarta de muermos (o cualquiera que sea el t¨¦rmino popular democr¨¢tico aplicable) a los que tuvo que someterse Beethoven, por ejemplo, antes de poder componer su primera sonata. Hace algunos a?os, un joven promotor americano de m¨²sica pop afirm¨® que era uno de los mejores arreglistas modernos, aunque era incapaz de leer o escribir una sola nota: "Lo que yo te diga, t¨ªo; me das un poco de salsa, colega, y luego, como un toque de trompeta, tronco, y te hago el arreglo con m¨¢s marcha que has o¨ªdo en tu vida". A la luz de estas afirmaciones, quiz¨¢ deber¨ªa retractarme de lo que dec¨ªa al principio. Cualquier analfabeto que tenga un magnet¨®fono de casetes puede ser escritor; lo ¨²nico que necesita es un obrero transcriptor que tenga el certificado de estudios primarios.He hecho estas alusiones a la composici¨®n musical porque mi carrera de escritor comenz¨® en el campo de la m¨²sica. Mi familia, de confesi¨®n cat¨®lica y con ra¨ªces en Lancashire, Escocia e Irlanda, no contaba con una tradici¨®n cultural demasiado amplia. Hasta 1829, los cat¨®licos que viv¨ªan en Inglaterra no ten¨ªan acceso a las universidades y no pod¨ªan dedicarse a las humanidades; por otra parte, el h¨¢bito de comprar libros no estaba tan extendido entre la comunidad cat¨®lica como entre la protestante. El cat¨®lico con talento no sol¨ªa encontrar una salida literaria para el mismo, de la misma forma que le resultaba muy dif¨ªcil dedicarse a las leyes, a la ense?anza o a la medicina. El talento de los j¨®venes cat¨®licos del norte de Inglaterra se expresaba por medio de las artes populares: el canto, la danza o la comedia. Esta tradici¨®n a¨²n subsiste. Los Beatles son s¨®lo una manifestaci¨®n m¨¢s del talento musical popular de los cat¨®licos de Lancashire e Irlanda. Gracie Fields era mejor que los cuatro juntos, y sir William Walton es mejor que Gracie Fields.
Mi madre era cantante y bailarina y mi padre tocaba el piano para Fred Karno, el empresario responsable del montaje de Casey's Corut, fantas¨ªa en la que actuaron juntos Charlie Chaplin y Stan Laurel. De mis padres nada aprend¨ª que tuviera relaci¨®n con la literatura; cualquier habilidad que pudiera tener de ni?o se limit¨® al piano, primero, y m¨¢s tarde, a la composici¨®n musical. Estaba ya a mediados de la treintena cuando me introduje en la literatura gracias al ambicioso proyecto que conceb¨ª de escribir una ¨®pera. En la escuela hab¨ªa tenido que leer los poemas de John Keats y aprend¨ª que pod¨ªa encontrar en la Anatomy of Melancholy, de Burton, el origen de su poema narrativo Lamia. En la misma p¨¢gina encontr¨¦ tambi¨¦n otra historia tomada del Florilegus, sobre un joven que pone su anillo en el dedo de una estatua de Venus y se encuentra as¨ª casado con la diosa. Digamos de paso que esta historia dio origen al musical de Kurt Weill One Touch of Venus. Bas¨¢ndome en ella, escrib¨ª un libreto de ¨®pera, al que titul¨¦ provisionalmente The Eve of Saint Venus. A causa de mi pobreza, no pude permitirme comprar los varios centenares de hojas pautadas necesarias para escribir la ¨®pera, por lo cual mi libreto qued¨® como una especie de obra literaria indeseada.
Este trabajo me hab¨ªa ense?ado a disfrutar poniendo palabras imaginarias en boca de personajes imaginarios, lo cual hizo que la actividad literaria me resultara relajante en los intervalos en que no estaba componiendo piezas musicales intocables y, desde luego, intocadas. Ni que decir tiene que no tomaba muy en serio este pasatiempo literario. pero era una actividad mucho m¨¢s sencilla que la composici¨®n. Para componer cinco segundos de m¨²sica de tempo r¨¢pido ten¨ªa que pasarme horas ante la hoja de papel pautado. Pero una obra de ficci¨®n era s¨®lo una monodia monolineal y sin complicaciones. Una bicoca. Sin nada de particular. Lo m¨¢s ir¨®nico era que, aunque nunca consegu¨ªa que nadie tocara mi m¨²sica, en cambio, no ten¨ªa dificultad para vender mis narraciones de aficionado. La literatura de ficci¨®n hubiera podido seguir siendo s¨®lo un hobby el resto de mi vida de no haberme encontrado un d¨ªa desahuciado por la medicina a causa de un tumor cerebral, y en la necesidad de ganarme el pan durante el a?o que me quedaba de vida. Pero segu¨ª viviendo, y la literatura era entonces, igual que sigue si¨¦ndolo ahora, el ¨²nico trabajo que pod¨ªa encontrar. Me considero un parado m¨¢s que recurre a la literatura para poder vivir.
He publicado, seg¨²n creo, alrededor de unos cuarenta libros, pero, en el fondo, desprecio el arte que practico porque no es el de la m¨²sica. La mayor¨ªa de los m¨²sicos saben de literatura, pero muy pocos literatos saben de m¨²sica. He le¨ªdo en otros trabajos de esta misma serie expresiones de devoci¨®n m¨ªstica hacia el arte de la escritura, de aut¨¦ntico ¨¦xtasis ante la alegr¨ªa de pasar a formar parte del pante¨®n al que pertenecen Hawthorne y Henry James (?o son m¨¢s bien Updike, Vonnegut y Ken Kesey, en la mayor¨ªa de los casos?). Yo no participo de este sentimiento est¨¢tico. Agradezco a Am¨¦rica, o, para ser m¨¢s exactos, a parte de la franja de ma¨ªz de Norteam¨¦rica, el haberme proporcionado las ¨²nicas exaltaciones art¨ªsticas que he experimentado en mi vida. Hace unos, siete a?os hubo una interpretaci¨®n p¨²blica en Iowa de mi tercera sinfon¨ªa. Mi padre se hubiera enorgullecido de m¨ª. Acab¨® sus d¨ªas como pianista de cine. Se proyect¨® la obra maestra de Fritz Lang Metropolis, y yo hice lo mismo que hubiera hecho mi padre: acompa?arla al piano. Fue una identificaci¨®n m¨ªstica de sentimientos paternales y filiales del tipo de los que vemos en el Ulysses de James Joyce, la ¨²nica novela que he admirado de verdad en mi vida. Fue escrita, como es natural, por un m¨²sico.
Mediante la aplicaci¨®n continuada de mis posibles aptitudes literarias, he conseguido, a la edad de 65 a?os, la independencia econ¨®mica, lo que significa que estoy en condiciones de pagar parte de las facturas, mientras s¨®lo fume cigarros baratos y evite el alcohol. Si me sobra algo, lo destino a la compra de partituras. Al ser conocido como escritor, s¨®lo me aceptan como compositor, y con reservas, entidades tales como la British Broadcasting Corporation, pero de ello no obtengo ning¨²n beneficio econ¨®mico, como es l¨®gico. Lo esencial de la m¨²sica, a mi modo de ver, es que es un arte; es la manipulaci¨®n de la forma pura, mientras que la literatura desciende con demasiada facilidad a niveles utilitarios. La m¨²sica nunca tiene nada de utilitaria, ya que no contiene informaci¨®n alguna y ni siquiera conoce su propio significado.
No quisiera leer, en futuras contribuciones a esta serie, m¨¢s paneg¨ªricos a la alegr¨ªa de escribir. Quisiera escucharlos, en cambio, a la alegr¨ªa de la creaci¨®n art¨ªstica, entre las que puede incluirse a veces la manipulaci¨®n habilidosa del lenguaje. Pero me siento inc¨®modo en este contexto porque me encuentro rodeado (en publicaciones y anuncios publicitarios) de manifestaciones que no reconozco como art¨ªsticas; estrellas del cine dogmatizando sobre la conservaci¨®n de la salud, los dibujos animados, las gu¨ªas de empleo para parados, las dietas de adelgazamiento, las casas de terror de los suburbios de Nueva York, las soluciones a las crisis de identidad y el consuelo del sexo. Americanos, que Dios os ayude. ?De verdad cre¨¦is que vale la pena leer estas cosas o sobre ellas, o incluso comprarlas? Precisamente porque los autores de estas obras se denominan a s¨ª mismos escritores, es por lo que no me gusta que me lo llamen a m¨ª. Pero mientras haya facturas que pagar, seguir¨¦ adelante. Estar¨ªa dispuesto hasta a firmar los libros de Garfield, o P¨ªntame de colores, o el libro de ejercicios de Jane Fonda, si fuera necesario, para subvencionar la composici¨®n de alguna de mis sinfon¨ªas intocables.
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