Localismo 'versus' universalidad
La oposici¨®n llana y simple de estos conceptos, s¨®lo en apariencia antin¨®micos, ha dejado de tener sentido en la narrativa hispanoamericana actual. En todo caso, no describe su trayectoria en toda su complejidad. Plantea, en cambio, diversos malentendidos o seudoproblemas, como ocurre siempre con las reducciones simplistas de las f¨®rmulas estereotipadas. ?Qu¨¦ es lo local o regional y qu¨¦ es lo que debe entenderse por una b¨²squeda de universalidad en culturas, en literaturas sincr¨¦ticas por naturaleza, como las de Hispanoam¨¦rica? No se trata de que buena parte de la producci¨®n narrativa de car¨¢cter regional est¨¦ cerrada sobre s¨ª misma y privada de acceso, por tanto, a la universalidad. Tampoco se trata de que esta apertura hacia la universalidad s¨®lo pueda manifestarse en la narrativa urbana. Ni cosmopolitismo es universalismo, ni localismo, su negaci¨®n.Hacia los a?os treinta, esta confusi¨®n pod¨ªa, en cierto modo, justificarse. El apogeo de la novela regional (denominada por alg¨²n cr¨ªtico como el tramo de las "novelas ejemplares") frente al surgimiento de la narrativa urbana pareci¨® convalidar esta tesis. Pero el malentendido se prolong¨® por varias d¨¦cadas. Para algunos historiadores de la literatura, "las grandes novelas de Am¨¦rica han rectificado el concepto tradicional del g¨¦nero: sus grandes personajes son vitalizaciones de la naturaleza, la geograf¨ªa espiritual de los ingentes hechos naturales".
La importancia desmesurada de la geograf¨ªa frente al hombre, a la sociedad, a la historia, contribuy¨® a la confusi¨®n. En su Meditaci¨®n del pueblo joven, Ortega vio el problema: "Mientras hay tierra de sobra, la historia no pod¨ªa empezar. Cuando el espacio sobra ante el hombre, reina a¨²n la geograf¨ªa que es prehistoria".
Y es evidente que el proceso de avance y madurez de la narrativa se fue, dando en la medida en que a la "geograf¨ªa espiritual de los ingentes hechos naturales" se sobrepuso la geograf¨ªa humana, es decir, cuando las luchas del hombre, los grandes conflictos de la historia y de la sociedad, fueron prevaleciendo sobre los "ingentes hechos naturales". Si en el comienzo todas las literaturas hispanoamericanas constituyeron la expresi¨®n de esos conflictos locales en los espacios que la fragmentaci¨®n colonial produjo, su madurez actual ha logrado la fusi¨®n de lo regional y lo urbano en una s¨ªntesis que concilia los valores de universalidad como dimensi¨®n de la imaginaci¨®n m¨ªtica.
Jorge Luis Borges es el m¨¢s importante narrador urbano de Am¨¦rica hispana; Juan Rulfo, el m¨¢s importante narrador regional. ?En qu¨¦ medida estas categor¨ªas diferenciadoras de lo urbano y lo regional influyen en la importancia de sus obras? Desde el punto de vista de la calidad est¨¦tica, en ninguna; la proyecci¨®n universalista se da tanto en las obras del narrador de Jalisco como en las del de Buenos Aires. Los escenarios importan poco, o importan s¨®lo en la medida en que la cosmovisi¨®n personal, las esencias culturales de cada uno, contribuyen a condensar sus experiencias simb¨®licas, los mundos de su imaginaci¨®n m¨ªtica: la cordillera jalisciense, los p¨¢ramos de polvo y viento de Comala o la atm¨®sfera abrasada del "llano en llamas", en el uno; la pampa bonaerense, ese "v¨¦rtigo horizontal" de la llanura sin l¨ªmites, h¨²meda y reverberante como un espejismo, los barrios suburbanos -no la urbe cosmopolita armada de cemento y ruido-, alg¨²n pueblo olvidado de la banda oriental, el paisaje convertido en una abstracci¨®n fantasmag¨®rica, el lugar sin lugar en el que pueden coexistir la vigilia y el sue?o, el durmiente y su doble, en el otro. Los rasgos caracterizadores surgen desde adentro, desde lo hondo de estos mundos de las utop¨ªas y pesadillas de la especie. Surgen como una radiaci¨®n, no como la representaci¨®n de los estereotipos tradicionales. Y, sin embargo, mirando por lo bajo e insustancial, ?no es Borges por momentos -casi siempre- tan localista y regionalista como Rulfo? ?No proyecta ¨¦ste sus mitos locales y sociales hacia la universalidad de los mitos culturales, los que trae Borges en su viaje desde las viejas culturas centrales de Occidente al arcaico y plano vac¨ªo rioplatense? ?Y no es acaso este necesario topismo localista el que permite a Rulfo y a Borges instalar sus ficciones, cada uno con sus esencias de origen, en el centro de las viejas verdades de la mente y del coraz¨®n humanos? Las viejas verdades que s¨®lo pueden vislumbrarse a trav¨¦s de formas siempre nuevas, de revelaciones in¨¦ditas: ese rayo de luz, del que hablaba Kafka, que alguien consigue mostrar en el lugar donde siempre estuvo, pero donde nadie pudo contemplarlo hasta ese momento.
Los ejemplos de Borges y de Rulfa muestran no una asimilaci¨®n de tipo comparatista, sino dos de los n¨²cleos principales en torno a los cuales se organiza y articula la nebulosa de la expansi¨®n hispanoamericana en esto de contar historias imaginarias. Por supuesto, se dejan de lado otros problemas -no es ¨¦ste el lugar para dilucidarlos-, como el de las ideolog¨ªas, las distintas maneras en que act¨²an sobre el conjunto de las relaciones sociales y culturales las presiones de la dominaci¨®n y de la dependencia.
Lo cierto es que, regional o urbana, localista o universalista, la narrativa hispanoamericana actual busca, a trav¨¦s de sus mejores escritores, la plenitud de sus experiencias simb¨®licas en medio de la conmoci¨®n y del caos de un continente en ebullici¨®n. A veces, la imaginaci¨®n m¨ªtica crea su topos, que le sirve de refugio y basti¨®n; esa profunda e inagotable nostalgia del lar. la biblioteca infinita y al mismo tiempo cr¨ªptica (de cripta), en Borges; el trasmundo de Comala, esa especie de osario de almas, en Rulfo; ciertas torres o el subterr¨¢neo fantasmalizado de Buenos Aires, en Cort¨¢zar. O como en las aldeas m¨ªticas de Santa Mar¨ªa, en Onetti; de Macondo, en Garc¨ªa M¨¢rquez, y muchas otras construidas sobre el limo latinoamericano con los reminiscentes vestigios de la Yoknapatawplia sure?a de Faulkner.
No es ¨¦sta una manera de vendarse los ojos ni de volver la espalda a la historia. Hay en ello, tal vez, el designio inconsciente de erigir en el espacio de la palabra portadora de mitos el hogar at¨¢vico donde ard¨ªa el fuego de la tribu antes de la dispersi¨®n. Si en estas zonas sagradas" de las culturas perif¨¦ricas sometidas a dominaci¨®n y a toda clase de usurpaciones se congregan los mitos universales, confundi¨¦ndose con los locales, ofendidos y humillados como ¨¦stos, habr¨ªa que verlos como aliados en la empresa de una reconquista cultural: esa que vio Mart¨ª como la pr¨¢ctica de "un arte de fragua y de caverna que hace un triunfador de cada v¨ªctima".
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