El consenso posible en Brasil
Para una persona que viene del Chile de ahora y que vivi¨® en la Espa?a de los a?os finales de Franco y primeros del posfranquismo, la experiencia de Brasil de estos d¨ªas es una sorpresa permanente, una experiencia que se ampl¨ªa y que adquiere matices contradictorios, a veces ins¨®litos. Desde el puesto de observaci¨®n de la ciudad de S?o Paulo, capital del Estado m¨¢s moderno de este conglomerado federal de proporciones gigantescas, la perspectiva es diferente de la que se tiene en R¨ªo de Janeiro. R¨ªo, como acaba de escribir un poeta, tiene el esp¨ªritu de arlequ¨ªn.Leonel Brizola, con su populismo rom¨¢ntico, instintivo, que reuni¨® elementos dispersos, aluvionales, asumi¨® bien el car¨¢cter arlequinesco de la ciudad: una ciudad que no es la suya, que ni siquiera conoce demasiado, pero que conquist¨® en una progresi¨®n rapid¨ªsima, a base de intenso trabajo en el terreno. Los dem¨¢s candidatos actuaron como pierrots melanc¨®licos, insensibles al esp¨ªritu carnavalesco de la ciudad, y fueron arrasados.
En casa de Brizola
Un amigo me lleva desde La plataforma, lugar de encuentro de cineastas, periodistas y escritores, a la casa de Brizola. El recuento de los votos es lent¨ªsimo, mucho m¨¢s lento que en los dem¨¢s Estados, y encontramos una atm¨®sfera tensa. Hay fuerte vigilancia en la puerta del edificio, frente a la playa de Copacabana.
Los numerosos miembros de la familia siguen el exasperante recuento en radios port¨¢tiles: "Gana por m¨¢s del cincuenta por ciento", proclama, entre exclamaciones, una se?ora exaltada. El candidato aparece desde las habitaciones del fondo algo cansado, pero con aspecto juvenil y deportivo, a pesar de sus m¨¢s de sesenta a?os y de las vicisitudes de un largo exilio. No quiere hacer declaraciones. Todav¨ªa no es tiempo de hacerlas.
Habla, en cambio, de su amigo Salvador Allende: "Le dije que si ganaba la elecci¨®n en Chile, no durar¨ªa cuatro meses en el poder". Lo atribuye todo a la conspiraci¨®n de las multinacionales, a la Prensa imperialista. Al d¨ªa siguiente, reunido en un hotel de R¨ªo con los corresponsales extranjeros, aludi¨® a un posible fraude electoral.
Las reacciones de medios oficiales y, sobre todo, militares, fueron inmediatas. Debajo de la piel de oveja asomaba otra vez el incendiario de 1964. ?Acabo se hablaba de fraude en los sectores en que el oficialismo resultaba derrotado?
Desde el momento en que uno respira el ambiente de S?o Paulo, la dimensi¨®n de Brizola disminuye. Aqu¨ª ha logrado ampl¨ªsima mayor¨ªa la oposici¨®n de centro, encabezada por Franco Montoro, el nuevo gobernador, y por Severo Gomes, la primera mayor¨ªa para el Senado. Veo un debate pol¨ªtico en la televisi¨®n y me parece francamente asombroso, debido, quiz¨¢, a mis deformaciones hisp¨¢nicas.
Diferencia con Espa?a
La diferencia con la Espa?a que conoc¨ª es que aqu¨ª el jefe del Estado, el caudillo, no s¨®lo no ha desaparecido, sino que es una de las figuras populares del pa¨ªs, despu¨¦s de haberlo recorrido de un extremo a otro en una campa?a agotadora. Pues bien, en ese debate de la televisi¨®n hab¨ªa cuatro pol¨ªticos opositores y s¨®lo un parlamentario oficialista.
El hombre del PT, representante del sindicalisrrio que se ha desarrollado con fuerza en los ¨²ltimos a?os, impugna violentamente la legitimidad del diputado del Gobierno. "Usted primero fue designado a dedo y despu¨¦s fue elegido por m¨¦todos corruptos". Se arma una gresca oratoria fenomenal. Nadie entiende una palabra: ni siquiera los que dominan mejor que yo la lengua portuguesa. Suena un timbre estridente de: alarma, y el moderador, bien instalado en su sitio, de voz poderosa y humanidad corpulenta, barbuda, consigue imponer el silencio. "Les ruego, se?ores, hablar por turno y respetar el derecho de los de los dem¨¢s a la palabra. ?No consiste con eso la democracia?".
Esa misma tarde, el senador Severo Gomes, del PMDB, elegido con la primera niayor¨ªa senatorial del pa¨ªs, me hab¨ªa explicado la posici¨®n de su partido. La teor¨ªa oficial del r¨¦gimen, desde los tiempos de la independencia hasta hoy mismo, ha sido la de la armon¨ªa nacional. Pretende que Brasil forma una sociedad desprovista de verdaderos antagonismos, donde los conflictos sieimpre han sido artificiales, obra de agitadores y de ideolog¨ªas extranjeras.
Es una teor¨ªa adecuada para un Estado fuerte, que siempre trat¨® de imponer soluciones desde arriba. Hay que recordar que la independencia se hizo sin traumas graves, cuando la monarqu¨ªa portuguesa ya hab¨ªa injertado en el pa¨ªs su enorme burocracia. Juan VI regres¨® a Lisboa, pero el aparato burocr¨¢tico, dirigido por su hijo, qued¨®. En alguna medida qued¨® hasta ahora. S¨®lo en los ¨²ltimos a?os han empezado a producirse movimientos espont¨¢neos de organizaci¨®n sindical: sindicatos reales, una Iglesia preocupada del pueblo, movimientos de emancipaci¨®n de la raza negra, de las mujeres, de las minor¨ªas sexuales. Por otra parte, Brasil hab¨ªa conseguido avanzar mucho en el proceso de sustituci¨®n de importaciones. La situaci¨®n mundial de hace algunos a?os le daba espacio para industrializarse. Ese espacio ahora desapareci¨®.
Econom¨ªas tercermundistas
Los pa¨ªses desarrollados, para mantener su nivel de vida, necesitan volver a reducir a los miembros del Tercer Mundo a su antigua condici¨®n de econom¨ªas complementarias, abastecedoras de materias primas y compradoras de tecnolog¨ªa y productos manufacturados.
En consecuencia, el problema Norte-Sur se inserta en el n¨²cleo del problema nacional brasile?o. Hay que elaborar una nueva integraci¨®n internacional, en alianza con el Tercer Mundo, y negociar con Occidente desde una posici¨®n de fuerza. De lo contrario, el deterioro actual seguir¨¢ en inevitable aumento. Si los precios de las exportaciones brasile?as y las tasas de intereses fueran las mismas de hace s¨®lo cuatro a?os, el pa¨ªs se habr¨ªa ahorrado 50.000 millones de d¨®lares, m¨¢s de la mitad de su actual deuda externa.
Todos ganan
Con los datos que ya se conocen, se puede afirmar que todos ganaron la elecci¨®n y que nadie gan¨® en forma clara. El Gobierno federal obtiene los cargos de gobernadores de por lo menos trece de los veintid¨®s Estados en disputa y alcanza una holgada mayor¨ªa relativa en la C¨¢mara federal.
La oposici¨®n controla los Estados m¨¢s poblados, ricos e influyentes del pa¨ªs. ?Ser¨¢ posible, en estas condiciones, que el proceso siga una evoluci¨®n pac¨ªfica? ?Ser¨¢ viable la nueva democracia, salida de las elecciones del d¨ªa 15, pero preparada por dentro desde hace a?os?
En S?o Paulo, despu¨¦s de haber visto y escuchado algo, tengo la impresi¨®n de que existen las condiciones para un consenso m¨ªnimo en este pa¨ªs. Es un consenso que pasa por la pol¨ªtica exterior y que repercute en la situaci¨®n interna.
La cuesti¨®n democr¨¢tica, la cuesti¨®n nacional, la capacidad de negociaci¨®n frente a las grandes potencias, concitan acuerdos bastante amplios. El PMDB es tercermundista. El Gobierno, en principio, nunca ha dejado de serlo. El PDT, de Leonel Brizola, y el PT, partido sindicalista creado por el obrero metal¨²rgico Luis Ignacio da Silva, Lula, se insertan en este cuadro como defensores de los trabajadores frente al empresariado y al Estado. Sin embargo, tambi¨¦n se interesan en que Brasil adquiera una posici¨®n exterior fuerte. Para la mayor¨ªa de las personas con quienes he conversado, el conflicto de fondo se plantea entre las multinacionales, la gran finanza mundial y un nacionalismo brasile?o que surge renovado despu¨¦s de las elecciones.
Los amigos de Paulo Maluf, uno de los cabecillas oficialistas, hablan en este idioma, el mismo que empleaba en el pasado Juscelino Kubitschek. La pr¨®xima etapa en este proceso, y a la vez su desarrollo natural, l¨®gico, es la discusi¨®n con las autoridades monetarias internacionales y tambi¨¦n con el presidente Ronald Reagan, que llega en visita oficial a fines de mes.
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