Lo posible o lo probable
Cuando se encara un intento de transformaci¨®n pol¨ªtica, quien se atiene a reclamar ante todo el cumplimiento de lo posible queda por remiso y moderado. Acatar lo posible es s¨ªntoma de resignada tibieza. Del posibilista nada puede esperarse, salvo sumisi¨®n al juego establecido; y definir la misma pol¨ªtica como "el arte de lo posible" viene a ser ya descalificarla por conservadora y trapacera. Esta constelaci¨®n derogatoria de lo posible no siempre ha estado en curso. Para alguno de los m¨¢s grandes pensadores del proyecto comunitario, como Arist¨®teles, lo posible era precisamente lo mejor. El deseo de lo imposible equivaldr¨ªa as¨ª a la imposibilidad efectiva de desear, al cortocircuito de la interrelaci¨®n voluntad / inteligencia que es la encargada de cumplir lo realmente nuevo. Quien no quiere lo posible quiere descansar de querer, quiere que lo irremediable decida por ¨¦l. Para Arist¨®teles, por seguir con este significativo ejemplo, s¨®lo desde la esclavitud se fantasear¨ªa con una pol¨ªtica desde?osa de lo posible: pero desde una esclavitud asumida sin remedio como tal, fatalmente privada de la libertad hasta como sue?o. Y es que, si lo posible se opone a lo necesario, a aquello sobre lo que ninguna decisi¨®n humana cabe, no se comprende que ninguno de los que apetecen la transformaci¨®n del mundo y est¨¢n dispuestos a colaborar en ella ]pueda menospreciarlo. Lo posible es proyecto, es decir, imaginaci¨®n eficaz, opci¨®n, libertad; donde se acaba lo posible no comienza ninguna excelencia inaudita y valerosa, sino la inexorabilidad pat¨¦tica que convierte al individuo en mero comparsa.?De d¨®nde proviene, pues, el descr¨¦dito de lo posible? Supongo que de su confusi¨®n con lo probable. Kierkegaard se?alaba, hace ya m¨¢s de un siglo, ese contagio desvalorizador: "La ausencia de lo posible significa que o todo se ha hecho necesario o todo se ha hecho cotidiano... La cotidianidad, la trivialidad no conocen lo posible... La cotidianidad s¨®lo admite lo probable, en la cual s¨®lo subsisten algunas migajas de posibilidad... La cotidianidad cree haber capturado lo posible en sus redes, o cree haberlo encerrado en el manicomio de lo probable. Lo pasea en la jaula de lo probable, lo exhibe e imagina poder disponer de la enorme potencia de lo posible".
Esa "cotidianidad" que Kierkegaard denuncia es la rutina filistea, la vida como resignada repetici¨®n de lo mismo. Para esta cotidianidad -que se presenta como "realismo", "sensatez", "madurez pol¨ªtica" y atributos funerarios semejantes- s¨®lo es posible lo acostumbrado, lo que ya ha ocurrido una y mil veces. Pues eso es precisamente lo probable: la categor¨ªa de posibilidad, pero privada de su tensi¨®n hacia lo nuevo, hacia la invenci¨®n de formas, hacia la experimentaci¨®n creadora. Lo probable es la posibilidad momificada por la frecuentaci¨®n, sin ¨ªmpetu ni savia. Lo posible nace de la libertad y de la imaginaci¨®n; lo probable brota de la estad¨ªstica y de la sumisi¨®n a las "condiciones objetivas". Lo posible es elegido y pretende abrirse paso contra el determinismo y el mon¨®to retorno de lo com¨²n y corriente, mientras que lo probable se nos impone desde fuera y no ofrece otro amparo que el de la repetici¨®n desesperada que encarna. De la pol¨ªtica de lo probable no puede salir ninguna aut¨¦ntica reforma del orden vigente, pues las pocas "migajas de posibilidad" que a¨²n guarda est¨¢n como esterilizadas por la rutina agobiante de lo dado: cuando algo nuevo llega a ser probable, es que ya no es nuevo, que ya ha ocurrido y comienza por eso mismo a marchitar su promesa. En tanto que lo posible siempre duda activamente de la necesidad de lo necesario, desde?ando el acatamiento a los discursos cerrados que s¨®lo admiten la verosimilitud de lo mil veces comprobado y no respetan otro proyecto colectivo que la reiteraci¨®n de lo dej¨¢ vu.
Se anuncia con cierto desd¨¦n que el partido socialista va a gobernar de forma posibilista y que "s¨®lo" aspira al cambio... posible. Ojal¨¢ sean- ciertos tales vaticinios. Ojal¨¢ la izquierda democr¨¢tica se mantenga fiel a la exigencia de lo posible, es decir, ojal¨¢ no se pretenda encarnaci¨®n de la "necesidad hist¨®rica" ni portavoz de ning¨²n Absoluto milenarista (sea el Pueblo, la Patria o la Justicia: el Absoluto -todo Absoluto- es el peor y m¨¢s jurado enemigo de lo posible). Y ojal¨¢ quiera de veras lo posible, que por ser siempre vida se niega a sacrificar el presente al futuro y no pretende condenar al terror y a la frustraci¨®n a los individuos realmente existentes en nombre de la gloriosa liberaci¨®n de los a¨²n no nacidos. Pero que no se nos escamotee lo posible para darnos a cambio lo probable, es decir, lo de siempre, el camino m¨¢s f¨¢cil y que menor resistencia presenta. Lo probable es la lenidad suicida con los profesionales del golpe, las proclamas patrioteras ante la efectiva pluralidad nacional de este pa¨ªs, la autonom¨ªa universitaria perpetuamente aplazada en beneficio de los catedr¨¢ticos de horca y cuchillo, los temores de intervenci¨®n en¨¦rgica ante esos empresarios creadores de riqueza que s¨®lo han tenido ¨¦xito en crear la suya, las leyes antiterroristas de efectos aterradores, la verg¨¹enza de las c¨¢rceles inhumanas, etc¨¦tera. De todo eso, tan sensatamente probable, en cuya jaula se agostar¨¢ sin estrenarse lo posible, m¨¢s vale que no sepamos nada. La pregunta ante las decisiones que ya urgen no es qu¨¦ grado de radicalidad aparatosa o de moderada resignaci¨®n alcanzar¨¢n los gobernantes de la nueva mayor¨ªa, sino m¨¢s bien ¨¦sta: ?Se har¨¢ verdaderamente el cambio a lo posible o seguiremos confinados bajo el agobio determinista del c¨¢lculo de probabilidades?
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