Yo tambi¨¦n quiero mi extraterrestre
Spielberg no es un gran inventor, pero s¨ª un inteligente manipulador de ideas ajenas. Los ni?os que ocultan a un ser excepcional de los ojos de los adultos tienen en el cine numerosos precedentes geniales. E. T. recupera la misma situaci¨®n dram¨¢tica para conducirla h¨¢bilmente por los caminos de la comedia y el melodrama, de la fantas¨ªa y el espect¨¢culo brillante, de forma que cualquier recuerdo de pel¨ªculas anteriores debe quedar marginado, sin comparaci¨®n. Spielberg se dirige hacia caminos nuevos utilizando fragmentos de obras conocidas, pero el resultado de E. T tiene tal frescura narrativa que puede considerarse completamente original.El monstruo extraterrestre que, por error, permanece en la Tierra no se parece a otro: puede recordarnos en ocasiones al desamparado Frankenstein o a los repelentes enanos de Blancanieves; en el primer caso, su desvalimiento se deformaba por el terror y, en el segundo, la bober¨ªa reemplaza a la aut¨¦ntica ingenuidad. La ternura, la soledad y la inteligencia de E.T. emociona al espectador, entre risas y una ligera complicidad en la tristeza. ?Qui¨¦n no ha sentido su mismo miedo, tan lejos de casa, tan fr¨¢gil? All¨¢ arriba, en su hogar, est¨¢n quienes le entienden y le quieren: es igual a ellos. No debe temer, no puede morir.
E
T. El Extraterrestre.Director: Steven Spielberg. Gui¨®n: Melissa Mathison. Fotograf¨ªa: Allen Daviau. M¨²sica: John Williams. Int¨¦rpretes: Henry Thomas, Peter Coyote, Dee Wallace, Robert MacNaughton. Norteamericana, 1982. Aventuras fant¨¢sticas. Local de estreno: Palafox, Arlequ¨ªn y Cristal.
Es f¨¢cil cautivarse a s¨ª mismo con el ni?o protagonista, protector de ese monstruo, amigo incondicional que penetra en sus emociones, porque ese ni?o puede levantarnos la vieja ilusi¨®n de lo imposible, de la amistad que supera barreras y frustraciones. Desde La isla del tesoro a la leyenda de Peter Pan alguna vez hemos so?ado en la aventura heroica que nos releve de la programada mediocridad de cada d¨ªa. ?Qui¨¦n no ha querido proteger a, un ser ¨²nico en el que poder reflejarnos? ?Qui¨¦n no ha querido tener un secreto que nos diferencie, una raz¨®n privada en la que volcar los afectos que no se expresan en la realidad?
Spielberg ha construido un gui¨®n que sabe hacer progresar la acci¨®n intercalando la sorpresa, la sonrisa y la l¨¢grima, sin que el espect¨¢culo decaiga; ha fabricado un mu?eco cuya fealdad se humaniza con expresiones y giros asombrosamente perfectos; ha sabido ilustrar el peligro de que los adultos interrumpan la entra?able amistad de ni?o y extraterrestre con el apunte sutil de que s¨®lo en ellos reside la destrucci¨®n... Los ¨²ltimos momentos de la pel¨ªcula alargan sensibleramente las despedidas; Spielberg era consciente de ello cuando, en el festival de Cannes, anunci¨® la posibilidad de reducirlas. No le ha hecho falta.
Ese ¨¦xito transforma E. T. en un dato sociol¨®gico que supera los l¨ªmites de una pel¨ªcula. Ser¨¢n muchos los que aportar¨¢n sus interpretaciones tratando de saber qu¨¦ hay en el interior de este brillante espect¨¢culo que tanto nos conmueve. Es evidente que fuera de la industria norteamericana no cabr¨ªa un proyecto como ¨¦ste, y ello quiere decir tambi¨¦n que, sin su capacidad publicitaria, E. T. no hubiera obtenido el reconocimiento de todos. Pero en este caso, hay algo m¨¢s que mucho dinero, y justo es reconocerlo as¨ª. E. T. es una pel¨ªcula impar, capaz de apasionar a p¨²blicos muy distintos. Por primera vez en muchos a?os los cr¨ªticos y los espectadores se han aunado en el entusiasmo. Cada uno de ellos ha podido desear en la intimidad ser alguno de los personajes centrales de la pel¨ªcula.
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