Berlanga III
Berlanga / Azcona, en su tercera y ¨²ltima entrega de la saga de los Leche, han fijado y diagnosticado tres obsesiones de nuestra vieja jet, antes de que fuera jet. Lourdes, la cocinera, los cerdos.O sea, el milagro, el derecho de pernada y la f¨®rmula terrateniente como f¨®rmula ideal de riqueza ociosa y todav¨ªa feudal. Berlanga, en Nacional III, utiliza el genial recurso narrativo de Baizac / Proust, que es "el retorno del personaje" (en este caso, la cocinera o ama de llaves), que de no ser nadie viene a ser la casi protagonista, d¨¢ndole as¨ª un espesor como de bosque a la narraci¨®n. Lourdes, el tren de la esperanza, o sea, la Europa del milagro, pero no del milagro econ¨®mico (aqu¨ª al trabajo de los dem¨¢s lo llamamos milagro), como ¨²nica v¨ªa de penetraci¨®n de la Espa?a irracional en el racionalismo europeo. Entre el capell¨¢n Agust¨ªn Gonz¨¢lez y la Virgen de Lourdes, todo el convencionalismo de nuestra fe sociol¨®gica. La cocinera, enrolle ¨²ltimo de viudos y solterones, residuo inercial del derecho de pernada, figura vicaria de la madre / esposa a la que, una vez degradada freudianamente en sirvienta, se le pueden aplicar toda clase de caprichos sexuales y tard¨ªos, cuando se ha perdido la vida "por delicadeza", como Rimbaud, pero todo lo contrario de Rimbaud: por hipocres¨ªa y represi¨®n. Los cerdos, o el capitalismo espa?ol agrario, no desarrollado, no progresista, no ilustrado, sino patriarcalista, dado a la holganza y el pastoreo.
La fe como superstici¨®n (la santa familia hecha una almohadilla que se despluma), el sexo como dominio, como algo que se ejerce sobre los inferiores (la mujer es el proletario del hombre, Engels), y los cerdos como genealog¨ªa y her¨¢ldica de una riqueza t¨¢ctil, evidente, permanente, inmanente. Las clases protagonistas de nuestra sociedad han estado siempre m¨¢s cerca de la gruta de Lourdes que de la sede del Mercado Com¨²n. Las clases protagonistas de nuestra sociedad han entendido siempre el sexo como reproducci¨®n, y la reproducci¨®n, como persistencia familiar del patrimonio, depositando masculinamente en cocineras y meretrices el exceso de testosteronas de tan privilegiada raza. Las clases protagonistas de nuestra sociedad han cre¨ªdo siempre que la riqueza era una inmanencia, como el sol de Espa?a, la fe de los espa?oles, la idea misma de naci¨®n, la belleza honesta de nuestras mujeres, el Coraz¨®n de Jes¨²s y la "Sacrat¨ªsima Sangre" (aqu¨ª acabo de dedicar una columna a la sangre como materializaci¨®n ruda y espa?ola del honor y la honra). En la tan nombrada carta de vinos de Tejero, que se dio en forma de art¨ªculo, salen algunas de estas inmanencias. Siempre lo ha dicho uno: lo malo no es que seamos un capitalismo (lo es todo Occidente), sino que aqu¨ª somos un paleocapitalismo, una cosa agraria y no ilustrada, rural y no ciudadana, m¨¢s de Benavente y La malquerida que de Arthur Miller y Todos eran mis hijos. En cuanto la Historia aprieta el zapato de cocodrilo del se?orito (el filme comienza con el videotejero), nuestra jet piensa en Lourdes, en los emplastos er¨®ticos de la cocinera, en los cerdos de Extremadura, en la evasi¨®n de la pela. En todo menos en trabajar, poner al d¨ªa las industrias, montar un neocapitalismo competitivo y occidental. El cuarenta?ismo, en lugar de empresarios, forj¨® ricos protegidos por el Instituto Nacional de Industria (INI).
Lourdes, la cocinera, los cerdos. La Virgen ha sido instrumentalizada en Espa?a a todos los efectos, desde el Palmar de Troya a la evasi¨®n de capitales. La cocinera (que viene a ser a Lourdes lo que la serpiente a la Virgen) ha sido humillada durante siglos. Los cerdos ya no son nuestra reserva espiritual, sino el inconveniente para entrar en la CEE. Nuestras clases protagonistas, al fin, han perdido el protagonismo.
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